El factor oculto de la segregación: los colegios más desfavorecidos asumen más alumnado extranjero durante el curso
La segregación escolar tiene múltiples causas. Una de las más conocidas es el cobro de cuotas de la escuela concertada, que echa para atrás a las familias sin recursos económicos. Otras pasan más desapercibidas. Es el caso del reparto del alumnado que llega a lo largo del curso, que está lejos de ser equitativo. Las escuelas de entornos más desfavorecidos suelen asumir muchas más matrículas de niños y niñas recién llegados que el resto de colegios.
Los datos de Catalunya, facilitados a elDiario.es por parte del Departamento de Educación, así lo demuestran. En los últimos tres cursos, fuera del período de matriculaciones han llegado a las escuelas de Primaria un total de 29.483 alumnos que nunca habían estado escolarizados en el sistema catalán. De ellos, el 24% recalaron en centros de máxima complejidad, pese a que estas escuelas –las que concentran más alumnado vulnerable– suponen tan solo un 10% del total de la población escolar de la comunidad.
La disparidad en el reparto de este alumnado, que en términos técnicos se conoce como matrícula viva, es una constante en el sistema escolar y se observa también entre aquellos centro con tasas más elevadas de escolarizaciones durante el curso. Si en Catalunya hay 214 centros que en los últimos tres años han recibido un volumen de matrícula viva anual que supone un 5% o más de su población escolar total, el 57% de ellos son de máxima complejidad.
El patrón se repite en la práctica totalidad de las ciudades catalanas. De las 41 que tienen más de 20.000 habitantes, en todas menos una, Pineda de Mar, los colegios de máxima complejidad asumen más matrícula viva que el resto en términos porcentuales. En Blanes (Girona), los dos centros de esta tipología suponen el 13% del alumnado total y han asumido el 48% de los recién llegados en los últimos tres cursos. En Sant Joan Despí (Barcelona) la relación es del 13% al 58%. En Tortosa (Tarragona), del 12% al 40%
Los ejemplos de mayor desequilibrio en la distribución no coinciden necesariamente con las ciudades más pobladas o con las que tienen más inmigración. En Barcelona, la diferencia es parecida a la media catalana: estos centros asumen solo el 9% de todo el alumnado pero se ha quedado el 26% de la matrícula viva de media en los últimos tres años.
¿Por qué ocurre esto? La respuesta es sencilla. Históricamente, los alumnos recién aterrizados durante el curso se han adjudicado casi siempre a aquellos colegios que tenían vacantes. ¿Y cuáles son esos colegios? A menudo los de máxima complejidad, puesto que son los que tienen menor demanda de las familias y suelen acabar el proceso de matriculación sin llenar las ratios. De esta forma, sucede que los centros que ya sufren más la segregación acaban recibiendo encima más alumnado extranjero y con dificultades de adaptación a lo largo del año.
“Es un pez que se muerde la cola”, resume Sheila González, socióloga de la Universitat Autónoma de Barcelona (UAB). “Si el alumnado que llegase fuera heterogéneo, se podría asignar a los colegios con vacante sin que esto fuera un problema. Lo que pasa es que los que llegan son de un perfil vulnerable”, resume. Salvo excepciones de movilidad entre comunidades autónomas o llegadas desde países europeos, se trata sobre todo de hijos de familias inmigrantes de países extracomunitarios, sin demasiados recursos económicos y a menudo sin conocer el idioma.
“Cuanto peor se distribuye la matrícula viva, mayor segregación genera”, advierte el sociólogo Isaac Gonzàlez, de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), que sin embargo advierte de que este no es el principal factor que explica las diferencias sociales entre centros. Es mucho más determinante la distribución del alumnado durante el período de preinscripciones y matriculaciones, puesto que el volumen de alumnado que se reparte es muy superior. En comparación, la matrícula viva vendría a ser un factor que contribuye a reforzar o agravar la segregación escolar.
Los datos permiten observar también las diferencias por titularidad, entre la escuela es pública y la concertada. Aunque no son tan llamativas como ocurre cuando se analiza la composición social del conjunto de su alumnado, también existen. En el conjunto del sistema, la concertada supone el 32% de la matrícula de Primaria y, sin embargo, solamente ha acogido al 21% de la que se se ha registrado de media durante los últimos tres cursos. En ciudades como Barcelona se aprecia todavía más: escolarizan el 55% del alumnado de la ciudad, pero solamente el 35% de la matrícula viva.
El desequilibrio, en las distancias cortas
Aquellos que relativizan el fenómeno de la segregación escolar suelen argumentar que las escuelas con un elevado número de alumnos de familia migrante, o en riesgo de pobreza, son simplemente el reflejo de la realidad de su barrio. Que la segregación es, por lo tanto, residencial y no escolar. Pero esto no es así. Si los datos analizados por elDiario.es ya mostraban enormes diferencias entre colegios uno al lado del otro en cuanto a composición social, con el reparto de la matrícula viva ocurre algo parecido.
Un solo dato sirve para resumirlo. El 89% de los centros de máxima complejidad han asumido más matrícula viva que su centro educativo más cercano (siempre que no sea de esta misma tipología). O, lo que es lo mismo, dentro de un mismo barrio, si hay más de un centro educativo y uno de ellos es de máxima complejidad, lo más probable es que sea este el que acabe escolarizando a la mayoría de los hijos de los nuevos vecinos. En Barcelona, el 83% de estos centros tienen más matrícula viva que la media de su barrio.
