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MANIFESTACIÓN
El independentismo pide unidad y “dejar de lamerse las heridas” en una Diada de mínimos

Cabecera de la manifestación de Barcelona

Oriol Solé Altimira

Barcelona —

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Ni mayoría parlamentaria ni fuerza en la calle. El independentismo ha confirmado su crisis esta Diada. El que durante una década ha sido uno de sus motores, la movilización masiva de sus bases, ha dado síntomas de estar gripado. Para hacer frente a la pérdida paulatina de apoyos en las urnas y las manifestaciones, las entidades soberanistas han llamado a todo el movimiento a rehacer la unidad. “Basta de lamernos las heridas”, ha pedido el líder de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), Lluís Llach.

A la manifestación de Barcelona han acudido 60.000 personas, según la Guardia Urbana de la capital catalana. La mayor asistencia a las otras cuatro ciudades (Tarragona, Lleida, Girona y Tortosa) en las que estaban convocadas manifestaciones ha sido en la capital gerundense, con 6.000 personas. Todas las marchas han transcurrido con ambiente cívico y festivo.

Tras la pérdida de mayoría independentista en el Parlament que abrió las puertas de la Generalitat a Salvador Illa poniendo fin a catorce años de Governs soberanistas, el independentismo civil ha centrado sus esfuerzos en intentar recoser el movimiento. 

Después de años sin organizar conjuntamente la marcha de la Diada, Òmnium Cultural y la ANC, junto a otras seis entidades, han querido predicar con el ejemplo y han pactado un manifiesto unitario. “Hoy demostramos que es posible llegar a acuerdos para las cosas que realmente importan”, ha ensalzado Llach, seguido de gritos de “unidad, unidad” entre los asistentes.

El propio manifiesto ha demostrado que al independentismo todavía le queda tarea por hacer antes de volver a rearmarse. En el apartado que ha leído el presidente de Òmnium Xavier Antich, se ha criticado abiertamente a los partidos políticos independentistas por su “incapacidad de ponerse de acuerdo en una estrategia que haga efectiva la autodeterminación”. “Han malbaratado mayorías en discusiones pequeñas y su pelea permanente ha traído una Generalitat que se pliega ante el rey”, ha añadido Antich.

Tras la polémica de la víspera de la Diada, cuando Lluís Llach no rechazó la presencia de votantes de Aliança Catalana en la manifestación, el manifiesto conjunto sí ha censurado los “discursos de odio y la antipolítica”, que según los organizadores “hace falta combatir porque ponen en peligro la cohesión social”.

Media hora antes de las 16.00h., Ramon y Anna, una pareja de jubilados del barrio barcelonés de Horta, se apresuraban a cruzar la ronda Sant Pere cerca del monumento de Rafael Casanova que todavía lucía todas las ofrendas florales de la mañana. “Pensábamos que sería como siempre, a las 17.14h., pero este año han avanzado la 'mani'”, expresaba el hombre mientras se dirigía al Pla de Palau.

Las entidades independentistas han adelantado este año una hora la convocatoria de la manifestación y han organizado una marcha descentralizada en cinco ciudades: Barcelona, Tarragona, Lleida, Girona y Tortosa. Las cinco sedes buscan evitar una única imagen de desgaste en la afluencia a la concentración soberanista (y, de paso, complicar la comparación de cifras con el año pasado, cuando la única convocatoria fue la de la capital catalana).

Con esa salvedad, la cifra oficial de 60.000 personas proporcionada por la Guàrdia Urbana de Barcelona, en la que ha sido la marcha más numerosa, ha confirmado el descenso de manifestantes. En 2023 fueron 115.000 personas, y en 2022, 150.000. En cualquier caso, si se suman las cifras oficiales de las cinco ciudades, se alcanzan los 70.000 manifestantes.

“Da un poco de pena pensar que hace unos años toda Barcelona ya estaba llena una hora antes de empezar, pero la represión nos hizo mucho daño”, valoraba Anna antes de iniciarse la manifestación. “Y menos mal que hoy es miércoles y no hay puente”, agregaba su marido.

Ton, Míriam, Santi, Josep y Mercè, un grupo de amigos de mediana edad que ha bajado a la capital desde Manresa, compartían su decepción con los partidos políticos. “No me gusta cómo lo han hecho, ninguno, pero lo importante es que vean que la gente sigue saliendo a la calle”, valoraba el primero. Mercè apostillaba y dirigía sus críticas: “Sobre todo ERC, que ha hecho president a un partido del 155”.

A nivel de partidos, ERC ha querido evitar los abucheos que en el pasado recibieron sus líderes por el 11-S y ni Oriol Junqueras ni Marta Rovira han asistido a la marcha. Los representantes de los republicanos han sido los secretarios generales adjuntos Marta Vilalta y Juli Fernàndez.

ERC, Junts y la CUP llegan a la Diada en plenos preparativos de sus congresos que renovarán sus programas (que no necesariamente sus liderazgos, sobre todo en el caso de los dos primeros). Los republicanos se han abierto en canal a raíz de la crisis por la guerra de falsa bandera de los carteles denigratorios de la Maragall y la guerra entre Oriol Junqueras y Marta Rovira es total. 

Antes de acudir a la marcha, Vilalta, en una comida popular organizada por el partido, ha instado a la militancia a superar los “momentos complicados” que vive la formación y a superar las diferencias internas. “No podemos olvidar quiénes somos, esta es la luz y la clave”, ha implorado la dirigente, que ha mostrado comprensión con la “decepción y rabia” que pueden sentir sus bases.

“El independentismo está pasando por un momento adverso”, ha constatado el secretario general de Junts, Jordi Turull. En plena operación para intentar aprovechar la crisis interna de ERC y afianzar su hegemonía en el independentismo, Turull ha arremetido contra los republicanos: “Cuesta entender que alguien crea que la independencia se alcanzará dando la llave de las instituciones catalanas”.

A diferencia de ERC, en Junts nadie discute el liderazgo de Carles Puigdemont, que tendrá que decidir si apuesta por presidir formalmente el partido y desbanca a Laura Borràs o señala a alguien de su confianza. Turull ha emplazado al congreso de Junts de octubre para dibujar “una nueva hoja de ruta con plazos” para la independencia, Por un segundo, casi aparece el fantasma de los fallidos 18 meses en los que el independentismo prometió la secesión en 2015, cuando las calles rebosaban por la Diada.

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