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El 'kamasutra catalán', uno de los tratados de sexo más viejos de Europa que detalló las primeras posturas hace 600 años

Imágenes de las pocas ediciones de 'Speculum al foder'

Pau Rodríguez

Barcelona —

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“Aunque dijo Albafumet que los libros que hablan de joder son muy abundantes, yo nunca hallo uno que me satisfaga, sino que los encuentro desviados y dispersos, de manera que hacen más daño que provecho. Por eso quiero hablaros de este tema”. Así arranca uno de los manuales sobre sexo más antiguos de Europa, de finales del siglo XIV. Es el Speculum al foder, escrito en catalán antiguo (en castellano de puede traducir como “Manual del joder”), un compendio de consejos sobre higiene sexual y seducción que incluye el primer listado escrito de posturas para el coito que se conoce en el continente. Algunos lo llaman el kamasutra catalán.

De autor anónimo y heredero de los tratados sobre medicina y reproducción sexual escritos en latín, los originales de este manual –existen dos versiones– se conservan en la Biblioteca Nacional de España, en Madrid. Allí se custodia un testimonio que ayuda a comprender cómo se percibía la sexualidad en la Edad Media, qué potajes y ungüentos se empleaban con la intención de encender el deseo o para conseguir un buen esperma, y hasta aparece la mención a un dildo hecho de cuero y algodón.

A pesar de su relevancia histórica y filológica, y de sus escasas adaptaciones en ediciones recientes, el Speculium al foder sigue siendo poco conocido. De ahí que el Museu de l’Eròtica de Barcelona haya decidido rescatar la obra en una exposición, El Kamasutra catalán y otros manuales de sexo medievales, que se incluye dentro de una nueva sala en el centro sobre el sexo en la Europa medieval.

“Se trata del primer manual de sexo que se conoce en Europa escrito en una lengua vernácula”, constata Víctor Lluís Pérez García, historiador, arqueólogo y comisario de la muestra. El libro no solo aborda el sexo de forma práctica y explicita las posiciones sobre el coito, algo totalmente novedoso para la época, sino que en algún pasaje hace referencia al placer femenino, según añade Anna Alberni, filóloga especializada en literatura medieval catalana, profesora ICREA de la Universitat de Barcelona (UB) y autora de la última edición del Speculum al foder, de 2007.

El libro arranca con un índice en el que constan varios capítulos con temáticas como la higiene sexual o la seducción. Visto desde el conocimiento científico de hoy, lo primero constituye un hilarante compendio de remedios caseros. “Coge la cola del ciervo, quémala, pasta las cenizas con vino añejo y úntate la verga. Va muy bien”, dice, para favorecer la actividad sexual. O: “Si untas el miembro con grasa de león y simiente de ortigas, también hace gran efecto”. 

La lista de potingues, lavativas y, en general, consejos alimenticios para mejorar la erección y el esperma es de lo más variopinta. Tal como expresa el historiador Pérez García, a menudo se trata de supuestos afrodisíacos y anafrodisíacos que responden a los avances científicos de la época, algunos de los cuales se mantuvieron vigentes hasta el siglo XX, pero que hoy sabemos que no tienen ningún fundamento. 

El manual de andrología, escrito para un lector masculino, analiza al final las distintas técnicas y caminos por los que discurre el coito. “Joder de pie provoca daño en las nalgas”, “si es de lado, hace daño al que tiene débil el miembro”, “cuando la mujer monta al hombre, a éste le pueden salir manchas en la vejiga”.

También aconseja sobre la eyaculación precoz. “Realmente no es agradable si los dos placeres no vienen a la vez. Cuando un hombre acaba pronto y una mujer tarde, esta se queda muy defraudada. Por ello, cuando el hombre empieza a joder debe distraerse en otras cosas, y no pensar en lo que hace ni en el gusto que siente”, recomienda.

El libro adolece –cosas del siglo XIV– de cualquier noción parecida al consentimiento, tal y como constatan algunos de los consejos dirigidos a los hombres para excitar a las mujeres. “Con una mano tómale las suyas, mientras que con la otra apriétale el coño, retuércela y pellízcala hasta que grite. Así le encenderás el deseo”, se despacha el autor.