Los ejemplos concretos de esta diferencia en el mapa escolar de Catalunya son incontables. Lejos del área metropolitana barcelonesa, en Lleida, se observa el caso de la escuela pública Joan XXIII, que en tres años ha recibido 78 alumnos nuevos durante el curso (el equivalente cada año al 10,2% de su alumnado total). Sus dos centros más cercanos, ambos concertados, recibieron el 2% y el 2,8%, respectivamente. La pública que tiene más cerca, un 1,1%.
“Estaría bien que el reparto fuera más equitativo”, expresa Marta Floreces, directora de esta escuela de máxima complejidad leridana. La llegada de matrícula viva no solo contribuye a reforzar un perfil determinado de alumnado, sino que afecta al día a día de los docentes. “Son alumnos que no pueden seguir el mismo ritmo que el resto y que requieren adaptación, más recursos humanos, horas de dedicación”, enumera Floreces, que añade que su claustro ya tiene “mucha práctica” a la hora de lidiar con este alumnado, con las dotaciones para el aula de acogida a menudo integradas dentro de la clase ordinaria para que su acogida sea lo más “inclusiva” posible.
Aun así, señala otros inconvenientes. El curso pasado se dio el caso de que la mitad de los alumnos de las dos clases de Sexto de Primaria se habían ido incorporando como matrícula viva a lo largo de los años y no en Primero. A la hora de hacer las pruebas de competencias básicas, comenta Floreces, ¿cómo se evalúa su progreso y la incidencia que han tenido en él los docentes si cada alumno llegó al colegio en un escenario distinto?
En el análisis barrio a barrio, también Barcelona presenta disparidades significativas. En el del Bon Pastor, el único colegio con esta catalogación recibe un porcentaje de matrícula viva equivalente al 13,9% de su total, mientras que los otros dos –uno público y otro concertado– están por debajo del 2%. En la Marina del Port, los tres de máxima complejidad asumen el doble o más en términos relativos –a partir del 5%– que los otros cinco colegios que no lo son.
La tendencia se repite en la mayoría de casos, aunque hay excepciones mucho más equilibradas (como la Guineueta) o en las que la desigualdad existe pese a ser barrios de clase alta (el caso más exagerado en este sentido es Vallvidrera, El Tibidabo i les Planes, donde el centro más afectado es además concertado).
Al entrar tan al detalle, los expertos advierten también que puede haber excepciones en las que recibir mucha matrícula viva no es perjudicial, sino que es, contra todo pronóstico, positivo para combatir la segregación. Es el caso de los centros que tienen un porcentaje muy elevado de alumnado gitano. En esos centros, a menudo muy estigmatizados y poco demandados por los vecinos, puede ser positivo escolarizar a los niños y niñas que llegan durante el curso, porque suponen una mayor diversidad.
Todo a punto para acabar con la falta de equidad
La lucha contra la segregación es todavía incipiente. La nueva ley Celaá ha reconocido por primera vez esta problemática en un texto legislativo estatal y pone las bases para prevenirlo. En Catalunya se ha avanzado desde hace dos años en un compromiso, liderado por el Síndic de Greuges (el Defensor del Pueblo), que incluye una batería de 182 medidas acordadas por buena parte de la comunidad educativa. Muchas de ellas están incluidas en el decreto de admisión de los centros, que prevé que ningún colegio pueda tener más de un 10% de alumnado con necesidades educativas específicas que la media de su zona escolar. Esto supondría de facto un límite para asumir matrícula viva por parte de la mayoría de centros con mucho alumnado vulnerable.
En Barcelona, también el Consorcio de Educación –integrado por la Generalitat y el Ayuntamiento de la ciudad– pusieron en marcha el curso pasado un plan de choque para combatir la segregación. Entre sus compromisos estaba el de poner una cuota máxima de matrícula viva si es necesario, algo que se debería notar progresivamente en los próximos años.
Actualmente, los alumnos que llegan durante el curso se distribuyen en el seno de las Comisiones de Garantías de Admisión, unos organismos de ámbito municipal integrados por representantes de la Inspección Educativa, el ayuntamiento y las direcciones de los centros. Se reúnen periódicamente y reparten el alumnado nuevo, teniendo en cuenta lo que ha pedido la familia y dónde hay vacantes. También, en función del municipio, se tienen a veces en cuenta los criterios de equilibrio social del alumnado.
“La sensación es que ha habido en este sentido una intervención más bien escasa. La matrícula viva no se ha considerado históricamente un problema y, además, los incentivos para el reparto equilibrado son también bajos, puesto que genera pequeños conflictos”, explica Isaac González. Tanto él como Sheila González aseguran que depende a menudo del nivel de concienciación de la inspección que el reparto sea más o menos equitativo.
Ambos coinciden en una de las principales medidas que serviría para reducir esta disparidad: cerrar las ratios de aquellos colegios de entornos más desfavorecidos y permitir el aumento de los más heterogéneos. Es decir, que si un aula de un colegio de máxima complejidad acaba la matriculación con 17 alumnos, esta sea su ratio definitiva, con lo que dejaría de ser el principal candidato a recibir matrícula viva. Y al revés: los que tengan llena la ratio pero tengan un perfil de alumnado menos vulnerable deberían poder recibir un extra.
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