Jordi Ballart, el alcalde sin partido que arrasa en la tercera ciudad catalana: “Soy un bicho raro”

Arturo Puente

0

Es difícil avanzar diez metros por el centro de Terrassa (Barcelona) sin que alguien le pare. “Alcalde, que ya tengo el voto preparado, pero a ver si solucionamos lo de la calle Galileu”, le grita una señora desde una esquina. Otros se conforman con darle la mano o dos besos, le envían recuerdos para su padre o le desean suerte. “Yo ya se lo decía cuando estaba con los socialistas, si te quitas de estos me tienes para lo que quieras”, recuerda Montserrat Farré, vecina del barrio de Ca N'Aurell, que ha charlado con el alcalde como si se conocieran de toda la vida.

“La gente es muy natural y no se corta, cuando quiere algo viene a pedírtelo y no acepta un no”, explica Jordi Ballart, de 43 años, y el hombre que ha convertido Terrassa en la ciudad más grande de España con un alcalde “sin partido”, tal y como lo resumen algunos vecinos. En realidad, sí hay un partido, se llama Tot Per Terrassa y tiene incluso un asiento en la Diputación, el que le corresponde por su resultado en el municipio.

Pero, a diferencia de lo que pasa con otras marcas locales, la formación de Jordi Ballart no tiene filiación con ningún otro partido, ni a nivel catalán ni español. “Ofertas… hemos tenido. Preferimos no atarnos”, afirman desde el equipo del alcalde. “Supongo que soy un bicho raro”, concede él con cierta satisfacción.

Ballart es hoy un alcalde independiente, pero no siempre fue así. Desde los 16 años estuvo vinculado al PSC de su localidad, donde su padre ocupaba una posición de influencia. Poco después entró como concejal y, ya en el año 2012, sustituyó a Pere Navarro en la alcaldía cuando éste se fue a dirigir el PSC. “Ni siquiera era el mejor candidato para ser alcalde, pero entonces pesó mucho la amistad de su padre con Navarro. Luego pasó lo que suele pasar: el nuevo no siguió las consignas del anterior y hubo un choque”, explica una persona vinculada con el socialismo tarrasense en aquella época.

El ahora líder de Tot per Terrassa ocupó la alcaldía representando las siglas del PSC durante años, desde 2012 hasta 2017. Lo que ocurrió entonces fue un cóctel que sigue siendo objeto de discusión en la ciudad: una época convulsa por el procés, pero donde también jugaron un papel asuntos locales como la municipalización del agua, e incluso personales, por la relación de Ballart con sus antiguos compañeros de militancia. “Todo pesó”, reconoce el alcalde. “Llegó un día donde me di cuenta de que ya no me veía representado en el partido”.

A principios de noviembre de 2017, tras los sucesos álgidos del procés, Jordi Ballart dimitió como alcalde y rompió el carnet del PSC. El argumento que entonces esgrimió fue la aplicación del artículo 155, que su partido apoyaba pero que él no veía bien. Pese a eso, nunca se declaró independentista, sino únicamente partidario del referéndum, en el que incluso declaraba que votaría 'no' a la secesión. Poco antes había roto la coalición con el PDeCAT, con quienes gobernaba. Fue sustituido por su teniente de alcalde socialista, Alfredo Vega, que se mantuvo como primer edil hasta mayo de 2019.

Durante esos casi dos años, Ballart se dedicó a levantar un proyecto político alrededor de su figura, centrado en su municipio y de centro-izquierda. Su principal baza era la de ser un alcalde capaz de renunciar al cargo por principios, algo que le granjeó cierta atención mediática, pero sobre todo una enorme popularidad a pie de calle.

Rodeado por la gente que se fue con él y apoyado por su marido, Ignasi Sagalés, que ahora ocupa un cargo en la Diputación, Ballart rechazó cualquier subordinación a partidos más grandes. El movimiento que encabezaba se fue larvando fuera de los focos y como una incógnita hasta las elecciones municipales. Finalmente, obtuvo casi el 30% de los votos (27.970 papeletas) y 10 regidores que le devolvieron en volandas a la alcaldía.

Ahora Ballart aspira al menos a repetir resultados en un consistorio donde su anterior partido, el PSC, tiene siete ediles (perdió dos en los comicios de 2019, que barrieron a los comuns y a la CUP del pleno municipal en el que entraron en 2015). ERC cuenta actualmente con cinco regidores, mientras que Ciudadanos y Junts tienen tres y dos representantes.

Un estilo próximo no exento de críticas

“El fenómeno Jordi Ballart no se explica sin el 1 de octubre y todo lo que pasó después. En un momento de gran polarización y sin ser símbolo de ningún bando, él tuvo el instinto de moverse para acabarse colocando en la centralidad política de la ciudad”, asegura Isaac Albert, líder de ERC en el último mandato y que ha gobernado en coalición con Ballart, aunque no repetirá. Según Albert, la fórmula del éxito de Tot per Terrassa es haber creado “un proyecto político que no es incómodo para nadie” y con el que “cualquiera puede vincularse sin significarse demasiado ideológicamente”.

El municipalismo y la independencia de cualquier obediencia forastera son valores que llevan a gala Ballart y los suyos. “Tenemos una interlocución privilegiada con todas las instituciones gracias a que no somos de ningún partido, hemos conseguido una comisión bilateral con la Generalitat y nos relacionamos con todas las ciudades de la zona”, sacan pecho desde la alcaldía.

