Ferran Mascarell (Sant Just Desvern, Barcelona, 1951) es el consejero de Cultura de la Generalitat de Catalunya, un cargo que ocupa desde final de 2010 después de aceptar la propuesta de Artur Mas. De hecho, este es la segunda vez que encabeza la Consejería de Cultura. Antes, pero, sólo estuvo siete meses en el cargo, con Pasqual Maragall como Presidente. Cuando el tripartito entregó la cartera de Cultura a ERC, Mascarell renunció a su escaño (PSC) porque tenía ganas de hacer otras cosas y aceptó ser consejero delegado de RBA Audiovisual. Historiador y autor de varios libros, Mascarell fue regidor del Ayuntamiento de Barcelona entre 1999 y 2006, ocupando en diferentes momentos las concejalías de Cultura y Gràcia, con diferentes alcaldes socialistas. Fue uno de los impulsores del Plan de Bibliotecas de Barcelona, que ha permitido dotar en la ciudad de más de un centenar de centros de lectura. Partidario de hacer la consulta, considera que las relaciones entre España y Catalunya han empeorando tanto por la ineficiencia del Estado y por su desconsideración en términos de identidad. Mascarell, que se dio de baja del PSC en 2011, no cree que el caso Pujol afecte al proceso soberanista porque lo que se está viviendo en Catalunya es un proceso de gran calado social.
Acabamos de vivir una Diada multitudinaria, con 1,9 millones de personas manifestándose, según la Guardia Urbana. ¿Qué le pareció?
Creo que la manifestación expresó muy claramente la voluntad de cambio que hay en la sociedad catalana, la desconfianza hacia el Estado español y la esperanza por construir un país nuevo. También me pareció la expresión de una Catalunya muy plural. Realmente, no me sorprendió ver tanta gente. Viajo mucho por pueblos y ciudades de Cataluña y la gente nos anima y nos empuja a seguir adelante.
La Diada se produjo a menos de dos meses de la consulta y con una previsible impugnación por parte del Tribunal Constitucional. ¿Usted piensa que la consulta se hará el 9-N?
Claro que se hará la consulta. Es la expresión de una voluntad democrática del pueblo catalán. Hemos fijado una fecha. La fijó el Presidente de acuerdo con otros partidos. Es la voluntad del pueblo de Catalunya y de sus instituciones. Por lo tanto, sí que se hará la consulta.
Pero si el Tribunal Constitucional la prohíbe, ¿la idea sería hacerla igualmente?
La sociedad catalana tiene que ir respondiendo con un formato más de política de estado ante este tipo de cuestiones. No hace falta que vayamos enseñando todas las cartas cada día y a todas horas y, además, de una manera pública. Soy miembro de un Gobierno que se expresa única y exclusivamente a través del presidente del Gobierno y/o el portavoz del Gobierno. Mi opinión es irrelevante sobre esto. La tengo, evidentemente, pero la opinión que cuenta es la de intentar hacer las cosas dando respuesta día a día a aquel tipo de trabas que vayan saliendo. Uno de los elementos que caracterizan la sabiduría de los estados es justamente hablar normalmente con una sola voz y actuar cuando tienen que actuar. Nosotros hablamos mucho y actuamos a menudo fuera de tiempo. Esto es normal. Es un síntoma de nuestra propia realidad política. No quiero contribuir a esto. Me parece que, hecho el 11 de septiembre de manera exitosa, con mucha gente a la calle, toca el siguiente episodio que es aprobar una Ley de consultas. Será antes de que acabe el mes [el día 19]. Y una vez aprobado esto, todo el procedimiento tendrá que ir día a día. No veo por qué tenemos que explicar qué haremos si no sabemos lo que teóricamente harán los otros. Bien, sí que sabemos cosas. Sabemos que el Gobierno del Estado ya ha decidido qué hará independientemente de que no sabe cuál es la letra de la norma que aprobaremos en Catalunya. Tenemos que actuar con inteligencia y con pocas diferencias entre los partidos políticos que están a favor. Lo que tenemos básicamente es la unidad. Preservar la unidad es la asignatura principal de todo este proceso.
En el supuesto que la consulta no se llegara a hacer, ¿se estaría ante un escenario en que la única salida serían unas elecciones plebiscitarias a corto plazo?
