Las Hijas de Felipe, un podcast de salseo barroco: “Nos escucha igual un fraile dominico que un drag del Apolo”

Mariona Jerez

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Pese al sol de justicia que el pasado domingo al mediodía caía sobre Barcelona, un centenar de personas se congregó en una plaza del barrio de la Sagrera para escuchar a dos mujeres: Carmen Urbita y Ana Garriga, más conocidas como ‘Las Hijas de Felipe’. Madrileña y salmantina, son las autoras de un pódcast sobre “cotilleos históricos” y “dramas barrocos” cuyo lema es: “Recuerda, todo lo que te pasa a ti, ya le pasó a una monja en los siglos XVI y XVII”.

Bajo esa premisa, con un tono humorístico y casual, hace ya cuatro años que comparten anécdotas olvidadas del Siglo de Oro, con guiños al feminismo, al lesbianismo y reivindicando lo casual e íntimo como parte de la historia.

‘Las Hijas de Felipe’ clausuraron la presente edición de la Biennal de Pensament con un episodio en directo sobre las obsesiones barrocas con el futuro y figuras como Fray Juan del Pozo, Felipe II, Francis Bacon o Lucrecia de León. Pero como siempre, lo hicieron desde la ligereza y el asosiego, no queriendo sumir a su público en lo que definen como “cronofobia que paraliza”.

¿Por qué se llaman ‘Las Hijas de Felipe’?

Ana Garriga: El nombre tentativo del pódcast, pero que en España no funcionaba, era A blast with the past [Un buen rato con el pasado]. En 2019, cuando trabajábamos de editoras en una revista académica, donde aún trabajamos, nos hicieron una foto. Estábamos en un momento muy malo del doctorado y la foto salió horrible. Tenemos las caras como chupadas, muchas ojeras... Sentimos que nos parecíamos mucho a las hijas de Felipe II. Y ahí se quedó. 

Carmen Urbita: Y seguimos siendo bastante hijas de Felipe. Las ojeras no las perdemos. 

Se conocieron haciendo el doctorado en Estados Unidos, ¿de dónde sale la idea del pódcast? 

C.U.: Estábamos recluidas en Providence (Rhode Island). Sentíamos bastante soledad. Cualquier ratito que tenía, aprovechaba para escuchar pódcasts y pensé ¿por qué no hacer uno nosotras?. No con intención de que funcionara, sino simplemente de grabarnos charlando sobre nuestros temas. Y el detonante fue la pandemia, porque como estábamos separadas, era una manera de mantener esa conexión y esas charlitas que no podíamos tener en persona.

Su premisa es: “todo lo que te esté pasando a ti ahora, ya le pasó a una monja en los siglos XVI y XVII”, ¿Cómo surgió ese interés por las monjas barrocas? 

A.G.: Los primeros años del doctorado en Estados Unidos fueron muy duros y en las largas noches de escritura realmente encontrábamos un asidero en esos textos, en ver que había personitas del barroco que habían sufrido tanto como nosotras, incluso más.

C.U.: Nos mandábamos mensajes por las mañanas, hartísimas y citando a una monja como para transmitir esa misma angustia que sentíamos. Siempre repetíamos la cita de una monja agustina recoleta que decía: “Grandísima repugnancia de que haya que escribir tanto como hay que escribir, estando como estoy”.

¿Por qué creen que no conocemos más anécdotas del “salseo” barroco? 

C.U.: Los primeros episodios salían de nuestras propias investigaciones. En el formato académico solo podían ser una pequeña nota al pie de página, pero a nosotras nos parecían anécdotas muy jugosas. Toqueteamos los siglos de oro, que aquí están súper cargados de significado. Siempre han estado instrumentalizados políticamente con una narrativa muy masculina, muy épica, muy canónica. Siempre se deja de lado lo femenino, lo íntimo, lo cotidiano. 

