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La 'guerrilla audiovisual' que grabó y denunció la cara B de la Transición en Barcelona

Fotografía de un rodaje durante la campaña de la Lliga de Catalunya / Servei de Vídeo Comunitari

Pau Rodríguez

30 de marzo de 2024 22:25 h

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Un buen día, los vecinos del barrio periférico de Can Serra, en l’Hospitalet de Llobregat, vieron cómo llamaban a sus puertas un grupo de jóvenes con cámaras de vídeo. Querían ayudarles a denunciar los temblores que provocaban las obras del metro. Parecían periodistas de TVE, la única televisión posible en 1978, pero no lo eran. “Aquello era diferente”, advertía la crónica del diario Tele/eXprés.

Poco después, esos mismos cámaras montaron sus monitores de televisión en plazas, mercados y bares para compartir el reportaje ¡Que viene el metro! con los vecinos. “El objetivo era que todos se enteraran de lo que ocurría, porque la televisión no lo contaba, y así facilitar la movilización social”, recuerda Lluïsa Roca, una de esas jóvenes 'reporteras'. 

Ese equipo, mezcla de activistas y documentalistas, se llamaba Video-Nou, y actuó entre 1977 y 1983 para ejercer la denuncia social de todo aquello que quedaba al margen del relato oficial de la Transición en Barcelona. Suyas son las pocas imágenes audiovisuales que se conservan de eventos alternativos que hoy forman parte de la memoria histórica barcelonesa, como las Jornadas Libertarias del Park Güell, las performances del artista Ocaña o la huelga de las gasolineras, de 1977. 

“Se puede dar por seguro que sin ellos muchísimos sucesos de la Transición no hubiesen quedado documentados en Barcelona”, sostiene Daniel Gasol, artista e investigador de la Universitat de Barcelona (UB), que acaba de publicar Historia no oficial durante la hipotética transición. El caso Video-Nou / Servei de Vídeo Comunitari (editorial Rayo Verde). El libro recoge, a partir de entrevistas con sus integrantes, la experiencia de ese colectivo autogestionado que vio en el vídeo una herramienta innovadora y ágil de agitación social. 

Aunque con el tiempo fueron evolucionando, y se pasaron a llamar Servei de Vídeo Comunitari, su método de acción solía ser siempre el mismo. “Nos entusiasmaba el vídeo por la inmediatez y por el feedback, porque hacíamos los pases allí donde grabábamos”, recuerda Roca. “Poníamos el monitor encima de un coche, conectábamos cuatro cables y sin apenas editar lo proyectábamos. Así se formaba una discusión pública”, relata esta mujer. 

El grupo, construido a base de un voluntarismo fruto del entusiasmo que caracterizó esa etapa inicial de la Transición, estaba integrado por arquitectos, pedagogos, artistas, sociólogos… Entre ellos figuraban Pau Maragall (conocido como Pau Malvido), el fallecido hermano del alcalde Pasqual Maragall y nombre clave del underground barcelonés; el profesor universitario Carles Ameller; el actor Francesc Albiol; Julián Álvarez, que luego fue director de la escuela de vídeo IDEP; o Maite Martínez, urbanista que más tarde sería diputada de IU. Todos ellos se reunían en el local de Ciutat Vella de Xefo Guasch, uno de los fundadores del colectivo, conocido agitador cultural de Barcelona, exresponsable de la Sala Bikini y fallecido el pasado mes de enero en un accidente doméstico. 

Además de su interés por la denuncia social, tenían conexiones con el movimiento libertario y la contracultura barcelonesa. Algunos de ellos, como Albert Estival, también fallecido, escribían para la revista Star, emblema del cómic y de los circuitos alternativos de la ciudad, junto con Ajoblanco. Grabaron varias exposiciones en la galería Mec-Mec, como la del artista y ‘transformista’ Ocaña, e incluso una parodia de telediario con los viñetistas Javier Ballester Montesol y José Miguel González Onliyú.

Sus inicios: un ‘hackeo’ a la derecha catalana

Video-Nou nació a raíz de unos cursos celebrados en Barcelona sobre lenguaje audiovisual en el que sus participantes entraron en contacto con experiencias de activismo social como el método del vídeo-bus. Esa experiencia consistía en recorrer territorios con un autobús, entrevistar a los locales y luego pasarles el contenido en pantallas desde el propio vehículo. Ese fue, de hecho, el primer encargo que recibieron y les llegó de parte del partido catalanista conservador Lliga de Catalunya, heredero del que puso en marcha Francesc Cambó con parte de la burguesía catalana. 

