“Si hay que ir al Tribunal de La Haya para demostrar que soy inocente, iremos”
Rodrigo Lanza era un chico de 21 años cuando entró en la cárcel de jóvenes de la Trinitat de Barcelona acusado de un grave delito que jamás ha reconocido. Hace pocos días, tras siete largos y penosos años, Lanza se despidió de la cárcel de adultos de Quatre Camins, donde ha terminado su condena. Entró como joven a pagar su deuda y ha salido como un adulto. Muchas cosas han cambiado durante esta pesadilla, pero muchas otras siguen igual. Rodrigo Lanza sigue asegurando que no fue él quien tiró la piedra que dejó tetrapléjico al agente de la Guàrdia Urbana que un maldito 4 de febrero de 2006 realizaba un control de identificaciones en la puerta de un edificio ocupado donde se celebraba una fiesta. Él volvía de fiesta y estaba cansado pero asegura que tiene un claro recuerdo de aquella noche que ha marcado su vida. E intentará demostrarlo: “Me voy a tomar un año sabático, pero luego seguiré luchando para demostrar que soy inocente”, explica Lanza por teléfono. Su madre, Mariana Huidobro, también ha luchado muy duro durante estos años y ahora no piensa rendirse. Están decididos a seguir luchando. “Si hay que ir al tribunal de La Haya, se irá”, asegura el joven chileno. Con la condena ya cumplida, y tras haber rechazado una y otra vez los beneficios penitenciarios que le ofrecieron por reconocer los hechos y mostrar arrepentimiento, a Lanza todavía le queda el “compromiso”, según explica. “La cárcel ha reforzado mis convicciones”, dice.
Durante todo este tiempo, hijo y madre han contado con la ayuda de un grupo de apoyo, formado por amigos y movimientos sociales que han presionado desde la red y desde la calle para intentar sacar el caso a la luz. Pero han encontrado mucha oscuridad, sobre todo por parte de los medios de comunicación, que a pesar de las insistentes protestas que llevó a cabo su madre, han preferido guardar silencio. Se trata de un caso muy complejo, en el que existen muchas dudas sobre lo que realmente sucedió y también muchos dramas, como el del agente que quedó en estado tetrapléjico o el del suicidio de Patricia Heras, una joven que fue condenada a tres años de cárcel y que siempre negó haber tenido nada que ver con todo este embrollo.
Aquella madrugada, en pleno casco antiguo de Barcelona, hubo nueve detenidos y un agente gravemente herido. “Los sudacas de mierda por aquí”, escuchó Rodrigo. En ese momento, entendió que ser chileno le podía traer problemas y se arrepintió de haberse parado cuando los agentes le dieron el alto. “No es que crea que me ha tocado la peor parte por ser de fuera, es que lo sé”, dice Lanza. El hecho de que fuera condenado por agredir a un agente le permitió gozar de la simpatía de los reclusos, pero también del odio de los carceleros y de las instituciones, según denuncia. “Estaban empeñados en que yo cumpliera toda la condena y lo han conseguido. Los indultos son sólo para los policías”, critica. El joven chileno mantiene que fue torturado y presentó una denuncia en el juzgado de Instrucción número 18 de Barcelona pero no fue aceptada. Amnistía Internacional criticó que Lanza no pudo acceder a la identificación de los agentes hasta 18 meses después de las supuestas torturas y que sólo pudo verlos a partir de fotografías en blanco y negro en un papel A4.
Prisión preventiva
Los que no se libraron de la pena fueron los detenidos. La Audiencia Provincial de Barcelona condenó en enero de 2008 a Rodrigo Lanza a cuatro años y medio de cárcel y a sus dos amigos a tres años y tres meses. Patricia Heras fue condenada a tres años y el resto de detenidos a penas inferiores. En junio de 2009, tras el recurso presentado por la defensa, el Tribunal Supremo revisó la sentencia de Lanza y decidió aumentar la pena de prisión, pasando de cuatro años y medio a cinco. Rodrigo estuvo dos años en prisión preventiva, un año de libertad provisional y tres años más en la cárcel. Entre rejas recibió la dramática noticia del suicidio de Patricia Heras y también se enteró de que dos de los agentes de la Guàrdia Urbana que declararon en su contra durante el juicio habían sido condenados por torturas y falso testimonio en otro caso.
