Joan C. Tronto (Minnesota, 1952) es profesora de Ciencias Políticas en la Universidad de su ciudad natal e investigadora centrada en la ética de los cuidados y en su relación con la política y la democracia. Ha escrito varios libros, de los cuales han sido recientemente traducidos al castellano y al catalán Democracia y cuidados y ¿Quién lo cuida?, ambos editados por Raig Verd. En ellos discute la necesidad de retornar los cuidados al centro de la democracia y de la economía para poder vivir de la mejor forma posible.
Una oda a la interdependencia que Tronto contrapone con las derivas ultraliberales en auge estos últimos años. De hecho, la autora usa de ejemplo la campaña de las elecciones de Estados Unidos, durante la cual se ha visto cómo Trump ha avivado el miedo a la desprotección de los ciudadanos como una manera de conseguir votos.
¿Cuál es la relación entre los cuidados y la política?
La política es la forma en que nos organizamos para conseguir unos propósitos. Los cuidados han sido generalmente pensados como algo privado, fuera del reino de lo político. Pero, en realidad, la política debería organizar el mundo para que podamos cuidar bien.
¿Qué cambios habría que hacer para traer los cuidados de la vida privada a la vida pública?
Los cuidados deben ser tanto parte de la vida privada como de la vida pública, en tanto que requieren y crean relaciones. Lo que la política puede hacer es ayudarnos a organizar esas relaciones para que sean lo mejor posible.
Un ejemplo lo encontramos en una ley impulsada por Tim Walz, gobernador de Minnesota [y candidato demócrata a la vicepresidencia], que garantiza que todos los niños reciban desayuno y comida gratuita en las escuelas. Ese gesto puede cambiar mucho las relaciones. Hay más igualdad, libertad con los amigos, menos ansiedad, menos vergüenza, menos estigmas…
El interés monetario distorsiona nuestros valores sobre lo que de verdad debería importarnos
¿Cuál es el mayor impedimento para distribuir mejor los cuidados?
La lógica de los cuidados en las economías de mercado es la de cuidarse a uno mismo y ya está. Si hay algo que no puedes hacer, pagas para que lo hagan. Si no tienes el dinero es tu culpa. A muchos niveles, conseguir un buen estatus económico se convierte en una forma de cuidar. Pero no debería ser así.
La economía debería mediar los cuidados lo mínimo posible. El interés monetario distorsiona nuestros valores sobre lo que de verdad debería importarnos y cómo deberíamos cuidarnos mejor. Si la sanidad cuesta dinero, estarás más interesado en tener dinero para proveer cuidados que en la calidad de esos cuidados.
¿La pandemia de 2020 cambió la forma en que las personas ven los cuidados? ¿Los hizo más visibles en la agenda política?
La pandemia tuvo un gran efecto en los cuidados, pero fue temporal. Como a muchas personas les aterraba enfermar, empezaron a reconocer hasta qué punto sus vidas dependían de los trabajadores de los cuidados, ya fueran personal sanitario, de limpieza, conductores de autobús o reponedores de supermercados. De golpe se volvieron visibles. De hecho, eso empoderó a estos grupos a demandar mejores condiciones laborales.
Por primera vez, una crisis sanitaria tomó prioridad frente a la economía. Las personas pasaban más tiempo en casa y se percataron de que había mucho trabajo en el hogar. Hubo un gran cambio en la percepción.
¿Cree que este aprendizaje perdurará?
En 1919 hubo una epidemia global de la gripe. Pero la gente la olvidó y creo que también se olvidarán de esta. Los años que siguieron a esa epidemia son conocidos como los locos años 20. Los años que han seguido al COVID-19 han supuesto una ‘venganza vacacional’, el fenómeno de viajar sin parar, como si el hecho de que tuviéramos que estar encerrados durante la pandemia hubiera despertado ese deseo. La gente está gastando dinero en cosas frívolas porque pueden y eso es una reacción ante el hecho de que tuvimos que cuidar más durante un tiempo.
