Cassius Clay es un icono. Fue uno de los mejores boxeadores de todos los tiempos y consiguió enamorar a la sociedad estadounidense. Un negro en un mundo de blancos. El ring se convirtió en un altavoz para este joven de Louisville (Kentucky), que se enfrentó al gobierno de Estados Unidos, negándose a combatir en la guerra del Vietnam. Un hombre sin filtros que dejó atrás la fe cristiana y su 'nombre de esclavo' para convertirse al islam y rebautizarse a sí mismo como Muhammad Ali. Esa es la historia que conocemos, pero durante sus 74 años de vida, Ali también fue un gran amigo, contrincante detestable y un mujeriego, a menudo, sexista. Un hombre contradictorio, tal como lo describe el periodista Jonathan Eig, que ha publicado 'Ali: una vida' (Capitán Swing, 2022), la biografía más extensa del boxeador hasta la fecha.
¿A quién admira más, a Muhammad Ali o a Cassius Clay?
Esa pregunta es difícil. Debo escoger a Muhammad por el coraje que tuvo para convertirse en Ali en un momento en que el islam era muy mal visto por la sociedad norteamericana. Le requirió mucha valentía levantarse contra el gobierno y oponerse a la guerra del Vietnam. Como boxeador prefiero a Clay, pero me quedo con el rebelde Muhammad.
Como boxeador también era rebelde. O, como poco, polémico.
Sí, pero el boxeo fue la plataforma que le permitió rebelarse de una manera mayor.
¿De qué manera?
En la historia de los deportes de los Estados Unidos se han dado casos que no hubieran sido posibles en otros ámbitos de la sociedad. Jack Johnson peleaba contra blancos cuando los negros no podían entrar en según qué lugares. Jackie Robinson integró el béisbol antes de que lo estuviera el ejército. Los deportes fueron una oportunidad para impulsar derechos. Y es una plataforma que Ali aprovechó, quizás más que nadie.
Según cuenta en su libro, la participación de los negros en deportes respondía a una estrategia blanca para demostrarle al mundo cómo debía ser un buen negro. ¿Por qué Ali era diferente?
La sociedad esperaba que los negros se comportaran según los parámetros blancos. Puedes venir y entretenernos, pero no puedes participar en un diálogo sincero con nosotros y, por supuesto, no nos puedes crticar. Ali dijo: “¿Perdona? Lo voy a hacer a mi manera. Diré lo que quiera, actuaré como quiera y escogeré la religión que me dé la gana. Intentad detenerme”. Fue muy diferente de Jackie Robinson o de Joe Louis, que respetaron algo más las reglas del juego. Él enfadó y asustó a mucha gente y eso le hizo poderoso.
Ali tenía la misma edad que Emmett Till [adolescente de 14 años asesinado en 1955 por coquetear con una mujer blanca] ¿De dónde sacó esa confianza para desafiar las normas de una sociedad racista?
No hay una respuesta clara. A muchos jóvenes se les dijo que esos discursos podían matarles y seguro que los padres de Ali no le animaron a hablar de esa manera. La fanfarronería le viene de descubrirse como buen boxeador y eso le daba atención, cosa que le encantaba. Saberse admirado le hizo pensar que podía ser distinto. Iba a la escuela en el momento en que la integración empezaba y veía que las cosas no tenían por qué quedarse como estaban. Martin Luther King pudo hacer cosas que su padre ni soñaba con hacer. Era el momento de empujar y Ali lo vio.
Pero también tenía miedo. Se mostraba confiado y fanfarrón antes de los combates, pero al final de su carrera confesó que estaba asustado. ¿A qué temía Muhammad Ali?
Estaba asustado por el combate en sí, como cualquiera lo habría estado. Pero también por el racismo en Estados Unidos. A pesar de eso, lidió con sus sentimientos tirándose a la piscina. Cuando estaba asustado porque su contrincante era mayor, más fuerte y más experimentado, le provocaba, le confrontaba y se metía bajo su piel. E hizo lo mismo cuando se enfrentó el gobierno. Con su actitud decía “enviadme a la cárcel por el resto de mi vida, apartadme del ring. No me importa, no me asusta”. Pero claro que estaba asustado.
Su compromiso político afectó mucho a su carrera. Negarse a combatir en la guerra del Vietnam supuso que le apartaran más de tres años del ring. ¿Cree que lo habría hecho, de saber las consecuencias?
Sí. Nunca dudó de sus convicciones ni de sus principios religiosos. Sabía que su decisión le comportaría un castigo, pero no sabía cuánto tiempo estaría retirado y, aunque habría podido ser para siempre, lo hizo igual. Ali no era perfecto, pero fue consecuente con lo que decía. Dijo que iba a ser el mejor luchador de todos los tiempos y lo fue. Que enseñaría a los Estados Unidos qué es el islam, y lo hizo.
Ali siempre dijo que su objetivo en la vida era ser famoso y rico ¿Cree que su compromiso con los derechos de las personas negras fue real o fue una manera de diferenciarse públicamente y obtener notoriedad?
Ali nunca expresó que su objetivo fuera cambiar la sociedad, como sí lo dijeron Malcolm X, Mandela o Martin Luther King. Él significó un cambio, pero fue algo que simplemente sucedió. Su único objetivo era convertirse en un gran boxeador y, al lograrlo, se convirtió en un icono de las personas negras, que estaban relegadas a considerarse de segunda clase. Impulsó un orgullo de raza, pero fue casi sin querer.
¿Por qué alguien que lucha por los derechos de las personas negras puede acabar mostrando apoyo público a una figura conservadora como la de Reagan?