A.G.: Nosotras reivindicamos la cursilería y la intimidad. Los conventos están llenos de papeles de monjas que escribían las vidas de otras monjas, que se escribían a sí mismas. Hay toda una subjetividad que nadie ha contado y que a la gente le interesa. No es un interés masivo, pero cuando se cuentan rincones de la historia y del pasado donde te puedes ver reflejada, el apego es muchísimo mayor.

En los pódcasts muchas veces explican historias que involucran mujeres, lesbianas y conventos. A muchos les podría parecer una combinación extraña. ¿Os ha traído algún problema hablar de ello?

C.U.: No solemos tener mucho hate por sorprendente que pueda parecer. Nos escucha lo mismo un fraile dominico que una persona que estaba ayer haciendo drag en el Apolo. Aun así, durante una retransmisión en directo desde la cuenta de Instagram del Museo del Prado, Ana llevaba una camiseta en la que ponía “I was a lesbian child” [Yo era una niña lesbiana] y hablamos de intercambios epistolares entre monjas. Ni siquiera dijimos la palabra lesbiana, pero recibimos muchos comentarios como: “Si estas monjas levantaran la cabeza y supieran que estás insinuando que eran lesbianas…”. 

Toda esta gente obviamente no ha leído las palabras de la propia Santa Teresa, de moralistas jesuitas, gente que escribe sobre cómo evitar el lesbianismo en los conventos. Y eso es porque existía. 

¿Pensaban que llegarían a tener tanta audiencia cuando empezaron? 

C.U.: Ni siquiera nos imaginábamos que estuviera en las plataformas. Más que subir el número de oyentes, nos hacía mucha ilusión llegar a mundos muy distintos. Hicimos un episodio muy al principio que se llama ‘El boom del ladrillo barroco’ sobre especulación inmobiliaria en esa época y aquel episodio desbloqueó el universo de arquitectos que en ningún momento se habían interesado por la historia y de pronto entraron y ya se quedaron con nosotras. 

Su podcast reivindica la intimidad. ¿Cómo se sienten a la hora de hacer episodios en directo como este de la Biennal? 

A.G.: Nos hace muchísima ilusión ver a la gente que viene. Es muy halagador. 

C.U.: Y da miedo. 

A.G.: Pero queremos innovar en los directos porque los disfrutamos muchísimo.

C.U: Próximamente vamos a cumplir un sueño: en Santiago de Compostela vamos a hacer un directo en una iglesia barroca desacralizada de jesuitas y eso va a ser increíble.

Justo en el episodio de hoy han reivindicado el sosiego a la hora de mirar el futuro, ¿Qué le dirían a quienes quieran estudiar carreras de humanidades como hicieron ustedes?

A.G.: Es un camino muy complicado. La vida nos la ha salvado el pódcast. A todos los niveles, desde el más material hasta el más espiritual.

U.C.: Una cosa que siempre decimos, y esto aplica para todas las estudiantes en general: haz cosas con tus amigas. A nosotras nos ha ido muy bien. Si tienes un proyecto con tus amigas, colectivo, funcionará.

A.G.: Y como nos dijo nuestro productor Jesús Blanquiño: si a ti te interesa una cosa mucho, nunca te interesa solo a ti, siempre vas a encontrar una comunidad a la que interpelar.

¿Cómo es esa comunidad a la que ustedes interpelan?

C.U.: Hoy, por ejemplo [en la Biennal] han venido oyentes que tendrían como 50 años, con sus hijas preadolescentes. 

A.G.: Es la primera vez que vemos a gente tan pequeñita en la audiencia.

¿Tienen relación con la audiencia? 

C.U.: Una vez nos escribió una oyente por Instagram y nos contó que creía que su hija era lesbiana, pero la niña no decía nada.

A.G.: Porque vivía en un pueblo pequeño de Castilla-La Mancha. 

C.U.: Nos dijo que, para tirar de la lengua a su hija, que también escuchaba el pódcast, le dijo: “¿Sabes que ‘Las Hijas de Felipe’ son lesbianas?”, y a la niña se le iluminó la cara. Es de lo más bonito que nos han dicho nunca, la verdad.