Tengo todos los supuestos en la cabeza, pero no me sacará ni uno. No quiero jugar a este juego. Cómo puede comprender, como persona que estoy en el Gobierno de Catalunya y como persona que piensa y reflexiona sobre las complejidades de la vida política catalana, todos los escenarios los tengo a la cabeza. Pero no quiero ser frívolo. No quiero ser tertuliano. No soy un tertuliano. Soy miembro del Gobierno de Catalunya. Y pienso que unos y otros tenemos que actuar con este criterio. No se trata de hacer tertulia. Se trata de ganar. Y, ¿por qué se trata de ganar? Pues, básicamente, porque al pueblo de Catalunya le conviene. El pueblo de Catalunya está perdiendo potencialidades de bienestar y potencialidades de futuro. Básicamente, porque estamos en un debate con un Estado malo, en el sentido de poco eficiente, y que, además, no se preocupa especialmente por los intereses de los catalanes. Y, por lo tanto, ante esto no nos podemos distraer. Esto pide ir con cuidado. E ir con cuidado es saber decir cada cosa en el momento que toca y por la persona que lo tiene que decir. Y, además, siempre con esta voluntad de unidad.
Hemos vivido este verano, la confesión del expresidente Jordi Pujol que ha tenido dinero al extranjero sin declarar durante más de 30 años. ¿Cómo cree que puede afectar el caso en el proceso soberanista?
No creo que afecte en nada. La gente sabe perfectamente que lo que se está produciendo en Catalunya es un proceso de gran profundidad, de gran calado social. No es un proceso vinculado a una persona. Es evidente que el caso ha incomodado y ha disgustado a mucha gente y es evidente que esto necesitará explicaciones que todavía hoy nos cuestan de digerir. Pero, ¿cómo podemos pensar que una sociedad movilizada como la catalana tiene que ver con la dinámica de una sola persona? Esto es un concepto de la historia muy elitista y aristocrática. Pero, por suerte, estamos en la época democrática. Estamos viviendo las primeras sociedades democráticas y la nuestra lo es. Lo que está sucediendo en Catalunya es voluntad de la gente, no es voluntad de las élites políticas.
Y a Convergència, concretamente, ¿cree que le puede influir el caso Pujol?
Esto la propia gente de Convergència lo dice, que sí, que es natural. Es su fundador. Es una persona con unos vínculos muy profundos. Ha sido el ideólogo, el padre. Lo normal es que así sea. Lo considero normal. Y esto obliga a Convergència a hacer, como es natural, un proceso de reflexión y renovación. No creo que estas cosas sean tan radicales como la gente dice. Creo que Convergència todavía tiene un papel muy importante en la sociedad catalana.
¿Qué nos ha llevado a estas relaciones tan tensas entre Catalunya y el Estado español?
Lo que nos ha llevado a este punto ha sido la ineficiencia del Estado. Es un Estado poco eficiente en términos económicos y sociales y absolutamente desconsiderado en términos de identidad. De todas las expectativas que nos dimos a finales de los años 70, todos los caminos que han tomado son más regresivos que no constructivos. Esto se ha acentuado en los últimos 10 años. El conjunto de las clases sociales catalanas desconfían del Estado. Desconfían los jóvenes. Es normal. Un 50% de paro entre los jóvenes es una barbaridad. No somos ni conscientes de lo que esto significa en términos de desconfianza social. Es una barbaridad la política educativa que se ha ido emanando desde el Estado: se ha hecho una Ley educativa cada dos años en lugar de dejar tranquilos los procesos autonómicos y permitir que se consoliden. Esto necesita quietud, tranquilidad. El Estado, en este sentido, ha sido profundamente ineficiente. También ha sido profundamente ineficiente en el ámbito cultural, con la lengua catalana. A estas alturas, ¿todavía tenemos que estar defendiendo el catalán? En el campo de las infraestructuras no se ha invertido nunca más allá del 20% de lo que se ha acordado. Tenemos un déficit acumulado brutal que va revirtiendo en incomodidades en el día a día de las personas en transportes, pero también como estrangulamiento del desarrollo económico.
Esta Catalunya independiente que se imagina usted, ¿la ve dentro o fuera de Europa?
Evidentemente, dentro de Europa.
¿Con la misma moneda actual?
