La experiencia que acumula Jonathan Powell (Fulbeck, Reino Unido; 1956) en los conflictos internacionales le llevó a ser uno de los mediadores del final de ETA, del que este miércoles se cumplen diez años. En su etapa al frente del gabinete del primer ministro británico Tony Blair, Powell fue uno de los protagonistas de la paz en Irlanda del Norte y ahora dirige Inter Mediate, una organización para la negociación y la mediación de conflictos.
Desde hace años Powell reivindica que los gobiernos occidentales deberían iniciar conversaciones con los talibanes, Hamás y Al Qaeda tal y como en el pasado han hecho con los terroristas tradicionales. Desarrolla esta tesis en el libro 'Dialogar con terroristas', que acaba de reeditar el Institut Català Internacional per la Pau (ICIP), al que Powell visitó hace unos días en su sede en Barcelona.
Este miércoles 20 de octubre se cumple una década desde que ETA anunció su disolución. ¿Qué balance hace de estos diez años?
El proceso de paz no fue del todo satisfactorio porque hubo una diferencia muy grande entre el Gobierno del PSOE y el del PP. El Gobierno socialista fue muy valiente, en especial el tristemente fallecido Alfredo Pérez Rubalcaba. Su manera de abordar el proceso de paz fue muy inteligente. También los líderes abertzales pusieron las bases para la paz tras alejarse de las posturas de la dirección de ETA en las conversaciones que tuvieron lugar en Ginebra entre 2006 y 2007. La combinación de ambos factores contribuyó a la paz, pero después el Gobierno del PP decidió que no había que mantener contacto alguno con ETA y no hizo ningún esfuerzo para la disolución de la organización o para hacerse con las armas.
¿Es habitual esa actitud de uno de los principales partidos del país en otros procesos de paz en los que ha trabajado?
El Gobierno del PP realmente gestionó muy mal la situación. Nunca hasta entonces me había encontrado con un Gobierno que no diera ningún paso para deshacerse de las armas. ETA ofrecía las armas y el Gobierno del PP no las aceptaba, era una locura. Fue muy peligroso porque las armas podrían haber acabado en manos de bandas o de islamistas. Me costó mucho entender una posición tan ilógica, que solo ocurre cuando se afronta un proceso de paz como una lucha política. Ocurrió algo similar después en Colombia: el presidente, Juan Manuel Santos, estaba negociando la paz y su predecesor, Álvaro Uribe, lo atacaba por ello. E incluso ahora la implementación del proceso de paz no ha funcionado por completo porque el actual Gobierno colombiano no está comprometido por completo. Cuando la disputa política se entromete tanto pone realmente en peligro el proceso de paz.
¿El proceso de paz llegó a estar en peligro por esa actitud del PP?
El PP puso muy en peligro el proceso de paz, y de hecho fue una de las razones por las que el Partido Socialista de Euskadi no quiso hacerlo público, porque no querían ser atacados. Estaban ligados de pies y manos durante la negociación. En Irlanda del Norte tuvimos suerte porque el proceso de paz no fue objeto de lucha partidista. Cuando Tony Blair se convirtió en líder de los laboristas apoyó el proceso de paz iniciado por el entonces primer ministro conservador, John Major. No hubo críticas, aunque no estábamos de acuerdo en todo, y los 'tories' hicieron lo mismo cuando los laboristas gobernaron. El proceso de paz no formó parte del juego político. Aquí en España ha ocurrido lo contrario, el PP impulsó una política de crispación irresponsable durante el proceso de paz.
¿Qué papel jugaron los mediadores internacionales en el proceso de paz en el País Vasco?
Un número importante de personas que no han querido salir a la luz pública hizo un trabajo muy importante para que tuviera éxito. Estoy contento de que lo hicieran, no quieren reconocimiento público por ello aunque se lo merecen. Le dedicaron mucho tiempo y se pusieron en riesgo. Los mediadores son una ayuda, pero al final la paz ocurre porque los dos lados la quieren y porque la mayoría de la población la quiere. Y eso es lo que ocurrió en el País Vasco.
Los mediadores son una ayuda, pero al final la paz ocurre porque los dos lados la quieren
¿Cuándo podemos decir que termina un proceso de paz como el de ETA?
Es un proceso que no ha terminado realmente y fue insatisfactorio en algunos asuntos, como el de los presos, pero la buena noticia es que ETA terminó el conflicto armado y ha habido diez años de paz, que es algo por lo que la gente puede estar contenta. Todavía hay una necesidad de un proceso de reconciliación, que es algo muy difícil dada la naturaleza del País Vasco: a diferencia de Irlanda del Norte, donde había dos comunidades separadas, en el País Vasco el conflicto era entre personas del mismo pueblo. En una misma comunidad se producían asesinatos y esto todavía hace sufrir a la gente.
¿Qué momento fue el más crítico?