Sus antecedentes y lo nos que dice del sexo medieval

En el índice, el Speculum al foder no incluye la parte final, que es la que recoge, de forma muy sucinta y sin imágenes, una treintena de posturas sexuales. Esa ausencia de presentación ya nos da alguna pista sobre la percepción de la sexualidad hacia finales de la edad media. El autor quizás no quería darle publicidad. 

“Hay una especie de contradicción o lucha interna entre algunos conceptos sobre sexualidad contenidos en el libro”, arranca Pérez Garcia, que cita los menciones al orgasmo como “relativamente avanzadas a su época” y en contraposición, por ejemplo, “con los numerosos tabúes que sabemos que existían en la sociedad medieval europea y las estrictas prohibiciones que imponía la Iglesia Católica”. El texto cita conceptos como el pecado, la culpa y la vergüenza vinculados al sexo. 

En el medievo imperaba la moral cristiana y el sexo era pecado, pero a su vez el deseo sexual y el erotismo encontraban su camino no solo en el ámbito doméstico, sino también en la literatura. “En la poesía de los trovadores ya hay poemas eróticos”, señala Alberni. Ausiàs March, máximo exponente de la poesía catalana del siglo XV, ya había escrito por entonces que “la carne quiere carne, no se le puede contradecir”. 

Con todo, hasta entonces solo se conocían publicaciones que hacían referencia al sexo desde el punto de vista de la salud y la higiene. De hecho, el Speculum al foder se considera una traducción –que en la época solía incluir adaptación– de los manuscritos que ya circulaban en latín, inspirados a su vez en la ciencia árabe o en enseñanzas de médicos clásicos como Hipócrates y Galeno. 

El manual catalán se basa en un tratado anterior, el Liber minor de coitu, escrito en torno al siglo XII, que al mismo tiempo bebe del Liber de coitu, el libro del coito, de Constantino el Africano en el siglo XI. Ambos eran exponentes del género literario médico de la época, en este caso orientado a la reproducción. 

Pero la parte de las posturas, los más parecido al primer kamasutra en lengua vernácula, no puede ser una copia del Liber de coitu. “Esa parte es la más misteriosa, porque no sabemos de qué fuente procede”, reconoce Alberni. Al inicio del libro se cita a un tal Albafumet, pero nadie sabe quién es. “Sus contenidos, y también los de los manuscritos islámicos, sugieren que en última instancia habrían recibido influencias de antiguos tratados de sexo hindúes, como el Kamasutra de Vatsyayana”, expresa Pérez García. 

El Kamasutra se escribió entre el 240 y el 550 d. C. Y en el siglo VIII, recuerda el comisario, los árabes conquistaron el subcontinente indio.  

El misterio resuelto sobre el juguete sexual

Uno de los pasajes más llamativos es el que hace referencia a un juguete sexual femenino. “Has de saber que algunas mujeres sienten el talento tan fuerte que no pueden ajustarse con los hombres; por eso algunas de estas usan un gedoma, hecho de cuero suave con algodón en el interior y en forma de pene: se lo meten en el coño hasta que quedan satisfechas”, queda escrito en la edición de Teresa Vicens de 1978, la primera que se hizo con fines divulgativos. 

Pero Alberni, que abordó su edición 30 años después desde una perspectiva más filológica que histórica, descubrió que la palabra gedoma era una mala lectura del manuscrito. En catalán, el texto dice: “A·y fembres d’aquestes que usen de gedoma si que és fet de cuyr lent e de cotó”. Pero al haber dos manuscritos en la Biblioteca Nacional, la filóloga los cotejó y vio que en uno de ellos aparecía godomasi junto. “Hace referencia al guadamecil, que es un tipo de cuero que viene de Gadamis, en Tripolitania”, señala. 

De hecho, esta metonimia del catalán medieval existe también en francés. Para el consolador o dildo, en Francia se puede usar la palabra godemiché. 

Conservado en la Biblioteca Nacional pero relegado para el gran público, hubo una edición del Speculum en 1917 –la del bibliófilo en letra gótica Ramon Miquel i Planas–, pero la siguiente no fue hasta 1978. Y luego no hay muchas más que la de Alberni de 2007. “Sigue siendo un gran desconocido para el público, no solo internacional, sino para el mismo lector catalán”, añade este historiador, que aspira a poner fin a este olvido mediante la exposición en el Museo de l’Eròtica de Barcelona.

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