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La mutilación genital femenina, una violación tolerada y cotidiana

En el tiempo que usted haya dedicado a leer esta noticia, al menos cuatro niñas en todo el mundo habrán sido mutiladas. Esgrimiendo motivos religiosos o hasta higiénicos, alguien habrá atentado contra sus derechos fundamentales lesionando sus órganos sexuales y estigmatizándolas de por vida. El dato, ofrecido por Amnistía Internacional (AI), resulta aterrador. Y evidencia la vigencia de una práctica atávica, no condenada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hasta el pasado 26 de noviembre.

Para entonces, hacía tiempo ya que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ofrecía cifras escalofriantes: cerca de 140 millones de mujeres en el mundo han sufrido mutilación genital y dos millones más la padecen cada año. Y aunque el problema se focaliza principalmente en África –según AI, es una práctica habitual en 28 países de este continente- y en algunos países de Oriente Próximo, Europa no está exenta de riesgo.

Hoy, en el Día Mundial contra la Ablación, las autoridades y numerosas entidades recuerdan que la mutilación genital femenina (MGF) también está presente en nuestro entorno, aunque sea de manera indirecta. No se suele practicar aquí, pero sigue amenazando a las niñas de origen africano o asiático, cuando éstas viajan a los países de sus familias.

Así, en España, unas 10.500 niñas estaban en riesgo de sufrir ablación, en 2010, según datos del Mapa de Mutilación Genital Femenina en España elaborado por el Grupo Interdisciplinar para la Prevención y el Estudio de las Prácticas Tradicionales Perjudiciales (GIPE/PTP) de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB).

Precisamente por eso, ya en 2001, el Parlament catalán urgió a la Generalitat a jugar un papel activo en la lucha contra esta práctica machista que menoscaba la dignidad de la mujer y atenta contra su salud y su sexualidad. De ahí nació el ‘Protocolo de actuación para prevenir la mutilación genital femenina’, un sistema pionero en Europa para abordar este problema. Implica a diversos departamentos de la Administración catalana, así como a diferentes entidades del sector, y se extiende también al ámbito local.

Un grupo de trabajo inscrito dentro de la Comisión nacional por una intervención coordinada contra la violencia de género aborda los tres tipos de MGF (infibulación, ablación y excisión) desde la prevención. Entre otras acciones, se trata de conocer los viajes de las niñas de antemano y de lograr que los padres se comprometan a velar por que no sufran ningún tipo de mutilación y a verificarlo mediante revisiones ginecológicas. El Código Penal permite ahora perseguir y castigar estos delitos –entre seis meses y 12 años de condena, al margen de la retirada de la patria potestad-, aunque hayan sido cometidos en otros países.

“Ésta es una de las violaciones de los derechos humanos más persistentes, omnipresentes y silenciosamente tolerada”, denuncia UNICEF. “La MGF es una amenaza para la salud mental, sexual y reproductiva de las mujeres y puede incrementar su vulnerabilidad al VIH”, destacó la ONU en su reciente condena.

Los campañas de sensibilización han dado buenos resultados en Mali y Senegal, según la Generalitat, que acaba de incorporar a la Asociación contra la Ablación de la Mujer Africana en su lucha contra la MGF. Esta asociación está integrada por mujeres de Guinea Conakry, Guinea Bissau y Burkina Faso.

En el tiempo que usted haya dedicado a leer esta noticia, al menos cuatro niñas en todo el mundo habrán sido mutiladas. Esgrimiendo motivos religiosos o hasta higiénicos, alguien habrá atentado contra sus derechos fundamentales lesionando sus órganos sexuales y estigmatizándolas de por vida. El dato, ofrecido por Amnistía Internacional (AI), resulta aterrador. Y evidencia la vigencia de una práctica atávica, no condenada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) hasta el pasado 26 de noviembre.

Para entonces, hacía tiempo ya que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ofrecía cifras escalofriantes: cerca de 140 millones de mujeres en el mundo han sufrido mutilación genital y dos millones más la padecen cada año. Y aunque el problema se focaliza principalmente en África –según AI, es una práctica habitual en 28 países de este continente- y en algunos países de Oriente Próximo, Europa no está exenta de riesgo.