No veo ningún motivo para pensar que no. Más allá de las miradas con prejuicio. ¿Por qué, no? Europa es una realidad pragmática que suma estados, y Catalunya es parte del corazón de Europa. Ha sido europeísta mucho antes que otros que ahora dicen que Catalunya no tiene que estar. No hay ningún motivo para pensar que no. Esto no es más, por decirlo de alguna manera, que la propaganda del miedo.
Todo este proceso que estamos viviendo en Cataluña, ¿diría usted que nace en la calle?
Lo afirmo con absoluta convicción. Sólo hay que mirar la realidad para darse cuenta. Como consejero visito todos los pueblos y ciudades de Catalunya. Prácticamente cada fin de semana, estoy dando vueltas por el país. Lo más interesante de mi trabajo es ver, percibir y comprender cuáles son las inquietudes de las personas. Si alguien se cree que los catalanes son una gente que hace todo esto porque hay alguien que los dirige desde una plaza central o una gran ciudad, es que no entiende la realidad catalana. Esto sucede porque la gente está incómoda con la realidad y, ante la incomodidad, reacciona.
Diría que, más allá del conflicto institucional, ¿hay un conflicto entre la sociedad civil catalana y la española?
No hay ningún conflicto más allá de los que son prefabricados. Y es natural que sea así. En primer lugar porque la sociedad catalana tiene unos vínculos de gran calado con la sociedad española en muchas direcciones: familiares, culturales e, incluso, económicos. Si me preguntan por la cultura castellana no tengo ningún problema a decir que es uno de los elementos importantes de mi propia culturización. Hay grandes escritores, poetas y pensadores que han tenido mucha presencia en mi formación. No me da ningún reparo decirlo. Desde el punto de vista humano, ¿son mejores los catalanes que los españoles? No. Creo que la catalanidad se ha convertido en algo expiatorio, cómodo por el Estado, pero pienso que de base a base, de sociedad a sociedad, nos podemos entender la mar de bien. En el futuro, incluso, sumaremos, y compartiremos un territorio. La gente no se acuerda, pero los países nórdicos eran unos países con una gran capacidad para pelearse entre ellos. Sólo hace 150 años se peleaban entre ellos y hoy son el avance social del mundo. ¿Por qué no podemos imaginar una península Ibérica basada en la cooperación entre las personas? Creo que lo que estamos haciendo en Catalunya es bueno para todos los españoles.
¿Por qué?
Pues porque el Estado español, que es inoperante, también se tendrá que transformar. Tendrá que mejorar. Tendrá que ser más eficiente. Tendrá que dar cuentas a su ciudadanía. No tendrá la excusa catalana.
¿Esto cree que será así más allá del partido que gobierne en España?
Sí, en términos estructurales. Uno de los problemas por los que España no va bien es porque las élites españolas, más allá del partido que gobierna, se entienden. Han creado un elemento excluyente, exclusivo, que responde a sus necesidades, pero que no responde a las necesidades de los otros.
¿La tercera vía ya no es una opción? ¿La solución al conflicto entre Catalunya y el Estado español pasa obligatoriamente por la independencia?
La tercera vía habría sido posible, pero habría sido posible si no hubieran liquidado el Estatut, por ejemplo. La tercera vía sólo puede ser considerada, ser verosímil, si hubiera llegado, en términos de pasado, de la propia estructura estatal o si llegara de la propia estructura estatal. Pero esto es lo contrario del que está sucediendo. La tercera vía quiere decir que PP y PSOE, más instituciones estatales, más Tribunal Constitucional, más la Corona hagan una oferta a Catalunya y los catalanes la podamos valorar democráticamente. ¿Dónde está esta tercera vía? ¿Alguien la insinúa? El PSOE no la insinúa. Plantea que se tiene que transformar la Constitución, pero no va más allá. Y el PP no solamente no la insinúa sino que dice no a todo. ¿En qué se asemeja esto con una tercera vía? ¿Podría ser que la tercera vía saliera de la sociedad civil española? De acuerdo. Pero yo hasta ahora lo que he visto han sido manifiestos más bien críticos y poco comprensivos con el anhelo democrático del pueblo catalán. La tercera vía podría ser, pero no momento no está. Cuando esté, los catalanes, que en general somos pragmáticos, la escucharemos.