De entre los que yo viví, el momento más crítico posiblemente fuera una reunión cerca de Ginebra antes de los atentados de la T4 de Barajas. Durante toda la noche, los dos lados, pero en especial el de ETA, estaban siendo completamente irrazonables. En ese momento era posible salvar el proceso de paz, e incluso después de los atentados de la T4 hubiera sido posible, aunque honestamente debo culpar a los líderes de ETA por ese fracaso. Es uno de los problemas de este tipo de procesos: sus protagonistas se vuelven bastante emocionales e irracionales. Pero por otro lado, no sé si sin el atentado de la T4 la izquierda abertzale habría dado marcha atrás y habría vuelto a las bases para un acuerdo. Fue un momento muy difícil y peligroso para el proceso de paz pero también provocó un cambió de perspectiva de la izquierda abertzale.
Hay unos 300 asesinatos de ETA sin autor conocido. ¿Se puede completar la paz si no resuelven todos los crímenes?
El asunto de las víctimas es muy complicado. En Colombia se hizo algo interesante: se invitó a las víctimas de ambos lados a la mesa de negociación para que expresaran sus opiniones. Fue un paso muy importante. Las madres de dos guerrilleros desaparecidos se sentaron al lado de las madres de dos jóvenes asesinados por las FARC. El discurso en el que el líder de las FARC pidió perdón fue muy emotivo.
En todos los procesos se necesita un momento de catarsis como este, que de momento en Irlanda del Norte y en el País Vasco no ha terminado de ocurrir. Hay un debate en Gran Bretaña sobre cómo frenar los procesos judiciales y al mismo tiempo permitir a las familias conocer la verdad de lo que ha pasado, sin que por ahora se haya encontrado una solución satisfactoria. En el País Vasco tampoco se ha hallado una solución completa a la cuestión de los presos y de las víctimas, y hasta que no se hayan resuelto ambas cuestiones es muy complicado dejar atrás el conflicto por completo.
¿El acercamiento de los presos de ETA a cárceles vascas va en la dirección de dejar atrás el conflicto?
Sí, y ha habido algunos pasos adelante. Pero para evitar ir hacia adelante y hacia atrás todo el rato hay que conseguir dibujar una línea que suponga paz y reconciliación. En Sudáfrica se consiguió en cierta medida, ambos lados estuvieron de acuerdo aunque no del todo satisfechos, pero se consiguió dibujar esa línea. Devolver siempre a la gente hacia atrás impide pensar en el futuro.
En el libro mantiene que no solo se puede matar a los terroristas sino que hay que hablar con ellos. Pero no parece que esa sea la estrategia más habitual de los gobiernos occidentales. ¿Por qué?
Los gobiernos democráticos tienden a intentar lidiar con el problema del terrorismo de la manera más fácil, que es explicar a la la opinión pública que matarás a los terroristas que te han atacado antes. Es más difícil explicar por qué hablas con gente con pistolas. Desde el 11 de septiembre se dice 'los vamos a matar a todos'. La historia sin embargo nos muestra que las operaciones militares para aniquilar a los terroristas no siempre funcionan.
Póngame un ejemplo.
Hay varios. A principios del siglo pasado, en Gran Bretaña el entonces primer ministro David Lloyd George dijo que nunca hablaría con una banda de asesinos, en referencia al IRA, pero dos años después llamaba a Michael Collins. Más recientemente, en Siria e Irak se ha conseguido prácticamente expulsar al Estado Islámico del territorio pero siguen organizando su regreso. No se puede buscar únicamente una solución militar para combatir a todos los terroristas, al final hay que hablar con ellos.
La negociación requiere de más tiempo y tampoco suele funcionar a la primera.
En Irlanda del Norte descubrimos que al final hay que hablar con la gente con pistolas si se quieren evitar más muertes. Tras tres intentos, la negociación que funcionó fue la que fue realmente inclusiva. A veces parece que antes del éxito hay que repetir errores, pero también es cierto que la paz requiere de muchos esfuerzos. En Colombia fueron necesarias cuatro rondas muy complejas de negociaciones, ninguna de las tres primeras tuvo éxito y la definitiva de La Habana fue después de una campaña militar.
¿Es necesario negar en público que se negocia con terroristas para que las conversaciones privadas tengan éxito?
Es algo que está en la propia naturaleza humana y que es muy visceral. Nadie hubiera entendido que el presidente de Francia, Emmanuel Macron, hubiera comparecido después del atentado del Bataclan para decir que había que hablar con los terroristas. Yo lo comprendo. El exprimer ministro de Gran Bretaña John Major dijo en el Parlamento que nunca hablaría con Gerry Adams porque se le revolverían las tripas pero al mismo tiempo, y por suerte, se estaba escribiendo con Martin McGuinness. Si no lo hubiera hecho nunca habríamos llegado a la paz.
¿Qué ha fallado para que los talibanes hayan vuelto al poder?