Y el tomarse más tiempo libre, en este caso viajando, ¿no se podría decir que también es una forma de cuidado? ¿Más concretamente de autocuidado?
El autocuidado es egoísta. Además, se nos ha impulsado a cuidarnos más y más, en parte, porque alimenta la economía. Cada vez más se viven vidas más solitarias. Y eso es perjudicial. Los humanos somos animales sociales y necesitamos poder vivir y pensar en los demás.
Esta cultura del “you do you” [hazlo por ti], del autocuidado, es una forma de llevar a las personas a pensar que se están cuidando, pero solo se están individualizando y gastando más dinero. Y esto lleva a lo que llamo irresponsabilidad privilegiada: hay quien puede ser irresponsable sobre sus propias necesidades porque hay otro cuidándoles. Por ejemplo, muchos hombres se pueden permitir dejar de hacer trabajos domésticos porque suponen que su mujer se va a encargar.
Cuando se crea una política siempre hay quien encuentra formas de favorecerse de una forma que no era la planeada. ¿Es eso malo? Sí. ¿Por ello hay que eliminarla? No
Hace pocas semanas se publicó un estudio que mostraba cómo algunos padres tienden a usar sus bajas de paternidad para alargar sus vacaciones o las hacían coincidir con citas deportivas como el mundial de fútbol. ¿Cómo podemos cambiar estas dinámicas?
Este ejemplo es muy curioso y triste. Cuando se crea una política siempre hay quien encuentra formas de favorecerse de una forma que no era la planeada. ¿Es eso malo? Sí. ¿Por ello hay que eliminarla? No, porque quizás hay muchos más hombres que la han usado para invertir tiempo en sus hijos.
Hay que hacer campaña e intentar llegar a los jóvenes para tener un debate público. Pensar sobre cómo cambiar las relaciones entre las personas más jóvenes puede cambiar las de las más mayores. Y para eso es importante que tengan modelos de masculinidad de hombres que sí participan en los cuidados.
De vuelta a los Estados Unidos, las elecciones presidenciales están al caer. ¿Cómo afectan los cuidados al voto en un país sin a penas estado del bienestar?
Puede que los cuidados no estén en primera página en la política, pero sí que están por debajo. El partido republicano se ha dedicado a decir que los estadounidenses están desprotegidos. En el libro Extraños en su propia tierra (Capitán Swing, 2018), la socióloga Arlie Russel Hochschild explica que lo que motiva a muchas personas a ir hacia la extrema derecha es que sienten que han sido abandonados por el Gobierno.
La verdad es que no ha sido así, pero piensan que otra gente está recibiendo más que ellos e intentan proteger lo que tienen. Y los movimientos neoliberales se están alimentando de este miedo. En mis libros lo llamo la estafa de la protección, que es una forma de instrumentalizar los cuidados. Si hablamos en estos términos, estamos aceptando que hay un otro, un enemigo, que no solo nos roba recursos, sino que no merece ser cuidado.
El sentimiento de estar descuidado motiva a esta gente que pide una América para los americanos. Es una posición negativa, visceral y enfadada de la que Trump se ha beneficiado los últimos diez años.
¿Qué significaría una segunda victoria de Trump para la democracia de los cuidados?
Las cosas retrocederían. Desmantelarían el estado del bienestar, harían a los trabajadores más dependientes de sus empleadores. Todo eso llevaría a una sociedad que confiaría menos, que tendría menos sentido de la solidaridad. Y a medida que te mueves en esa dirección, la violencia aumenta. Es verdaderamente difícil retornar de un círculo vicioso como ese.
En esta campaña electoral, ¿en qué aspectos se ha podido observar el uso politizado de los cuidados?
Los republicanos se han centrado en la temática transgénero, a decir que se usa dinero público para comprar productos relacionados con el cambio de sexo en vez de a cuidar de los ciudadanos. Algo que tienen en común los votantes republicanos es una visión conservadora de los roles de género. Así que negar y atacar a las personas transgénero es una forma más de asegurar y solidificar su base porque nada asusta más a los votantes de Trump que no tener las categorías de género marcadas o que los hombres tengan que cuidar.