Emma Baudais, educadora del Centre Jove d’Atenció a les Sexualitats (CJAS) de Barcelona, se patea cada año decenas de institutos de Secundaria en Catalunya. Su cometido, tratar de orientar a los adolescentes y responder a sus dudas sobre sexo durante una hora de taller que, probablemente, será la única que reciban sobre este tema durante todo su periplo escolar.
Baudais constata que los jóvenes de hoy tienen mucha más información sobre sexualidad –y no necesariamente mala– que las generaciones anteriores. Y a pesar de que el consumo de porno ha aumentado y mezcla más a menudo escenas de violencia, esta educadora sostiene que los adolescentes tienen más “herramientas” para identificar qué es y qué no es consentimiento.
Por las manos del centro CJAS pasan al año unos 7.000 chicos y chicas. Pero Baudais advierte de que con un solo taller no es suficiente. Mientras la educación afectiva y sexual no sea obligatoria y financiada para todo el mundo, añade, habrá “desigualdades” entre los de centros educativos “motivados” o los que provengan de una familia que aborde estos temas y los que no.
¿Cómo afrontan los adolescentes sus talleres sobre educación afectiva y sexual?
Hay de todo. Al principio percibes un cierto pasotismo de los que aún piensan que les hablaremos otra vez de cómo colocar preservativos. “Ya venís aquí a asustarnos”, me han dicho alguna vez. Pero en general viven la sexualidad en positivo, como un mundo que se les abre por delante. Y cuando ven que el enfoque de la sesión es desde el placer, su actitud cambia.
¿Con qué tipo de información sobre el sexo llegan a la adolescencia?
Ahora tienen muchísima más, que corre por las redes sociales y que muchas veces es buena. Hace diez años decías la palabra clítoris y había quien no sabía lo que era –hay mujeres adultas con las que trabajamos que todavía no lo saben–, pero en 2023 los chicos y chicas lo conocen, lo han visto en Instagram, se sabe las partes… Contrariamente a lo que se dice, diría que cuentan con herramientas para seleccionar bien la información, aunque claro que existen dudas.
¿Por qué defiende abordar la educación sexual con los jóvenes desde el placer?
Porque es el mensaje con el que conectan. Pero también creemos que en 2023 ya tendríamos que ir alejándonos del modelo moralista de qué prácticas sexuales se pueden hacer y cuáles no, partiendo siempre de información basada en el conocimiento científico disponible. Además, es un mensaje que permite trabajar más sexualidades, no solo el coito o las relaciones heterosexuales, y provoca que los jóvenes quieran saber más. Por ejemplo, cómo darles placer a sus parejas, algo muy habitual y que rompe con la idea de que es una generación egoísta.
¿La idea del consentimiento ha calado? ¿O todavía cuesta?
Diría que saben distinguir, de entrada, entre qué es y qué no violencia. Aunque falta mucho camino por recorrer –¡igual que en la sociedad en general!–, comprenden el consentimiento. Pero luego tenemos que rascar un poco más: que entiendan que el consentimiento se puede retirar, por ejemplo. O que el lenguaje verbal es importante, pero también el corporal. Cosas como estas quizás las tienen menos claras.
¿Cómo cree que influye el porno en la percepción sobre sexo? ¿Detectan un aumento de su consumo?
Si ha aumentado, no lo sé. Al ser accesible y gratuito, probablemente se vea más. Porque es más fácil.
¿Y sobre su influencia? Existe la preocupación de que la proliferación de porno violento lleve a los jóvenes a trasladar esas prácticas a la realidad.
En general, el porno mainstream es sexista, machista y racista. Y puedes encontrar un montón de vídeos de situaciones de violencia. De ahí a que los jóvenes quieran reproducirlo… Yo iría con cuidado. No diré que el porno no tiene consecuencias en su imaginario sexual, porque sí las tiene. Claro que a veces en los talleres te encuentras con un chico que dice que a todas les gusta que les tiren del pelo, o que hablar durante el sexo corta el rollo. La clave es saberles acompañar y darles las herramientas desde edades tempranas para que, cuando lleguen a ver esos vídeos, sepan identificar el consentimiento. Y esto, como adultos, no estamos sabiendo hacerlo.
El mensaje de que no vean porno no sirve de nada. Al final, lo verán si quieren. Lo que tenemos que hacer es generar espíritu crítico
¿Le parecen preocupantes los efectos del porno más violento sobre los jóvenes?