Miguel Herrero de Miñón, uno de los padres de la Constitución, propuso un gran pacto de Estado para blindar las competencias básicas de Catalunya: economía, lengua e identidad, y que los catalanes lo pudieran votar.
Pero esto lo propone un señor.
Uno de los padres de la Constitución.
Sí, pero es una persona. Que yo sepa no manda. Es una muestra de buena voluntad, pero esto no lo puede proponer una persona. En Catalunya estamos hablando de una cosa que, poco o mucho, tiene detrás una parte de la sociedad civil y la clase política. Esto es una vía, con las contradicciones que quiera, pero es una vía. La tercera vía tiene que ser una cosa de una envergadura similar. Tiene que ser el PP, el PSOE, las instituciones del Estado que digan vamos a hablar en serio. No sé si alguien la propondrá, pero de momento yo no la sé ver. Me gustaría ver la propuesta.
A nivel cultural, ¿cuáles son los principales puntos de conflicto con el Estado español? El Estado tiene que hacer de estado. Si usted me pregunta porque quiero un estado propio, le diré que lo quiero para poder hacer cosas que hace 30 años que el Estado español tendría que haber hecho y no ha hecho.
¿Cuáles son?
Por ejemplo, una buena Ley de la propiedad intelectual. España es el país donde menos se ha cumplido la propiedad intelectual. Esto tiene un perjuicio brutal para los creadores y las industrias culturales. También hace 30 años que esperamos una Ley de mecenazgo que nos está poniendo a la cola de todos los países avanzados en este aspecto. Esto está perjudicando a generaciones enteras de creadores y de emprendedores culturales. Por ejemplo, la posibilidad de legislar sobre el IVA. Tenemos el IVA cultural más caro de Europa. Esto significa un perjuicio brutal para los creadores de nuestro país. Y una cuarta cosa que me parece particularmente importante es que si nosotros tenemos un déficit fiscal crónico, nuestro presupuesto cultural es crónicamente bajo. Es lo que nos está pasando y está afectando generación tras generación. Esto desde el Estado español no se ha querido afrontar y, por lo tanto, lo tendremos que afrontar desde nuestro Parlamento soberano. Es la lucha para hacer de la cultura una cosa preminente en la vida política catalana. Es la lucha por un estado propio.
Decía que un IVA tan elevado es un gran perjuicio para los creadores.
El IVA básicamente tendría que estar en la media europea. Depende de los sectores, pero todo sumado, está entre el 8 y el 12%. Nosotros estamos en el 21%. También se podría plantear una posición más osada. Consistiría en que un país como Catalunya, después de tantos años de dificultades culturales, pusiera la franja más hipereducida del IVA. Esto, con cinco años, transformaría la vida cultural del país. Hay cosas a hacer. Por eso digo que el Estado es malo en el sentido de negativo y poco eficiente. Ninguna de estas cosas se hace porque los dioses hayan dicho que seamos un país con especiales dificultades. Es porque la opción política es la incorrecta.
Como consejero de Cultura, ¿tiene noticias que haya compañías de teatro, danza u otros espectáculos que hayan sufrido un descenso de las contrataciones en el resto de España?
Ha habido un descenso de las contrataciones, pero este descenso de las contrataciones es más general que no particular. Es más fruto de la situación de crisis. Si las propuestas son talentosas, la gente no discrimina. Lo mismo pasa aquí. Las compañías de teatro en castellano, ¿tienen algún rechazo especial en Catalunya? No. ¿Funcionan mal? No, sí la propuesta es buena. La mitad de las compañías que han ido a la Fira de Tàrrega venían de fuera. Este prejuicio en Catalunya no existe. Es un prejuicio inventado. No tiene ninguna vigencia entre nosotros.
Le he oído decir que hay que reforzar la democracia. Se refería a la financiación de partidos. ¿Lo puede explicar?
