Hubo una Barcelona en la que los taxis estaban prohibidos, los camareros y limpiabotas no aceptaban propinas, los sombreros estaban mal vistos y las notas de La Internacional eran el hilo musical que sonaba en todas las esquinas. Una ciudad en la que aproximadamente el 70% de las empresas fueron colectivizadas y en cuyos despachos se sentaron obreros y milicianos sin ningún apellido ilustre vinculado a la burguesía urbana.
La Barcelona anarquista, un experimento libertario único en Europa que tuvo su punto álgido entre julio de 1936 y mayo de 1937, había sido hasta ahora objeto de numerosos estudios y libros de texto. Faltaba, sin embargo, la historia gráfica de un periodo excepcional que había quedado en el desván de la memoria.
La exposición Gràfica anarquista, fotografia i revolució social (1936-1939) pone por fin punto y final a esa anomalía y ofrece un interesante testimonio sobre ese periodo, cuando Barcelona se convirtió en la primera gran ciudad donde los trabajadores asumieron el control total de buena parte de las fábricas y empresas.
La muestra ofrece un recorrido por el fondo fotográfico de la Oficina de Información y Propaganda, creada por la CNT-FAI en Barcelona durante la Guerra Civil con la intención de expandir el ideario revolucionario ante el avance del fascismo en Europa.
En la muestra se pueden ver decenas de imágenes de reconocidos fotógrafos como Katy Horna, la saga Pérez de Rozas, Antoni Campañà y David Marco, entre otros. También hay expuestas publicaciones anarquistas de la época, postales, credenciales y documentación de la CNT como por ejemplo un Manual del militante de esta organización.
Al provenir todo el material de una oficina de propaganda, las imágenes ofrecen una visión benévola de la ciudad durante esos meses. En contraposición a la imagen infausta que el franquismo trató de establecer sobre la revolución libertaria -haciendo énfasis en la quema de iglesias, las ejecuciones sumarias y la existencia de pistoleros que campaban a sus anchas- la exposición muestra la cara más amable del anarquismo.
Hay fotos de niños jugando en el estanque del Palacio de Pedralbes, reconvertido en una escuela infantil en 1936. También de la universidad popular instalada en la modernista Casa Golferichs e imágenes de las empresas colectivizadas funcionando a pleno rendimiento. En muchas instantáneas también figuran humildes obreros posando en los despachos donde unos meses antes se sentaban sus jefes. Completan la exposición retratos de milicianos e instantáneas de iglesias tiroteadas y de sus campanas preparadas para su fundición.
“La exposición intenta desmontar el imaginario construido por la burguesía durante años sobre el anarquismo”, señala Andrés Antebi, uno de los comisarios de la exposición. “La oficina de propaganda de la CNT tenía como objetivo desmontar ese estigma de que el anarquismo eran todo pistoleros y violencia irracional”.
La exposición, que se puede ver en el Arxiu Fotogràfic de Barcelona, también ofrece una interesante visión sobre las colectivizaciones agrarias fuera de la capital catalana, retratadas por Carlos Pérez de Rozas y su hijo en un encargo para el semanario ¡¡Campo!! que demuestra que la ilustre saga de fotógrafos trabajó para todos los bandos a pesar de su ideario conservador.
El periplo de las fotos por Europa
La demora en presentarse una exposición de este tipo en Barcelona tiene que ver, entre otros factores, con el azaroso periplo que el fondo fotográfico de la CNT realizó por toda Europa.
En enero de 1939, ante la inminente llegada de las tropas franquistas a Barcelona, los responsables de propaganda de la CNT-FAI introdujeron todos los archivos de su sección gráfica en 43 cajas de madera diseñadas para transportar fusiles Máuser. Los revolucionarios habían firmado un acuerdo con el Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam para que se encargase de salvaguardar la memoria del sindicato y las imágenes se cargaron en un tren con destino a la capital holandesa.
En su camino hacia Ámsterdam, el fondo hizo escala en París. Ante el peligro de una invasión alemana en Holanda, las cajas cambiaron de rumbo y se trasladaron finalmente a Reino Unido. Estuvieron primero en Londres (donde se perdieron algunos archivos durante los bombardeos) y después en Oxford. Al acabar la contienda, fueron trasladadas finalmente a Holanda.
Cuando el fondo llegó a Ámsterdam empezó una batalla legal entre los representantes de la CNT en el exilio y el Instituto Internacional de Historia Social de Ámsterdam, que no reconocía a los representantes del sindicato anarquista en el extranjero.
Finalmente en los años 80 se firmó un acuerdo con la CNT que reconocía la propiedad de las imágenes al sindicato a cambio de que se quedaran en este organismo holandés, considerado el instituto de historia obrera más importante del mundo. Se empezaron a catalogar y ordenar buena parte de los archivos de la CNT sin que se abordara el fondo fotográfico de la oficina propagandística del anarquismo en Barcelona, que siguió en el olvido.
Tendrían que pasar 30 años más hasta que las fotos fueran descubiertas en 2016. “Hasta esa fecha estaban encerradas, no se podían consultar y prácticamente nadie conocía su existencia”, señala el comisario. Tras un periplo de más de 80 años, las fotografías han vuelto a Barcelona.