No creo que sea algo preocupante ni generalizado. Insisto en que todavía hay discursos de chicas que normalizan el dolor, por ejemplo, pero en general la mayoría de adolescentes te dicen que saben que el porno es ficción, que es mentira. Dicho esto, sin educación sexual, y si la sociedad no sabe responder a sus dudas, pues claro que el porno les puede confundir a veces. Quizás no normalizarán una paliza, porque saben distinguir la violencia, pero no entenderán que en el sexo hay comunicación, errores, que te puedes equivocar, que puedes perder las ganas... Y más cosas que el porno no muestra.
Pero el mensaje de que no vean porno no sirve de nada. Al final, lo verán si quieren. Lo que tenemos que hacer es generar espíritu crítico.
Algunos estudios han señalado un menor uso de preservativos entre los jóvenes. ¿Han detectado más conductas de riesgo?
En el CJAS, al revés. Aquí hacemos pruebas de infecciones de transmisión sexual (ITS), tests de embarazo, la pastilla de emergencia… En general, en los talleres muestran preocupación sobre su salud sexual y, más importante, la de sus compañeros. Si la poca educación sexual que se ha dado hasta ahora se enfocaba hacia aquí, creo que ha dado resultados.
¿Qué otras inquietudes suelen manifestar los adolescentes durante sus sesiones?
Las inquietudes suelen salir al final del taller, que es cuando se relajan y ven que no les vas a juzgar. Preguntan mucho por la eyaculación femenina. El tema del dolor en las relaciones está muy presente, sobre todo en las chicas. Y otras dudas sobre el orgasmo, cómo llegar o hacer que la pareja llegue… Y la masturbación también sale bastante.
¿Y mitos de toda la vida que todavía pervivan?
Uy, claro. El más presente es el de normalizar el dolor cuando se tienen relaciones sexuales. Que hablar corta el rollo, la penetración como práctica por excelencia –en las sesiones intentamos desgenitalizar el sexo–, que las personas con diversidad funcional no pueden tener sexualidad… Y luego mitos vinculados a las ITS, como los que creen que se trata de infecciones que son para toda la vida.
¿Diría que la ola feminista de los últimos cinco años ha impactado favorablemente en la salud sexual de los jóvenes?
Esto es un temazo [ríe]. Porque hemos detectado que hay chicos que reaccionan con rechazo al feminismo. Al haberse convertido en el discurso institucional, y al ser la adolescencia una etapa en la que se critica todo lo que viene de la institución, percibimos rechazo de algunos de ellos. Perciben que el feminismo tiene un discurso que dice que todos son violadores. Pero si lo sabes enfocar, tiene potencial. Explicarles que el feminismo les beneficia, que critica la presión que tienen los chicos de tener siempre la iniciativa, de tener erecciones que duren horas, de que no puedan reconocer que están nerviosos… Yo a veces acabo las sesiones preguntando si ven necesaria la educación sexual. Me dicen: “Ojalá tener más”. Y les respondo: “Pues que sepáis que es una iniciativa feminista”. Y acaban diciendo “Ah, bueno, vale…” [ríe mientras imita gestos de vergüenza de un adolescente].
Ya que hablan también con las familias. ¿Están muy preocupadas, por ejemplo, por el porno? ¿Qué las inquieta?
Mucho. El año pasado, la frase que más se repetía es la noticia de que la primera visualización de porno es a la edad de ocho años. Algunas están asustadas. Otras nos piden por qué no hay más talleres y por qué no los hay antes. A los ocho años ver imágenes de sexo, que pueden llegar a ser violentas, lo primero que les provoca es una reacción de desagrado e incomprensión. Y si no hay acompañamiento, claro que es negativo.
¿Preocupa el sexting?
Que ha habido un boom del sexting desde la pandemia es un hecho. Con los jóvenes encerrados en sus casas con sus hormonas era normal. La generación de hoy se relaciona a través del móvil y es una práctica habitual. Lo que intentamos nosotras en las sesiones es que reduzcan los riesgos si lo practican. Lo que no haremos es decirles que no lo hagan. Y que sepan que difundir esos vídeos te convierte en responsable dentro del círculo de violencia que es el sexpreading.
¿Qué papel cree que se le da a la educación sexual y afectiva hoy? ¿Nos la hemos creído?
Es un suspenso en toda regla.
Pero hace años, si no décadas, que se habla de incorporarla al sistema educativo.
La educación sexual está en varias leyes, pero no hay recursos. Te puedes encontrar docentes que piden formación, que quieren replantear el currículo con perspectiva de género, dándole importancia a la sexualidad, pero muchos talleres son de pago. Si no se dan recursos económicos a los institutos para hacer no solo un taller, sino varios, pues de poco servirá que aparezca en todas las leyes. Si no das recursos a todas las escuelas por igual, además, generas desigualdades. Habrá jóvenes que tendrán a un profesor motivado y otros que no.