Los integrantes de Video-Nou aceptaron el trabajo y se subieron al bus, pero en vez de orientar sus entrevistas y pases de vídeo a la campaña electoral, como pretendía la Lliga, se dedicaron a satisfacer sus inquietudes. “Fue un ejemplo de hackeo del sistema”, resume el investigador Gasol. Pronto los de la Lliga vieron lo que ocurría y les obligaron a incluir cuñas electorales en los vídeos, pero ellos se negaron. Rompieron relaciones, fueron a juicio y el juez dio la razón a los miembros de Video-Nou, que recibieron una indemnización. 

Tal como relata uno de ellos, Carles Ameller, en el libro, en vez de quedarse cada uno el dinero decidieron usarlo para pagar sus primeros equipos. Una Portapak de la marca Sony de media pulgada. Así comenzó la aventura de Video-Nou. Sin más ingresos que esos iniciales, para conseguir cintas de vídeo peinaban bibliotecas y universidades para aprovechar aquellas cintas que iban a ser desechadas. 

Uno de sus primeros grandes proyectos fueron las Jornadas Libertarias Internacionales, un encuentro histórico en Barcelona, en el verano de 1977, que congregó a cientos de miles de simpatizantes anarquistas. Hubo discusión política y actuaciones musicales en el Park Güell, y de todo ello dieron cuenta los documentalistas de Video-Nou. Las únicas grabaciones que se conservan de los debates celebrados en el espacio teatral Saló Diana son suyas.

“Lo que hacíamos era instalar los monitores en el Park Güell y emitir las discusiones políticas que habíamos grabado. Se generaban debates muy interesantes”, rememora Lluïsa Roca. 

300 cintas rescatadas de un desván

Para ganarse la vida, además de compaginar esa actividad con otros trabajos, participaron en talleres educativos y establecieron una colaboración con el Ayuntamiento de Barcelona para realizar vídeos en los barrios en desarrollo. Fue entonces cuando se pasaron a llamar Servei de Vídeo Comunitari. Su trabajo más conocido de esa época es Jóvenes de Barrio (1982), firmado por Roca y la que era su pareja, Albert Estival. Ejemplo de realismo social, el documental da voz a los chavales del barrio de Canyelles, que hablan del paro, la escuela, las drogas o la delincuencia. Publicado en Youtube por el educador social Antonio Alcántara acumula más de 1 millón de visitas.

Como muchos proyectos que se sustentan en el idealismo y las relaciones de amistad, Video-Nou y Servei de Vídeo Comunitari llegó pronto a su fin. Entre los motivos del desenlace destacan los continuos avances tecnológicos en materia audiovisual que no podían asumir por falta de dinero. Pero también las necesidades económicas de algunos de los integrantes, entre ellos varios que hicieron las oposiciones para entrar en la incipiente TV3. 

Las cintas y los equipos se los quedó Pau Maragall, que tenía una suerte de productora, Intervisual, y guardó el material en una caja. Maragall, una de las mentes más brillantes de la contracultura, autor de Nosostros los malditos, murió de sobredosis en 1994 en plena Rambla de Barcelona. Las cintas se las llevó entonces el cineasta Carlos Pastor a València. 

Unos diez años después, Lluïsa Roca quiso recuperar la memoria de Video-Nou y fue a buscarlas en coche junto con sus colegas Joan Úbeda y Guasch. Depositaron el archivo en la Universitat Pompeu Fabra (UPF). En 2005 el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA) hizo una exposición con su material, Desacuerdos, y desde entonces el museo custodia el archivo de Video-Nou y lo está digitalizando. Son unas 300 cintas y no están todas, puesto que Gasol asegura que hay más por encontrar en el archivo de la CNT. Él mismo localizó unas en el Colegio de Arquitectos. Gasol, interesado en las corrientes disidentes que ponían en crisis el relato oficial de la Transición, ha contribuido a rescatar la historia de Video-Nou. 

Actualmente, Roca, Ameller y hasta hace poco el fallecido Guasch siguen tratando de difundir esos trabajos que quedaron congelados en el tiempo. Después de 1983, muchos integrantes perdieron el contacto entre ellos. Uno de los momentos en que se reencontraron fue en el funeral de Pau Maragall, en mayo de 1994. La anécdota la cuenta Maite Martínez. “Cuando abrieron el tanatorio nos encontramos ahí Marga [Latorre, que había sido su pareja], otro amigo y yo, solo con él, porque queríamos estar cerca. Luego vino un grupo de personas a buscarlo para hacer la autopsia, se lo llevaron, y después vino gente para llevarlo a la iglesia y se llevaron el ataúd vacío pensando que él estaba dentro”, relata. 

Y añade: “Esto seguramente no se sepa. En definitiva, que le hicieron un homenaje en la iglesia a un ataúd que estaba vacío, y a los que lo sabíamos nos pareció bien porque Pau no creía en esas cosas. Cómo era Pau… ¡Ni siquiera estuvo en su funeral!”.

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