José Carlos Grey-Molay, el republicano negro que sobrevivió a Mauthausen y nunca quiso recordarlo

Lúa Pena Dopazo

18 de febrero de 2022 22:52 h

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“Reflexivo, íntegro y fiel a sus ideales”, así describe su hija Muriel a José Carlos Grey-Molay, el combatiente republicano que llamó la atención de los dirigentes nazis del campo de concentración de Mauthausen por su color de piel. Este año se cumplen cuarenta años de su muerte en Francia, donde formó una familia a la que siempre intentó proteger de los recuerdos de lo que había vivido en el campo austríaco.

José Carlos Grey-Molay, que ante los nazis se identificó cómo Carlos Grey-Key, había nacido, según algunas fuentes como un artículo de la periodista Lucía Mbomío para Afroféminas, en 1913 en la isla de Bioko –Guinea Ecuatorial–, que por aquel entonces era una colonia española y se conocía con el nombre de Fernando Poo; aunque otras como la asociación ‘Amical de Mauthausen y otros campos y de todas las víctimas del nazismo de España’ sostienen que, en realidad, él ya había nacido en Barcelona y que eran sus padres los que provenían de esta isla. No obstante, se sabe con certeza que la familia se trasladó a la capital catalana y que fue allí donde Grey-Molay acabó la enseñanza secundaria y comenzó la carrera de medicina. 

“Cuando papá estudiaba en Barcelona, empezó la Guerra Civil y entonces todas las esperanzas de futuro desaparecieron”, explica su hija Muriel en el documental Greykey dirigido por Enric Ribes. El estudiante de medicina luchó en el bando republicano y, por diferentes circunstancias que no están del todo claras, terminó en el verano de 1941 recluido en Mauthausen, donde fue incluido en el registro de prisioneros como “republicano español”. Gracias al banco de datos de la ‘Amical de Mauthausen’, sabemos que antes de llegar al campo austríaco Grey-Molay había pasado por el campo de prisioneros de Frontstalag 140 –cerca de la localidad francesa de Belfort–, a unos 70 kilómetros de la frontera actual con Alemania y unos 30 de la de Suiza; y también por el de Stalag V C, próximo a la ciudad alemana de Baden-Baden. 

Según lo que relata Joaquim Amat-Piniella en el libro K.L. Reich, la complexión fuerte de Gray-Molay sorprendió a los nazis al frente del campo y chocó con sus prejuicios hacia las personas negras, que imaginaban débiles, con el vientre abultado y con “expresión caníbal”. La extrañeza fue tal que, como cuenta Amat-Piniella, uno de los nazis se mojó el dedo con saliva y, a continuación, frotó con fuerza contra la piel del prisionero para ver si se le iba “la pintura”. Además de su buen aspecto físico, señala Amat-Piniella, les desconcertó lo culto que era, pues “hablaba varios idiomas y se hacía entender en alemán”. 

Franz Ziereis, oficial de las SS y comandante jefe del campo de concentración de Mauthausen, le dio a Grey-Molay un uniforme de camarero y lo convirtió en el criado de los oficiales, pero estos se quejaron porque no querían que su comida pasase por las manos de un “ser tan inferior”, de acuerdo con lo que explica la periodista Montserrat Roig sobre Grey-Molay en su libro Els catalans als camps nazis.

Ziereis le buscó un nuevo puesto, le dio un nuevo uniforme y le ordenó que se encargara de recoger y guardar los abrigos de los oficiales que visitaban el campo, pero esto tampoco les gustó a los militares, porque “seguía siendo un negro de manos sucias”, según cuenta su hija Muriel y recoge también Roig. De este nuevo uniforme, la periodista dice que era más bien un “disfraz”, porque era un traje de la guardia real yugoslava, “de color rojo y con cordones dorados”. Las dos imágenes que se conservan de Carlos Grey-Molay de esa época son dos fotografías realizadas por Francesc Boix, que lo retrató con los diferentes trajes que el comandante Ziereis le había proporcionado.

En Els catalans als camps nazis, Montserrat Roig también cuenta que “después de pasar por distintos trabajos, el ‘negre Carles’ terminó limpiando los retretes de las SS” y que “lo miraban como si fuera un bicho raro, el hazmerreír de los nazis”. La hija de Grey-Molay explica en el documental Greykey que su padre nunca quiso darles a sus cinco hijas demasiados detalles acerca de sus años de cautiverio en Mauthausen, pues no quería que recreasen en su imaginación lo que le había pasado. A pesar de esto, ella asegura que no pudo evitar imaginárselo y que siempre quiso saber más, porque considera que “no hay nada peor que no saber”. 

Una de las herramientas que utilizó Muriel para reconstruir la historia de su padre fueron las fotografías de Francesc Boix, que son las más antiguas que se conservan de él. Aunque Grey-Molay siempre protegió a sus hijas de sus experiencias como prisionero, sí les explicó que lo que más esperanza le daba mientras estaba en Mauthausen era la idea de poder llegar a formar su propia familia, de ser padre, y que, para eso, “tenía que sobrevivir”.

En 1945, el campo de concentración de Mauthausen fue liberado, pero Grey-Molay no regresó a Barcelona, sino que se fue a Francia. En París, conoció a la que sería su mujer y la madre de sus hijas. Muriel recuerda que durante su infancia su padre siempre trabajaba por las noches, primero como bailarín en un cabaret y después como electricista. “Las noches no son fáciles para los que han estado en un campo de concentración”, añade. 

Trabajar por la noche fue la “solución” que Grey-Molay encontró a los malos recuerdos, porque durante el día “podía dormir un poco con el ruido de fondo que lo rodeaba y reconfortaba”, según cuenta su hija. Además de eso, Muriel asegura que su madre fue siempre un apoyo fundamental para él, porque “siempre estaba ahí para recordarle que ya no estaba en una litera en un campo”. 

El documental Greykey muestra la faceta más íntima de José Carlos Grey-Molay con anécdotas familiares contadas por su hija y fotografías del álbum doméstico. Apenas se menciona la ideología de Grey-Molay, aunque Muriel lo califica como “comunista” al que no había visto nunca en una iglesia antes del día de su boda. Y ella evoca, también, el consejo que su padre les repetía cuando ella y sus hermanas eran niñas: “Si te tumban, levántate y sigue. Siempre que puedas, sigue avanzando”.