El folklore de Júlia Colom y el indie-pop de Sidonie animan la primera jornada del Festival de las Ideas y la Cultura

Núria Martorell

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Júlia Colom salió valientemente a capela, interpretando los seis versos del canto rural Que m’abrasava, dejando claro que tanto ella como el público tendríamos ganas de más [Com més bevia, més set]. La joven cantante y compositora mallorquina fue la primera protagonista de los conciertos organizados por el Festival de las Ideas y la Cultura en la plaça Catalunya. Una velada que culminó con la frescura del grupo Sidonie, dispuesto, como siempre, a saciar las ganas de alegría del personal.

Pasados pocos minutos de las ocho de la tarde, en el centro neurálgico de Barcelona, Júlia Colom conquistó tanto a seguidores expectantes como a neófitos sorprendidos que comprobaron con qué naturalidad se paseó tanto por la música tradicional como por la urbana. Cálida. Cercana. Agradecida. Combativa.

“Hola, Barcelona. Estoy super emocionada de estar aquí, de presentar mi primer disco, Miramar. Hacía mucho que no tocaba en esta ciudad”, explicó antes de que, con su original fraseo, cantara piezas como Estròfica. Una personalísima revisión del tradicional El Cant de la Sibil.la, donde originariamente se prevenía de la llegada del fin del mundo, momento en que los justos irían al cielo y los pecadores arderían en el infierno.

Aquí Júlia, de la mano de unas sugerentes bases electrónicas, da una bofetada de realidad avisando de que cuando llegue el apocalipsis ni Dios nos cogerá confesados. La pieza la enlazó con otro acierto, Ell i ella, tema en el que expone las dudas sobre su sexualidad para liberarnos de la cansina dicotomía del binarismo, fluyendo con el devenir de los sentimientos. Una elección más que apropiada para un 28 de junio, Día Internacional del Orgullo.

La cantante se la dedicó “a la comunidad LGTBIQ+” y lanzó la siguiente advertencia: “Hemos de estar atentos y no despistarnos. Porque cerramos los ojos y ya volvemos a estar atrás. ¡Debemos de estar al pie del cañón!”. Para el meridiano de su actuación eligió Camí amunt con sus arpegios guitarreros y su inspirada letra, en la que imagina una huida para tomar decisiones. Y reservó para el final la hipnótica Jo t’estim, exponiendo todas las fases del amor en su canción más pop.

Júlia Colom ha vivido desde pequeña sumergida en la tradición oral mallorquina, y se ha curtido como artista en el Taller de Músics de Barcelona. “Todo lo que hacemos por nuestra cultura es militancia”, aseguró en una reciente entrevista. Ella es una maravillosa prueba de que raíces y modernidad pueden ir de la mano. Y volar. Libres.

Ondeando orgullo

El turno fue después para Sidonie. Con su carisma y desparpajo habitual, la banda desplegó su artillería de pop-rock bailable y de letras impregnadas de ironía. Una combinación que desde hace casi tres décadas saben que es sencillamente irresistible. Al trío original formado por Axel Pi (batería), Jes Senra (guitarra y voz) y Marc Ros (guitarra y voz), se les ha unido en los directos Jordi Bastida (guitarra).

Y en este formato, la banda se crece y disfruta sin medida ni contención alguna. De hecho, la incorporación de Bastida permite que Marc se suelte todavía más como el entregado e irrepetible frontman que es. Su entrada en el escenario fue recibida con una sentida ovación. CEDÉ, una canción de sonido casi garajero de su último trabajo, bautizado Marc, Axel y Jes, fue la encargada de abrir el bolo. “Domingo de noviembre, he bajado hasta el mar / Me siento en un banco y me pongo a observar”. Así reza la primera estrofa.

No importó que fuera un viernes de junio ni que el asfalto aún mantuviera el calor del verano. Su capacidad para transportarnos a sus elásticos universos es indiscutible. Y esta primera toma de contacto atrapó al instante a un público que, desde ese momento, no paró de corear, bailar y saltar.

De hecho, el verano llegó más tarde con Verano del Amor, con la que el grupo apoya a los que luchan contra el calentamiento global. Para entonces, Ros ya se había sacado la chaqueta y ondeaba una bandera LGTBIQ+ que anteriormente había colocado en la tarima del batería.

Verano del Amor; fue el tercer sencillo del disco El regreso de ABBA, basado en la novela homónima del cantante. Y de este álbuminterpretaron más piezas, como Me llamo Abba. “Venga, Catalunya, cantaaaa”, espoleó Ros, ante una audiencia que obedeció de inmediato: “Abba, Abba, Abaaaa”.

Con Fascinado el ambiente se fue caldeando aún más. Y a estas alturas, pues sí, tenía al personal totalmente fascinado. Incluso a los transeúntes y guiris que simplemente pasaban por ahí y ni siquiera sabían quién era esa banda tan alegre que brincaba sin parar y se medio despelotaba en el escenario.

Y más descolocados se quedaron al escuchar el siguiente tema y enterarse de que se trataba de El Peor Grupo del Mundo (título chocante donde los haya). Marc Ros tuvo unas palabras para ellos, en inglés “Hola a todo el mundo. Turistas, respetad la ciudad, por favor. Y respetad a los catalanes”.

Tras estrenar la canción La matanza de Texas, grabada con Mujeres y Ladilla Rusa, aprovecharon para anunciar que su próximo disco “será íntegramente en catalán” después de abordar su única pieza en este idioma hasta el momento, Portlligat (bueno, en la memoria de algunos permanece su homenaje a Serrat versionando ‘Una guitarra’). Y el repertorio prosiguió con una habanera dedicada a un amor platónico, Por ti.

A la marchosa En mi garganta le sucedió la desconcertante Me gustas todo el rato [“Quiero decir que me gustas todo el rato / Aunque te gastes todo en drogas y zapatos”]. “¡Se ha de cantar mucho más sexie!”, pidió Ros. Y después llegó Mil colores, con un Jes hiperactivo: tras sustituir a Axel a la batería, mientras éste se contorneaba en el centro del escenario pandereta en mano, tocó el sitar un buen rato.

Subido a los hombros de uno del crew y paseando así entre la gente, el cantante interpretó Un día de mierda, para acabar encaramado en lo alto de la barra del foso. Y llegó entonces Maravilloso, su homenaje a Barcelona, con puyas incluidas al turismo de masas. Una pieza que Sidonie cuando la publicó describió como “una mezcla inaudita de Georgie Dann y Nacho Vegas”.

Entraron ya al tramo final con los hits ineludibles: el autorreferencial Carreteras infinitas, que acabó con un estriptís de Bastida, quien siguió tocando la guitarra sin camiseta; y las cañeras El incendio y Estáis aquí, con Jes chupándole el torso al guitarrista. “Salta, plaza Catalunya, ¡Salta!”, exclamó el cantante. Y todos cumplieron con el ritual: pasar de estar de cuclillas a brincar como un resorte.

El clímax llegó con No salgo más. Y con el power pop vitaminado de su celebrado himno dieron por terminado un concierto gamberro y vitalista. Puro Sidonie.