Fue al salir de su región natal, el istmo de Tehuantepec (Oxaca), cuando Lukas Avendaño se dio cuenta de lo que era ser muxe. En el ambiente diverso de la facultad de Antropología de la Universidad de Veracruz, no fueron sus pendientes, ni su pelo largo, ni siquiera las faldas que a menudo llevaba, lo que le hizo sentir cierto rechazo. Fue al tratar de entregarle un ramo de flores a un amor platónico con el que compartía clases: “Me dijo que no las aceptaba, que no podía ser”, comenta.
Antes de que la teoría queer desmontara a partir de los 80 las etiquetas masculino y femenino, atribuyendo las identidades sexuales y de género a una construcción social, el pueblo zapoteco -etnia indígena mexicana- ha venido incluyendo en su seno un colectivo que desafía estos conceptos. Son muxes. “Ni los ni las muxes, porque en zapoteco no existe un artículo que distinga entre géneros”, precisa Avendaño.
Muxe es aquel que, habiendo nacido con sexo masculino, asume la estética y los roles reservados a mujeres. “Las familias lo asumen como algo natural; 'así me lo trajo Dios', dicen las madres, pero no como un castigo como se suele decir con los homosexuales, sino como algo bueno”, resume Avendaño. Dada la naturalidad con la que han vivido históricamente en su comunidad, en la zona de Tehuantepec, descartan etiquetas como la de transsexual o la del llamado tercer género.
“No es un tercer género, porque se asume el femenino”, resume Avendaño. A lo largo de los años, los jóvenes muxe han acompañado a madres y hermanas en las labores del hogar. “Es lo propio de un contexto agrario, donde no hay mucho donde escoger; ahora se ha diversificado todo y muxes como yo han ido a la universidad y viajado a Europa”, comenta este mexicano desde una de las estancias del colectivo La Xixa Teatre en el barrio del Raval de Barcelona.
Nacido en 1978 en una localidad de 50 habitantes, Avendaño creció sin que nadie le corrigiera cuando escogía la figuras femeninas en los juegos infantiles. “Esto me permitió pensar que uno podía ser hombre, mujer o cualquier otra cosa”, celebra. Antropólogo y artista de performance, se encuentra estos días en Barcelona impartiendo talleres de artes escénicas. Ha protagonizado además una protesta frente al Consulado de México, también mediante el arte de acción, para denunciar la situación de decenas de miles de desaparecidos en su país. Uno de ellos es su hermano Bruno, del que no tienen noticia desde el 10 de mayo.
Los orígenes de la muxeidad
muxeidadEl origen de la identidad muxe es materia de discusión por historiadores y antropólogos, pero pocos dudan de que sus raíces se remontan a la época precolombina, cuando la cultura zapoteca era una de las más importantes de centroamérica. Los berdache o dos espíritus en norteamérica (nacidos hombres pero sin un género definido) o los enchaquirados en la zona de Guayaquil serían ejemplos, en otras puntos del continente, de identidades que desafiaban los dogmas occidentales de género, así como el de las relaciones sexuales y el matrimonio.
“La muxeidad no es por lo tanto algo excepcional; lo extraordinario es que haya podido sobrevivir a 500 años de persecución, negación e invisibilización”, sostiene Avendaño. Para este artista, es una prueba más de que la heteronormatividad, es decir, la imposición de la heterosexualidad a lo largo de la historia, es solo eso: una imposición social y política, que en este caso tiene que ver además con la conquista española que llevó consigo una idea de sexualidad y género.
El antropólogo Lynn Stephen lo dejó escrito así en un artículo en 2002: “La coexistencia del rol muxe con otros roles masculinos que ponen a los hombres en posiciones de dominación en relación a las mujeres sugiere la influencia del sistema de dos géneros colonial español, que resultó en la jerarquía de género y a menudo en la subordinación de la sexualidad de las mujeres a la de los hombres”.
En la actualidad, tampoco la categoría muxe es algo cerrado. Los hay que han optado por hacer el tránsito a mujeres cambiando de sexo. Tampoco tiene que ver con la orientación sexual. Algunos tienen mujer e hijos, otros mantienen relaciones duraderas con hombres, otros tienen relaciones bisexuales.
En pleno siglo XXI, la muxeidad no es ajena al movimiento por los derechos LGTBI, aunque la aceptación con la que se vive hace que a algunos les cueste convertirla en materia de reivindicación política. “Muxe no busca hacerse evidente, o enunciarse, o marchar debajo de una bandera, sino que simplemente es”, expresa Avendaño.
A su vez, este artista reconoce sin embargo que la influencia del colectivo LGTBI y las libertades sexuales ha impregnado esta identidad. Se percibe, por ejemplo, en la ropa. Pese a que en las imágenes más populares los muxe visten el tradicional y colorido traje de tehuana, no siempre es así. Avendaño viste durante la entrevista una camiseta básica, bermudas tejanas y unas zapatillas deportivas. Según un estudio de Amaranta Gómez, también muxe, la ropa femenina es un atributo reciente, a partir de los años 50 por influencia del transvestismo.
La identidad muxe y el arte
muxeDesde que empezó recitando poemas en la facultad, pasando por sus estudios en la academia de arte, Lukas Avendaño no se planteó hacer de lo muxe motivo artístico. Sus primeras performances, a principios de siglo, tuvieron que ver con otras realidades que le rodeaban: la guerra (acababan de suceder el atentado de las Torres Gemelas y la guerra de Irak), la inmigración (parte de su familia se había ido a vivir a Estados Unidos) o la pobreza (él es el primero de su familia en ir a la universidad).
“No es que yo lo decidiera en un momento dado, partió de una necesidad de evidenciar que el mundo es más que una escala de grises”, reflexiona. La temática de la muxeidad la empezó a abordar en 2012 con Réquiem para un alcaraván, inspirado en el viaje de Frida Khalo y otros intelectuales y artistas a la zona de Tehuantepec. De aquel episodio de los años 30 surgió la obra de la pintora mexicana 'Las dos fridas', un autorretrato en el que Khalo aparece con el traje de tehuana.
Con la indumentaria tehuana se plantó Avendaño a las puertas del Consulado de México en Barcelona el pasado jueves. La ha traído consigo porque en las próximas semanas lleva Réquiem para un alcaraván de gira por Polonia. La acción que protagonizó tiene que ver con otra realidad que sufre tanto él como México entero, y que está comenzando a impregnar su actividad artística. Se trata de las desapariciones, que han afectado a más de 34.000 personas en su país, entre ellas su hermano Bruno, del que no saben nada desde el pasado 10 de mayo, Día de la Madre.
Buscando a Bruno es el nombre que recibe su nueva performance. “El objetivo es que Bruno no se convierta en un ejemplo exitoso de impunidad del Estado mexicano”, lamenta el artista. “Si esclarecemos su paradero, podremos dar esperanzas a muchísimas familias sobre esa posibilidad”, confía.