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Los independentistas sufren un brusco choque con la realidad

Pere Aragonès se dirige a la tribuna antes de su discurso en la noche del domingo.

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Tres años de mayoría absoluta del independentismo desde las elecciones de 2021 sólo ofrecieron un Gobierno dividido por la incapacidad de Esquerra y Junts de pactar un rumbo común. La reivindicación independentista se fue diluyendo y la retórica, siempre estirada hasta el infinito, no podía ocupar ese vacío. Junts apostó por otra salida unilateral que consistía en dejar tirado a su socio para que sufriera al frente de un Gobierno que ya no tenía poder para hacer nada.

Mientras tanto, sus portavoces continuaban ofreciendo el pronóstico de una victoria inevitable. “Lo volveremos a hacer”, decían, y eso era lo único en que coincidían Junts y ERC. El PP y la prensa de derecha no dejaban de recordarlo con tono de gran indignación, como si fueran los independentistas los que tuvieran las cartas en la mano. A la hora de la verdad, tocó escuchar a los votantes que dieron su veredicto: no, no lo vais a volver a hacer, al menos de momento.

El impacto del fracaso fue asimétrico, como suele pasar en las elecciones. Junts, con su líder a punto de regresar a Catalunya, tuvo un leve aumento hasta el 21,6%. Nada por lo que tirar cohetes. Quien mordió el polvo y de qué manera fue Esquerra. Siete puntos menos. Trece escaños menos. 

A primera hora de la noche, con sólo el resultado de la encuesta de las ocho de la tarde, TV3 colocó en pantalla un rótulo singular: “A ERC le pasan factura los tres años en el Gobierno”. Suele ser al revés. Lo que desgasta es la oposición. Lo que ocurrió fue que su Gobierno no sólo no tenía mayoría, sino que tampoco contaba con una gestión de la que pudiera presumir. 

Para acabar de arreglarlo, Pere Aragonès declaró el fin de las restricciones por la sequía cinco días antes de las elecciones cuando los pantanos habían subido hasta el no muy alentador 25% de porcentaje. Tenía mucha prisa en dar por solucionado un asunto que no lo está. Estas decisiones no funcionan si está muy claro que es para ganar votos de última hora.

Los socialistas consiguieron lo que querían o a lo que podían aspirar sin dejarse llevar por un loco optimismo. 42 escaños (nueve más que en 2021) y seis puntos de diferencia con respecto al segundo clasificado. Pero con ser bueno su resultado, su porcentaje, 28%, revela hasta qué punto ningún partido puede hablar en nombre de toda Catalunya. Sólo se puede gobernar con pactos y eso es francamente difícil en esa comunidad con demasiadas líneas de fractura entre partidos como para que su relación sea civilizada. 

Salvador Illa podrá presumir de su victoria en votos. No puede dejarse llevar por el entusiasmo, porque le podría pasar lo mismo que le ocurrió a Núñez Feijóo después de las elecciones de julio.

El escrutinio concedió una ajustada mayoría absoluta a la suma del PSC, ERC y los Comuns. Exactamente 68 escaños. Es lo que podríamos llamar un tripartito de izquierdas que no se convertirá en realidad. Esquerra lo dejó claro en la campaña. “Salvador Illa está en las antípodas de lo que defiende ERC”, dijo Pere Aragonès a este diario. Su número dos por Barcelona, Laura Vilagrà, afirmó que su partido ya había descartado pactar con el PSC, porque Illa es el “Doctor No” de la política catalana.

Aragonès lo confirmó en la noche electoral con el mensaje de que ERC estará en la oposición. Todo partido que sufre una catástrofe electoral es imprevisible por definición. Con el mensaje ahora difundido, sus dirigentes cortan cualquier debate interno que pueda dividir a una formación que ha sufrido un alto número de peleas internas en su historia.

Quien no se dio por vencido fue Puigdemont, aunque los números no le dan opciones. En el sur de Francia, anunció que no descarta presentarse a la investidura y por eso solicitó el apoyo de Esquerra. Junto a ERC y la CUP, puede llegar a 59 escaños, lejos de la mayoría absoluta. “Si ERC está dispuesta a rehacer puentes (entre los partidos independentistas), nosotros también”, dijo en su discurso del domingo.

Los de ERC se preguntarán si la osadía de Puigdemont conoce algún límite. El político que ordenó a su partido abandonar el Govern condenando a Aragonès a la irrelevancia ahora les pide el apoyo. Será que no se llega a nada en política sin descaro.

Comienza el juego de las apariencias habituales después de unas elecciones. El expresidente puede afirmar que esos 59 diputados son más que los 48 que suman el PSC y los Comuns, con lo que Illa podría abstenerse en favor de Junts. Es poco probable que los socialistas acepten la jugada de Puigdemont cuando les han sacado 194.000 votos.

Illa confirmó que aspira a ejercer de ganador. Se presentará a la investidura, porque “los catalanes han decidido que el partido socialista lidere esta nueva etapa”.

Puigdemont reservó un momento para la conspiración. “Este caos inexplicable de Rodalies ha tenido una afectación también en los derechos electorales de muchos ciudadanos”, dijo por la avería generalizada sufrida por la red ferroviaria de cercanías en la provincia de Barcelona la madrugada del domingo. Sea su razón un robo de cobre en el lugar más sensible de la red o un sabotaje, se produjo con tiempo suficiente como para que la gente buscara alternativas.

En Madrid, Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo pueden afirmar que están contentos. El presidente ha coronado con éxito la decisión de enviar a Illa a Catalunya y está en condiciones de afirmar que el PSC ha hecho posible el fin de la mayoría independentista. También debe saber que las ondas de cualquier movimiento sísmico que se produzca en Catalunya llegarán hasta Moncloa. Él sigue necesitando el apoyo de ERC y Junts en el Congreso.

Feijóo consiguió su propósito de quedar por delante de Vox con un buen resultado y casi 100.000 votos de ventaja. Pero Vox resistió el embate mucho mejor de lo que se esperaba antes de la campaña. El PP pretendía que Vox empezara a ser historia en las elecciones vascas y catalanas. No lo ha conseguido en ninguna de las dos. Está condenado a depender de la extrema derecha.

Este domingo, a causa del programa especial de elecciones, TV3 no pudo emitir el capítulo correspondiente de la tercera temporada de 'Borgen', la serie danesa que sirve de modelo para explicar cómo se forman gobiernos de coalición en los países en que no existen las mayorías absolutas. De entrada, para los políticos catalanes no deja de ser una serie de ficción con pocas posibilidades de servir de inspiración en el mundo real en el que ellos viven.

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