Ahora sí que sí: el Sidecar ha pasado a la historia. La legendaria sala de conciertos llevaba varios meses cerrada mientras se acometían las reformas previstas por los nuevos propietarios, un grupo de empresarios que gestiona varias coctelerías de Ciutat Vella como Creps Al Born, Bar Farola y Bar Sauvage. La semana pasada ya se colocó en la entrada el rótulo con el nuevo nombre y aparecieron por el barrio los primeros carteles anunciando la inminente inauguración de un club en el número siete de la Plaza Reial. El local que este fin de semana abrirá puertas se llamará Club Sauvage.
Pudiera parecer una estrategia empresarial desacertada inaugurar local la última semana de julio, cuando la inmensa mayoría de barceloneses están preparando maletas para irse de vacaciones, pero los carteles que anuncian el nacimiento del Club Sauvage están impresos solo en inglés y dan una pista clara de a qué tipo de clientela interpela el local. “Push the feeling on”, “we fight for our right to party” y “the revolution will be danced” son algunos de los lemas con los que Club Sauvage espera atraer a los turistas extranjeros de paso por la plaza Reial.
El nuevo nombre del local servirá tanto para la coctelería que ocupará la planta baja como para la discoteca y sala de conciertos del sótano. La primera actuación de esta nueva etapa se celebrará el viernes 26 y la protagonizará el colectivo barcelonés de trap Chäckra. Dada su vinculación con otras disciplinas artísticas más allá de la música, el grupo aprovechará la velada para acoger la presentación de la línea de ropa de la marca White Designs. Para el día siguiente, sábado, está programado el concierto de Angry Zeta, una banda argentina de bluegrass punk.
Conciertos, sí; despidos, también
Tal y como exigió Roberto Tierz, fundador y antiguo propietario del local, el escenario de la plaza Reial seguirá acogiendo música en vivo. Pero ni estos dos grupos ni todos los que actúen en el futuro lo harán ya en la sala Sidecar, sino en el Club Sauvage. El emblemático rótulo con el logotipo de Sidecar que respaldó a los músicos durante miles de noches está en paradero desconocido. No es lo único que ha desaparecido. Varios trabajadores han sido despedidos, lo cual contradice la otra exigencia que impuso Tierz para consumar el traspaso: que las 24 personas que integraban la plantilla mantuviesen sus puestos de trabajo.
El tiempo ha demostrado que aquella segunda exigencia era papel mojado. Y no ha hecho falta mucho para comprobarlo. El 7 de febrero, solo una semana después de la fiesta de despedida a Tierz y al viejo Sidecar, dos camareras con contrato indefinido fueron citadas en las oficinas. Acudieron pensando recibir instrucciones sobre sus nuevos cometidos, pero lo que recibieron fueron sendas cartas de despido. Tan fulminante fue la rescisión de sus contratos que les llegaron las notificaciones bancarias con el ingreso del finiquito antes de entrar a la reunión. A algunos camareros con más años de antigüedad se les ofrecerían despidos pactados.
En realidad, Sidecar no cerró el 31 de enero. El inicio de las obras de rehabilitación se retrasó más de un mes, de modo que el local siguió abierto en febrero mientras la ciudad lo daba ya por muerto. Los discjockeys residentes pincharon todos los fines de semana de febrero, pero en cuanto llegó marzo llegaron también los despidos de los dj's en nómina Nacho Ruiz y Clara Rigby.
“Nos han mentido hasta el último momento”, lamenta una extrabajadora. Aun asumiendo que los nuevos propietarios pueden decidir a quién quieren y a quién no, comprende ahora que mientras se negociaba en secreto el traspaso del Sidecar se le ocultaba también cuál sería su destino final. Entre el personal despedido y también entre el que sigue en plantilla planea la sensación de que Tierz les dejó “con el culo al aire”.
Una reapertura eternizada
La reapertura de la sala estaba marcada en el calendario desde el día en que se anunció el cierre del viejo Sidecar. Iba a ser el 26 de abril, pero las obras se retrasaban tanto que cada vez parecía más inviable. Aquella noche iban a actuar las valencianas Lisasinson y los barceloneses Galgo Diamante. Hasta tres días antes del concierto no supieron que tendrían que actuar en otro local. La velada formaba parte del ciclo Girando por Salas, financiado por el Ministerio de Cultura y promovido por asociaciones de salas, productores y mánagers. Tan repentina cancelación no dio muy buena imagen de los nuevos propietarios de la sala ante el gremio estatal de la música en vivo.
Desde aquel día, se han aplazado o reprogramado decenas de actuaciones más: todas las de mayo, las de junio y prácticamente todas las de julio. Los grupos y promotores que llamaban para contratar la sala barcelonesa lo hacían sin saber si estaban cerrando una actuación en la sala Sidecar o en una sala con otro nombre. Ahora, como mínimo, queda claro que ya nadie volverá a tocar en Sidecar porque ese nombre ha pasado ya a la historia.
También queda claro que los grupos que actúen en el local de la plaza Reial se encontrarán unas instalaciones mejoradas. La única incógnita que falta por despejar es qué línea artística seguirá Club Sauvage tanto en lo que respecta a la agenda de conciertos como en lo que atañe a las sesiones de discoteca. Lo único seguro es que el equipo de programación del antiguo Sidecar sigue al frente en esta nueva etapa.