Ali no se veía como parte de ningún movimiento ni se quería inscribir en categorías. No sabemos si era demócrata o republicano, nunca votó. Su máxima era la de hacer a cada momento lo que considerara que era correcto, igual que en el boxeo: se limitaba a reaccionar. Por eso es una figura difícil de entender. Fue un radical que acabó apoyando a Reagan, un conservador que impulsó políticas nocivas para la mayoría de personas negras. Pero a Ali eso no le importaba demasiado: era narcisista y pensaba que todo giraba a su alrededor. Por eso apoyaba lo que a él le parecía más correcto en cada momento.
¿Ali se veía a sí mismo como una persona negra?
Sí y nunca dejó de reivindicarlo, pero no quería ser categorizado como nada en concreto. Estaba muy orgulloso de su raza y su religión, pero no quería que eso le definiera. Por eso era capaz de apoyar a Reagan y a cualquier político conservador blanco.
Pero, a pesar de no querer ser categorizado por su raza y religión, se convirtió en una de las caras más visibles de la Nación del Islam. ¿Cree que lo instrumentalizaron?
Seguro. Pero también lo empoderaron. Se convirtió en la imagen de la Nación del Islam y les ayudó a comunicar a la sociedad estadounidense que estaba hiriendo a las comunidades negras. A su vez, la organización le inculcó una filosofía de independencia y disciplina. Pero es verdad que Ali se dejó influenciar mucho por ellos: usaron su dinero para enfrentarse a Malcolm X en un momento en que eran íntimos amigos. Ali nunca salió en su defensa y eso, en parte, acabó con la muerte de Malcolm X, algo de lo que siempre se arrepintió profundamente.
Malcolm X o Luther King fueron personas muy importantes para la lucha de los derechos de las personas negras. ¿Ali fue más efectivo a la hora de llevar ese mensaje a las personas blancas?
No les quiero comparar, pero es verdad que Ali era capaz de llegar a mucha gente porque no era político. Simplemente era un atleta, alguien que se dedicaba a entretener. La gente le escuchaba y no tenía la sensación de estar recibiendo un sermón. Con eso consiguió que le escuchara gente que jamás habría prestado atención Malcolm X o Luther King.
¿De ahí nace su pasión por Muhammad Ali?
Como niño nacido en 1964, yo no veía programas políticos, ni las noticias, pero sí que corría ante la tele cada vez que aparecía Ali. Cuando hablaba sobre gente negra, le escuchaba y sentía curiosidad por entender a qué se refería. Todavía no era lo suficientemente mayor para comprender el racismo estructural de la sociedad norteamericana, pero sí me llamaba mucho la atención, porque decía cosas que no oía en ningún sitio más. Esos mensajes se quedaron incrustados mucho tiempo en la mente de los niños y de los fans de los deportes. Podías no ir a mítines, pero cuando ponías la televisión, escuchabas a alguien hablando sobre cómo trataban a la gente negra. Eso tuvo un gran impacto en gente que, en otros contextos, no hubiera sido tan receptiva.
¿Tener esta confianza y esta influencia cambió su manera de boxear?
Indirectamente sí. Negarse a combatir en la guerra del Vietnam le supuso una sanción que le apartó del ring durante tres años y medio. Cuando pudo volver era más lento y viejo. La belleza de Cassius Clay era su velocidad y, al perderla, tuvo que confiar en su defensa. Eso le causó problemas en el ring y empezó a recibir muchos más golpes. Acabó su carrera recibiendo 200.000 impactos en la cabeza y eso no es bueno para el cerebro. Los golpes resultaron determinantes para acabar desarrollando el Parkinson que marcó el final de su carrera y de su vida.
Sin duda, el asesinato de Emmett Till marcó a una generación de jóvenes negros. Su caso me recuerda al asesinato de George Floyd. ¿Cabe esperar algún otro Muhammad Ali?
Estamos en un contexto diferente. Los atletas siguen teniendo mucho poder, pero ahora ganan mucho más dinero y suelen ser más cuidadosos con los mensajes que dan para no enfadar a las marcas que les patrocinan. Aún así, hay excepciones, como la del equipo nacional de baloncesto, que se negó a jugar en protesta al asesinato de Floyd. Pero gestos como estos tienen consecuencias graves, como las que vivió Colin Kaepernick, jugador de fútbol americano, que lideró protestas contra la violencia racial, provocando el enfado de Donald Trump. Nunca volvió a ser contratado y truncó una carrera muy prometedora.
La presión de los patrocinadores se nota, estos días, en el mundial de Qatar. ¿Cree que Ali habría jugado en Doha de haber sido futbolista?
Ali luchó en Sudáfrica durante el apartheid y tomó dinero de dictaduras como la de Marcos en Flipinas. Yo creo que le hubiera gustado ir a Qatar, entre otras cosas, porque le gustaba pelear en cualquier lugar que fuera una plataforma para darse a conocer entre las comunidades musulmanas. Pero quién sabe: era imprevisible e igual le habría dado por levantarse por este asunto.
Dice que era impredecible. ¿Quién hubiera sido Ali de haber tenido Twitter, Instagram o TikTok?
Habría sido como Donald Trump. Tenían muchas cosas en común, desafortunadamente. De haber tenido redes sociales, habría publicado lo primero que se le pasara por la cabeza, ya fueran cosas racistas o sexistas. Seguramente, habría sido cancelado. Escribiendo su biografía he descubierto que era una persona más turbia de lo que me hubiera gustado y me molesta cómo trataba a las mujeres y a sus amigos. Pero también he descubierto que, a pesar de ser un narcisista muy egocéntrico, era muy humilde y se paraba ante cualquiera que quisiera hablar con él. Le encantaba ser amado, pero también le encantaba dar amor. Debemos aprender a entender que nuestros héroes no son santos.