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Fènix, el equipo de hombres trans que desafía la discriminación en el fútbol: “Salía de los partidos con moretones”

Hugo Marlo, capitán de Fènix, en las instalaciones de la Penya de Sant Feliu

Sandra Vicente

29 de noviembre de 2023 22:15 h

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Hugo Marlo ha jugado durante toda su vida a fútbol. Es de esos jóvenes que disfrutan si tienen un balón entre las botas. Pero un día esa pasión se convirtió en una tortura. Durante los partidos, los equipos y aficiones contrarias se deshacían en insultos contra este joven que, en aquél momento, tenía 19 años. “Durante todo el partido tenía siempre alguien pegado y salía de allí con arañazos y moretones”, recuerda Hugo.

Este barcelonés rememora gritos de “A por él” y amenazas. “O te vas del campo ahora mismo, o te vas a enterar. No tienes derecho a estar aquí”, le dijeron al inicio de un juego. ¿El motivo? Hugo empezó su transición de género y su tratamiento hormonal. Él era un chico trans que seguía jugando en su equipo -femenino- de toda la vida.

Antes de la aprobación de la ley Trans, recuerda Hugo, había que tomar hormonas durante dos años para poder cambiar el género en el DNI. Este joven sabía que, cuando hiciera ese trámite, ya no podría jugar más en equipos femeninos. Así que decidió aprovechar todo el tiempo que pudiera porque, a pesar de que estaba sufriendo mucha transfobia, sabía que dar el paso y jugar con equipos masculinos podía ser “mucho peor”.

“La sola idea me daba muchísimo miedo”. Hugo temía los insultos dentro y fuera del campo. Pero sobre todo fuera. “Los vestuarios son algo muy chungo. No quería ni imaginarme estar en esos contextos con chicos cis”, se lamenta el joven. Por eso, cuando se cambió el DNI, dejó de jugar a fútbol. Colgó las botas durante tres años, hasta que dijo basta. Subió una publicación a su Instagram buscando chicos trans con los que formar un equipo y, para su sorpresa, fue un éxito.

En pocos días se juntaron 20 jóvenes, de entre 18 y 30 años, con ganas de jugar. Algunos son veteranos con experiencias a las espaldas como las de Hugo, quien ejerce de capitán. Otros son novatos que, por miedo a vivir lo mismo que otros ya habían sufrido, nunca dieron el paso. Todos ellos conforman Fènix, el primer equipo federado formado por hombres trans en España.

Empezaron a jugar juntos en enero de 2023 y, a pesar de que hace muy poco que se conocen, ya han sido apadrinados por la Penya Recreativa de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona). Este año les ha cedido las instalaciones para que se vayan acostumbrando a jugar juntos en la liga de fútbol 7. Y, la temporada que viene, ya federados, harán el salto al fútbol 11, a cuarta catalana.

Acoso en los vestuarios

“Cuando los conocí, les escuchaba y pensaba en lo injusto que es querer hacer algo que te gusta y no te dejen. Me dejó tocado. Los valores del deporte no son estos”. Quien habla es Sergio Coarasa, presidente de la Penya Recreativa de Sant Feliu. Esta asociación deportiva fue la primera que acogió a Fènix y, abriéndole sus puertas, puso fin a un largo periplo en el que estos jóvenes no tenían dónde entrenar ni apenas pelotas para jugar.

Estuvieron unos meses quedando en un campo de Barcelona en el que les cobraban 65 euros la hora. “Somos jóvenes, algunos ni trabajan, y no tenemos dinero para pagar tanto y menos en esas condiciones”, recuerda Hugo, que describe campos destartalados, de las medidas equivocadas, falta de balones y diversas situaciones, incluso, de acoso. “El propietario de un campo entraba todo el rato al vestuario. No sé si sabía que somos trans y tenía curiosidad, pero la cosa es que nos miraba”.

Hugo ya estaba en contacto con la Penya Recreativa y durante uno de esos entrenamientos no pudo más y escribió a Coarasa un mensaje que decía “¿Cuándo empezamos?”. “Quería salir de ahí”, dice hoy, meses después, compartiendo una mirada cómplice con su presidente. Empezaron la semana siguiente.

“Cuando recibimos la propuesta, a mí me pareció genial, aunque estaba un poco inquieto por cómo se lo iba a tomar la gente”, rememora Coarasa. Pero la llegada de Fènix fue muy bien recibida, “es un gran paso para el club, que avanza con la sociedad”, asegura el presidente. De hecho, este equipo trans tiene hasta afición, que va a los partidos y a los entrenamientos ataviada con pompones y banderas trans.

Esos mismos colores -rosa, azul y blanco- son los que Fènix luce en su equipación cada vez que salta al campo. Llevar la bandera inquietaba un poco a algunos, debido a la transfobia que temían encontrarse durante los partidos. Pero, de momento, no han tenido ningún problema. Los partidos son muy tarde y “casi nadie los va a ver”, dice Hugo, que también achaca la calma a la protección de su afición. “O quizás es que no conocen los colores de la bandera”, bromea.

El club ha intentado “proteger” a Fènix no anunciando a bombo y platillo su incorporación, pero “estas cosas se acaban sabiendo y el año que viene todos los equipos contra los que juguemos sabrán que somos trans”, vaticina Hugo. Los partidos serán a horas menos intempestivas y sí esperan público. Pero la Penya vela por ellos. Por ellos y por el resto de equipos a los que acogen.

Este club cuenta con una Comisión Deportiva que se reúne cada semana para analizar lo que ha pasado en las gradas cuando juegan en casa o como visitantes. “Siempre estamos atentos, por si tenemos que llamar la atención a una afición o a un equipo. Fènix es de los nuestros y los cuidaremos”, asegura Coarasa.

Hace tres años, cuando Hugo tuvo que dejar de jugar a fútbol debido a la transfobia, jamás se hubiera imaginado que sería el capitán de un equipo trans. Hoy, tal es el éxito de convocatoria de este conjunto que la temporada que viene tendrá hasta cantera.

Los más experimentados darán el salto a fútbol 11 y lo harán bajo los colores y el nombre de la Penya Recreativa de Sant Feliu. El resto de los más de 30 jóvenes que ya se han apuntado jugarán en el Fènix B, un equipo que se quedará en fútbol 7 y mantendrá los colores de la bandera trans para “no perder la esencia y no olvidar quiénes somos y de dónde venimos”, explica Hugo, justo antes de saltar al campo junto a los suyos.

Fènix es un hogar para todos aquellos chicos que fueron expulsados de sus equipos y campos. Y para los que jamás se han atrevido a jugar. Pero el sueño de algunos jugadores como Hugo es que Fènix no tuviera que existir. “El deporte está muy delimitado en 'femenino' y 'masculino', cuando hay gente que ni siquiera encaja en estas categorías. Lo ideal sería que pudiéramos estar todos juntos, sin importar nuestro género. Al final sólo estamos jugando”, reflexiona el capitán. 

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