Una parte importante de lo que ha sucedido en términos de corrupción tiene que ver con una cosa que, inicialmente, parecía que estaba mal legislada y la democracia española no afrontó nunca y que era justamente la financiación de los partidos. Y creo que, a partir de aquí, se fueron creando bucles de problemática que nos han ido llevando a muchas de las situaciones que nos hemos encontrado. Se tiene que legislar a favor de que esto no pueda pasar. Hay modelos perfectamente adaptables. Sin ir más lejos, el modelo canadiense es un modelo bastante perfecto sobre cómo se tiene que tratar la financiación de los partidos. Y esto quiere decir hacerlo. La democracia se construye cada día. Si nosotros queremos que la democracia funcione más bien, miramos que hay en el mundo y decidimos las tres o cuatro cosas que podemos hacer. Si no lo hacemos es porque alguien no quiere. Y, aquí, la principal responsabilidad quién la tiene es el Estado. El Estado es una herramienta a nuestro servicio. No es nuestro padre salvador. La mayoría de los europeos esto lo saben. El Estado es una herramienta que trabaja a mi servicio y no tiene derecho a imponerme. Por eso, pago impuestos.
Hay una gran desconfianza ciudadana hacia la política. Vemos que están saliendo nuevas plataformas y partidos que parecen recoger este malestar: en el ámbito municipal barcelonés, Guanyem, a nivel estatal Podemos. ¿Cómo cree que pueden influir en las próximas elecciones?
Tienen un trasfondo significativo, que hay que considerar. La política necesita de nuevas formas, de nuevas maneras. Si esto, mas allá del título nueva política, es nueva política todavía lo tenemos que ver. La nueva política se expresa con programas que sean factibles. Si los programas son demasiado ideológicos, demasiado populistas o son anunciados sin sustancia, esto no será nueva política. Esto ha pasado siempre. La política se expresa poniendo en primer plan el consenso. La gente quiere consenso. También está por ver todavía si las características de la nueva política se identificarán exclusivamente con estos que se llaman nueva política o la política tradicional hará también la renovación necesaria. Yo creo que será más bien esto, una renovación de la política tradicional y la incorporación de nuevos agentes, como es natural, después de 20 o 25 años del funcionamiento de los instrumentos de siempre. Es bastante natural que en este proceso de cambios sociales a nivel global aparezcan nuevas formas de expresión política. Pero insisto la nueva política no es el anuncio de la nueva política. La nueva política son unas bases sustancialmente diferentes y todavía está por ver quién la traerá y quien tendrá la confianza de la gente.
¿Cuáles tienen que ser los ejes de la nueva política?
Son fundamentales los contenidos, los programas. La gente tiene que identificar ideas tangibles que están pensadas para mejorar el bienestar y la calidad de vida de las personas. Pienso que tienen que ser programas que pongan el consenso por delante Pienso que tienen que ser unos programas que garanticen unos procesos de participación superiores. Tienen que ser programas donde los elementos vinculados a la sostenibilidad del futuro tendrán que estar en primer plano. No se puede pretender construir ahora el paraíso terrenal y no tener en cuenta el futuro. Con estos tres o cuatro elementos ya tenemos una idea de lo que tiene que ser la nueva política. Pero insisto es más esto que el anunciado general.
Vamos acabando. ¿Qué futuro le augura al PSC?
En Catalunya hay socialismo. No se puede confundir a toda la gente que nos movemos en un marco ideológico social-demócrata, liberal de izquierdas o socialista con lo que representa el partido. Son dos cosas un poco diferentes. Creo que en Catalunya se consolidará un socialismo social-demócrata, en un ámbito ideológico inequívocamente catalanista y de renovación de la social democracia. Esto está para empezar. Hay tanteos pero creo que está para empezar. El PSC me cuesta más saber qué papel jugará. El PSC se olvidó de hacer tres cosas: se olvidó de la renovación del pensamiento socialdemócrata, se olvidó de renovar la fuerza o el empuje democrático y se olvidó de renovar la propia política. Son tres cosas que habría podido hacer y no hizo. Por eso está en crisis.
¿Cree que el PSC se ha equivocado en la manera de enfocar el proceso soberanista?
Dejé el PSC porque las personas pensamos en términos de identidad. La identidad entendida como diversidad, como pluralidad, como comunidad, como cohesión, como voluntad de futuro. La identidad no es una cosa cerrada. La identidad de los catalanes siempre ha sido una cosa abierta. Expresa pluralidad, diversidad, capacidad de integración. Este debate es el que se tiene que hacer. Es el que se está haciendo. La gente nos queremos sentir partícipes de una comunidad, vivir juntos con diferencias y con pensamientos plurales. Lo que no podemos es hacer como que no existe. El PSC se ha olvidado de hablar de estas cosas y está más preocupado de si mismo que de la sociedad.