Sin embargo, este es también un reproche habitual de la oposición. “Una de sus banderas es que no depende ni de Barcelona ni de Madrid, pero es que todos dependemos de todos, una ciudad no puede cerrarse en sí misma. A mí me hubiera gustado ver al alcalde de Terrassa yendo a muchos lugares a defender la potencialidad de la ciudad, por ejemplo a Bruselas, porque tenemos entidad para ello”, afirma Eva Candela, candidata del PSC en estas elecciones y máxima aspirante a arrebatar la vara de primer edil a Ballart.

Los debates municipales de Terrassa son los habituales de cualquier municipio de más de 200.000 habitantes, el tercero de los catalanes por población y entre los 25 primeros españoles. En una carnicería del centro recuerdan que las recientes peatonalizaciones y la falta de aparcamiento preocupan a sus clientes. Una vecina del barrio de Sant Pere apunta que uno de los temas de la ciudad es el comercio local, porque ha visto cerrar algunas tiendas, y también la delincuencia. Como en la gran mayoría de las ciudades, limpieza y seguridad aparecen entre los principales problemas en el barómetro municipal.

Ese mismo barómetro da una pista de la fórmula Ballart: un grado de conocimiento del 83,5%, al nivel de algunos de los líderes nacionales y muy por delante de cualquiera de sus competidores locales. Un “alcalde 'influencer' más pendiente de su popularidad que de gestionar la ciudad”, criticó el PSC. El aludido, en cambio, presume de la cifra: “No se qué hay de malo en que tus vecinos te vean y sepan quién eres”.

Al alcalde “le pasan cosas”

Es martes, primeros días de campaña, y Terrassa es una plaza importante en el mapa de las municipales. El expresidente José Luís Rodríguez Zapatero está en la ciudad, junto a Salvador Illa y la candidata local, Eva Candela. Es un día señalado para el socialismo catalán, que aspira a recuperar la ciudad como una de piezas claves para su hegemonía en el Área Metropolitana de Barcelona. Solo Terrassa y Badalona, junto a la joya de la corona de la capital catalana, se le resisten por ahora a un PSC en ascenso. Y, cada una con sus particularidades, las tres alcaldías podrían estar a tiro del partido de Illa.

“El 28M es importante que nadie se equivoque, yo represento al PSC, al partido de Zapatero, Sánchez e Illa”, proclama Candela desde el barrio de Sant Pere Nord, históricamente afín a los suyos. “Yo creo que es contraproducente”, replica Ballart, “porque precisamente nosotros representamos la opción que no tiene que llamar a nadie de fuera para tomar decisiones”.

El enfrentamiento entre el actual alcalde y los socialistas no siempre se manifiesta con guante de seda. En febrero pasado, el líder del PSC afirmó en un acto en Terrassa que “el protagonista debe ser la ciudad, no su alcalde”, porque “cuando el alcalde se arroga el protagonismo y siempre le pasan cosas, esto es el síntoma de que no tiene proyecto político”.

Las palabras de Illa levantaron ampollas porque muchos las entendieron como una crítica a que Ballart hubiera hecho público que uno de sus hijos, de los tres que adoptó en 2019 juntó a Sagalés, padecía cáncer. O también una referencia a los insultos homófobos, a través de pintadas, que el edil denuncia con frecuencia con fotos en sus redes.

“Es un ataque movido por el odio y solo se explica por el resentimiento del PSC por haber perdido una alcaldía como Terrassa”, asegura Ballart. “Una de las cosas que le pasan al alcalde es que sufre homofobia”, afeó en su momento el Observatori contra l'Homofòbia sobre las palabras de Illa.

Aunque con tono mucho más diplomático, las críticas contra Ballart por buscar protagonismo llegan más allá de sus enemigos habituales. “Por supuesto, no es aceptable utilizar las cuestiones personales para atacarle. Pero a Ballart este tipo de cosas lo refuerzan porque, por decirlo claro, sabe utilizar muy bien el victimismo”, asegura un expolítico de la ciudad.

El arma secreta de la proximidad

Tiene unos cuantos actos grandes, pero la campaña de Jordi Ballart es de infantería. Ir a un comercio que acaba de abrir, visitar a una mujer centenaria que vive en una residencia de la ciudad, hablar con una vecina insistente que hace llegar quejas a través de las redes por la posible peatonalización de su calle. “Nos faltan un par de permisos, pero están en trámite”, explica la responsable de un nuevo centro de doulas que acaba de abrir. El alcalde se vuelve diligente hacia los suyos. “Apunta que tenemos que mirar esto”, indica.

“Tiene una capacidad innata para la proximidad. Recuerda al estilo de Manuel Royes (alcalde histórico de Terrassa), pero también a gente como Celestino Corbacho en L'Hospitalet, o Joaquim Nadal en Girona”, analiza Isaac Albert. Otros rechazan esta idea y hablan de un “populismo de nuevo cuño”, por el uso intensivo de las redes sociales para generar a diario conversación sobre él.

En el equipo de Ballart asumen, con matices, ambas visiones. “Sí, la proximidad es una de nuestras señas y sí, utilizamos las redes también para comunicarnos con los vecinos, es otra forma de estar presentes”.

Sus perspectivas electorales, dicen, son buenas, aunque no se basan en encuestas pagadas sino en los sondeos que tanto la Generalitat como medios locales han realizado para el municipio. Creen que pueden mejorar algo sus actuales 10 regidores. Pero la mayoría absoluta está en los 14. “Igual hay que pactar”, asumen, sin ponerle vetos a nadie. Ni siquiera al PSC, con quienes tienen declarada la guerra. Los socialistas corresponden y afirman que su única línea roja es hacia la ultraderecha, de la que Ballart está alejado. La política municipal es así.