Este 8M en las calles de Barcelona no ha habido tantos abrazos ni gestos efusivos como en los años anteriores, desde luego menos aglomeraciones, pero no han faltado los cánticos feministas y las pancartas ingeniosas, convertidas ya en un distintivo del movimiento. “El machismo es una enfermedad de transmisión social y su cura es la educación”, rezaba una. “El problema no es prohibir el 8M. El problema es que hayáis prohibido solo esta”, denunciaba otro letrero en recuerdo de las protestas de Madrid. “¡Vacúnate contra el machismo!”, podía leerse en una tercera, que volvía a subrayar que la de este 2021 era una manifestación marcada por la pandemia.
En grupos de amigas o en familia, separadas unos corrillos de otrsos por varios metros de distancia –sobre todo al principio–, Barcelona ha vivido un año más una concentración feminista multitudinaria. Cientos de mujeres han llenado los ocho tramos –dos de ellos mixtos– de la protesta estática emplazada en el Passeig de Gràcia de la capital catalana, entre las calles Diagonal y Gran Via, convocadas por la plataforma Vaga Feminista 8M. Con una previsión de un máximo de 3.600 personas dentro del perímetro indicado, al que solo se debía acceder con inscripción previa, finalmente la protesta ha acabado congregando a otras decenas de mujeres que se han ido sumando a su alrededor. En total, 4.500 según la Guardia Urbana.
Con el lema “¡Juntas, diversas y rebeldes somos imparables! ¡Siempre feministas!”, la concentración ha dado el pistoletazo de salida a las 18.30 y se ha alargado más de una hora, durante la cual se ha leído parte del manifiesto, se ha hecho un minuto de silencio, se han coreado todo tipo de lemas y se ha bailado. “Queremos agradecer a este grupo brutal de dancers que estén animando la fiesta, pero queremos recordar que hay que mantener las distancias de seguridad”, recordaba una activista desde el megáfono cuando un grupo de unas diez amigas se venía demasiado arriba, con un mensaje, el de las distancias, que se iban repitiendo constantemente.
En el manifiesto, que ya se hizo público a finales de febrero, las convocantes reivindicaban que la pandemia ha agravado la situación de precariedad de muchas mujeres, en especial “colectivos como las mujeres migrantes y racializadas, las jóvenes y las mayores”, y que ha impactado mucho más también en ámbitos como el de los cuidados, también muy feminizados. En este sentido, entre sus numerosas exigencias se contaba la integración de las trabajadoras del hogar en el Régimen de la Seguridad Social, más recursos contra la violencia machista o una mejor protección para las supervivientes de explotación sexual. También se han sumado a otras demandas sociales y han reclamado mejoras en las políticas de vivienda, de educación pública, contra el cambio climático o el fin de la ley de extranjería.
Antes de dar el pistoletazo de salida a la concentración, una portavoz del colectivo Vaga Feminista Sílvia Alberich ha reivindicado que este año la lucha por los derechos de las mujeres no se puede “confinar”. “Conscientes de la situación hemos de mostrarnos y luchar en la calle de forma segura”, ha declarado Alberich. “No compartimos lo que ha pasado en Madrid, donde llevaban mucho tiempo preparándose y no ha servido de nada”. La portavoz ha abundado en el empeoramiento de las condiciones vividas por algunas mujeres, desde la “precarización de algunos trabajos feminizados” hasta el “agravamiento de las violencias machistas con el confinamiento en el hogar”.
Mercè Otero, histórica feminista: “Este 8M no podíamos fallar”
“Las mujeres llevamos históricamente haciéndonos cargo de todos los trabajos de cuidados, con lo que ya podemos ver que este año hemos sido muy cuidadosas”, bromeaba Mercè Otero, histórica feminista del colectivo Ca La Dona. Junto a sus amigas y compañeras de reivindicaciones, en el tramo entre la calle Aragó y València, Otero clamaba: “Este 8M no podíamos fallar. Teníamos que salir a la calle porque hay muchísimas cuestiones que denunciar sobre los derechos de las mujeres”.
Como muchas otras de sus compañeras, ha destacado la “doble carga de trabajo” de los confinamientos de este año, porque según ha recordado, las mujeres “se han hecho cargo del trabajo del hogar y del de fuera”. Pese a la menor afluencia de manifestantes este año –la organización calculaba un máximo de 3.600 dentro del perímetro–, Otero se mostraba convencida de que los 8M ya nunca volverán a ser como antes de 2018, año de la primera e histórica huelga feminista. “La reivindicación de las mujeres es ya una idea plural, diversa y transversal”, celebra la activista.
Claudia, Irene y Anabel, fieles al 8M
Estas tres amigas adolescentes, Claudia, Irene y Anabel, llevan asistiendo a las manifestaciones del 8M desde que la primera huelga en 2018. Poco antes del inicio de la protesta, cuando Passeig de Gràcia estaba todavía vacío, explicaban que tienen “muchos motivos”, entre los que destacaban, de entrada, uno: “Reivindicamos poder salir de noche seguras. Que no nos digan cosas por la calle”. Cada una con su pancarta, han acudido a la protesta de Passeig de Gràcia después de secundar la huelga estudiantil feminista parcialmente. Solo por la tarde. A la espera de que empezase la protesta, aseguraban también que su otro gran motivo de movilización es recordar a todas aquellas que han sido víctimas de violencia machista.
Casi una hora después, ya de noche, otras tres jóvenes, Gloria, Marci y Nayara, desfilaban ya para casa con sus respectivas pancartas, entre el ruido de las batucadas que todavía seguían y el de los grupos que apuraban la concentración. “La organización ha estado muy bien. Teníamos muchas ganas de participar en una manifestación después de todo este año y más en un día como el 8M que es tan importante”, expresaban. Y, de nuevo, un mensaje sobre las protestas prohibidas en Madrid. “Nos parece fatal, que se prohíba genera violencia. ¡Es que manifestarse es un derecho! ¿No ha habido otras manifestaciones?”
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