Muchas cosas. Podemos aprender mucho de la guerra contra el terror de los últimos 20 años. Es crucial contar con negociaciones inclusivas. En 2001 yo estaba en el Gobierno británico, y por lo tanto soy en parte responsable de lo ocurrido, no vimos las consecuencias. La estrategia en 2001 fue la de una justicia de vencedores: se ganó a los talibanes, su régimen colapsó pero pudieron volver a sus pueblos. Entonces hubo la oportunidad de incluirles en un proceso de negociación pero los norteamericanos decidieron seguir persiguiéndolos en la zona de la frontera con Pakistán. En 2008 se estuvo a punto de conseguir, pero los gobiernos occidentales lo rechazaron. Las últimas conversaciones ya se hicieron en un contexto de retirada norteamericana y los talibanes no tenían por qué aceptar nada si ya sabían que las tropas se irían.
¿Qué incentivo tienen ahora los talibanes para sentarse en una mesa de negociación una vez retomado el poder?
Es verdad que a día de hoy no tienen. Pero nunca ha habido negociaciones serias, y ahí está el problema. Se han intentado conversaciones excluyendo al Gobierno afgano, que podrían haber tenido éxito si Donald Trump no hubiera estado tuiteando todo el día que se iba de Afganistán. Cuando el presidente Biden asume el cargo podría haber impuesto condiciones a la retirada, es decir, frenar la retirada de tropas si no había un compromiso talibán para negociar con el Gobierno afgano en serio y parar los ataques a las ciudades. Pero al final esto tampoco ocurrió y fue una retirada sin condiciones. No hubo negociaciones serias.
No reconocería a su Gobierno hasta que los talibanes hagan pasos hacia un Ejecutivo inclusivo
¿Se debería reconocer al gobierno talibán antes de iniciar conversaciones con ellos?
No hay que reconocerles de inmediato. Es una cuestión moral muy difícil, pero de algún modo los gobiernos occidentales deberían relacionarse con los talibanes. Occidente tiene que encontrar alguna manera de prestar apoyo para las necesidades básicas de la población afgana. No se quiere ser responsable de empoderar a los talibanes, son los mismos que conocimos en 1990 y no se quiere favorecer que sigan en el poder, pero por otro lado tampoco se puede dejar a la gente de Afganistán morirse de hambre. La crisis humanitaria que vive Afganistán se incrementará porque el gobierno talibán no sabe gobernar, y no hay que descartar una nueva guerra civil.
Cuanto más grave sea la crisis en Afganistán más problemas tendrá Europa con los refugiados, las drogas y el terrorismo, por lo que hay un interés en hablar con los talibanes. No reconocería a su Gobierno hasta que los talibanes hagan pasos hacia un Ejecutivo inclusivo, que empiecen por un proceso de respeto a las mujeres y a las minorías del país. Pero no podemos cometer los mismos errores que en 2001. Espero que los líderes talibanes más inteligentes encuentren una manera de ser inclusivos. Se podrá conseguir si Occidente no solo aborda el problema como algo militar sino si encuentra la manera de relacionarse con los talibanes.
¿Cómo puede afectar el Brexit al conflicto en Irlanda del Norte?
Existe un peligro real debido al vandalismo político informal del Gobierno de Boris Johnson. El Brexit dejó sin respuesta la pregunta sobre dónde se ponía la frontera comercial en Irlanda del Norte. Si se ponía en el mar de Irlanda se creaba el problema para los unionistas que no querían una frontera comercial dura con el resto de la Gran Bretaña. Y si se ponía en la frontera terrestre con Irlanda se destruían las bases del acuerdo. Boris Johnson consigue su acuerdo con una frontera en el mar de Irlanda, pero desde principios de año se empiezan a ver los problemas, porque existe un gran descontento entre parte de las bases unionistas.
No creo que volvamos a una crisis como la de los 'Troubles', pero sí que podemos vivir una crisis política. Si los partidos unionistas terminan por no aceptar el protocolo postBrexit puede haber una crisis en las instituciones que será muy difícil de solventar. Y esto ocurre en un contexto en el que la población está virando hacia una mayoría católica, quizás en la próxima generación ya haya más católicos que protestantes. Todavía no estamos ahí pero es posible ver una mayoría de católicos, lo que crea muchos nervios entre los protestantes. Es un problema tremendo pero el Gobierno inglés actúa como si nada ocurriera.
Ha visitado Catalunya, que tras la crisis de 2017 vive una negociación incipiente entre dos gobiernos que no se hablaban. ¿Es la mejor manera para resolver la crisis?
No conozco lo suficiente la situación en Catalunya como para dar una opinión experta, pero por lo que he aprendido de mi experiencia internacional, un asunto clave en las negociaciones es el consentimiento de la gente. Cuando existe un problema entre el centro y una comunidad de la periferia la clave es conseguir un acuerdo consentido por la población. Los temas identitarios son difíciles de resolver, pero se puede llegar a un acuerdo. Los republicanos de Irlanda del Norte aceptaron que solo se cambiaría de estado si la mayoría lo aceptaba. Fue el puntal de la negociación. Desde una perspectiva del sistema británico, no se puede mantener a un grupo de gente en un país en contra de su voluntad, tienen que estar de acuerdo en permanecer en el país. No se puede negar a la gente el derecho a opinar. El problema de Boris Johnson con su negativa a un nuevo referéndum es que solo hace aumentar el apoyo a los nacionalistas.