Tras pisar la calle de nuevo, el pasado 29 de diciembre, Rodrigo Lanza decidió irse a vivir a Zaragoza “para cambiar de aires” y abandonar la capital catalana. “Los últimos años he estado en Barcelona por la fuerza”, lamenta.
Las sombras del caso
Objeto desde el balcón. El día después del incidente, el entonces alcalde de Barcelona, Joan Clos, explicó, a preguntas de los periodistas, que un agente había resultado herido después de recibir el impacto en la nuca de una maceta lanzada desde el balcón de un edificio ocupado en el que se estaba organizando una fiesta. Esta versión, que absolvería a los condenados porque se encontraban en la calle y no dentro del inmueble, cambió de pronto y convirtió la maceta del balcón en una piedra tirada desde el suelo. La piedra habría impactado en la cara del agente que cayó de espaldas y se dio un fuerte golpe en la nuca. El alcalde, en cambio, mantuvo su versión en una entrevista televisada durante el juicio y añadió que estaba respaldada por un informe policial. Pero el tribunal se opuso a que la defensa trajera como testigo al alcalde y el informe nunca salió a la luz. Durante el juicio, hasta cuatro peritos médicos rechazaron la hipótesis de la piedra, argumentando que por la forma como cayó al suelo el agente (de espaldas en vez de desplomarse) no tenía sentido. Jamás se encontró la maceta ni ninguna piedra que tuviera las huellas del detenido. El abogado de Rodrigo, Gonzalo Boyé, explicó a eldiario.es que “la ciencia dijo que no fue una piedra lo que causó las graves heridas sino algo arrojado desde un tejado, es decir que no pudo ser ninguno de los condenados” y lamentó que “los jueces pudieron más que la ciencia”.
Agentes condenados. La juez que llevó el caso es la misma que tuvo que decidir sobre la denuncia por torturas que presentaron más tarde los detenidos: “Aunque vengan mil más como usted, yo voy a creer a la policía”, dijo en esa ocasión. Pero dos de los agentes que declararon en el juicio están actualmente inhabilitados. En octubre del 2011, los agentes de la Guardia Urbana de Barcelona Víctor Bayona y Bakari Samyang fueron condenados a dos años y tres meses de cárcel y a ocho años y tres meses de inhabilitación absoluta por un “delito consumado de tortura graves” y una “falta consumada de lesiones”. Según la sentencia, el 7 de septiembre de 2006, los agentes molestaron a una chica en la discoteca Bikini de Barcelona y cuando su acompañante les llamó la atención se tiraron sobre él y le pegaron. Uno de ellos le llegó a romper un vaso de cubata en la cabeza. Además de los dos agentes condenados, había tres compañeros más. Después de la paliza, le llevaron a unas dependencias policiales donde continuaron agrediendo e humillando al detenido. El abogado de Lanza, Gonzalo Boyé, apuntó que, a pesar de que se trate de otro caso, es evidente que “la palabra de los agentes no era tanto de fiar” y criticó que la sentencia de los jóvenes “se basó en unas declaraciones interesadas de unos funcionarios”.
El suicidio. El 26 de abril de 2011 se suicidó Patricia Heras, una joven que fue detenida en 2006 por el mismo caso que Rodrigo. A Heras la condenaron a tres años de cárcel por agredir a un agente durante el forcejeo que se produjo en la puerta de la casa de Sant Pere Més Baix. Según la sentencia, la joven tiró una valla contra uno de los agentes. Heras negó siempre los hechos asegurando que ni siquiera se acercó a la casa ocupada. Su versión es que iba en bicicleta con su novio y se cayó a la altura del Parc de la Ciutadella. Desde allí fueron trasladados en ambulancia al mismo hospital donde se encontraban los agentes que al ver su estética okupa la detuvieron. El conductor de la ambulancia testificó durante el juicio pero de nada sirvió. Fue condenada a tres años de cárcel, pero no lo resistió. A finales de abril del 2011 se suicidó en su casa aprovechando un permiso penitenciario. Su muerte provocó un auténtico shock a las personas que seguían el caso de cerca.