La historia de Barcelona se puede explicar desde muchos ángulos: a partir de los grandes fastos o desde sus pequeñas hazañas. Y la de El Lokal es una de sus victorias más discretas y heroicas. Durante 37 años, este pequeño comercio de la calle de la Cera ha sido enclave estratégico de decenas de luchas vecinales, estatales e internacionales: contra los desahucios, denunciando el asesinato de su vecino Juan Andrés Benítez, por la insumisión, contra las olimpiadas del 92, en apoyo al zapatismo, contra el racismo… La última de ellas, la batalla contra especulación inmobiliaria, les ha tocado directamente. Pero lo que parecía una derrota cantada ha acabado transformándose en un clamoroso y memorable triunfo colectivo.
En abril el dueño del edificio recordó a los socios de El Lokal algo que ya sabían: el 1 de enero de 2025 les vencía el contrato. También les informó de algo que intuían: ya no quería alquilar más, sino vender. El Lokal llevaba allí desde 1987, pero el edificio había cambiado de manos varias veces y ahora era propiedad de un fondo inversor. El derecho de tanteo era lo único que les permitía la ley por su condición de inquilinos. El precio de venta del local era de 120.000 euros. Había que moverse rápido, pues solo tenían ocho meses. El problema era que El Lokal no es un negocio al uso, sino un librería y distribuidora de espíritu anarquista con formato de asociación cultural y más de cien socios. Había que convocar una asamblea.
“Hubo división de opiniones”, reconoce Iñaki García, histórico fundador de El Lokal. Algunos socios proponían abandonar la sede histórica de la calle de la Cera y buscar otro espacio. La asamblea decidió intentar la compra y de inmediato llegó el apoyo económico de la cooperativa ética de servicios financieros Coop 57. Paralelamente, la campaña de micromecenazgo desbordó las expectativas. En una semana ingresaron 22.000 euros. No todo el dinero llegó a través del crowdfunding de Goteo. Mucha gente se personó en El Lokal para realizar su donación en metálico. Más de 400 personas y colectivos contribuyeron económicamente para salvar ese proyecto sociocontracultural. Parece el guion de una película de Frank Capra, pero es la pura realidad. En Barcelona también suceden cosas así.
Libros, casetes, ollas y altavoces
Pero, ¿qué es exactamente El Lokal? El nombre ya da una medida de lo abierto y ambiguo del proyecto. Técnicamente, es una asociación cultural de inspiración libertaria cuyo objetivo es “cambiar el mundo desde su entorno”, teoriza Iñaki. A la práctica, es más complicado. El Lokal sería una librería anarquista de no ser porque el mayor superventas de los últimos años es el plástico de pancartas que gente de todo tipo (indepes, anarcos, sanitarios, escuelas…) compran para imprimir los eslóganes de sus respectivas protestas. Sería una distribuidora de discos y camisetas punk de no ser porque pueden aparecer unas monjas filipinas del bario para pedir un generador. Sería un centro cívico de no ser porque aquí nadie exige NIF, NIE o CIF a quien pida una olla, un altavoz o un micrófono. “Atendemos hasta a los especiales del barrio. A uno, que era poeta y vivía en la calle, le editamos un libro”, resalta. Tienen experiencia: aquí nació la editorial Virus.
El Lokal abrió puertas en octubre de 1987 en un contexto hoy impensable: “En los centros de las grandes ciudades el alquiler era muy barato. Abrían bares, librerías, se ocupaban espacios...”, recuerda Iñaki, que había llegado a Barcelona con los siete años desde Elgoibar (Guipuzkoa) y de adolescente participó en la creación del Ateneu Llibertari de Sants. Si había que estar en todas las movidas, había que mudarse al centro. “Una trans, la Carmela, nos dijo que cerca del bar la Revolta se alquilaba un local y fuimos a verlo. Era una marroquinería que antes fue sido la peluquería donde (Manuel Vázquez) Montalbán iba a cortarse el pelo”, explica. Cada uno de los ocho fundadores pusieron 50.000 pesetas de su respectivo bolsillo para pagar la fianza y acometer las reformas necesarias para adecentar el local.
“Desde un principio queríamos un local abierto, que no violentara por su aspecto. No queríamos un local punk. La tradición anarquista nos marcaba y queríamos que se atreviesen a entrar desde abuelos hasta jovencillos. Y gente de todos los ambientes políticos. Queríamos abrir un espacio útil para las luchas de la ciudad, desde una perspectiva anarquista y libertaria, pero sin pedir ningún carnet a nadie”, puntualiza. El suyo serviría para editar libros, grabar casetes y vender e intercambiar publicaciones de todo tipo cuyo nexo era la contrainformación. “Era una forma de funcionar prácticamente sin dinero y generando muchos materiales”, explica. Una de las primeras grabaciones que publicó El Lokal, ‘Rock anti mili’, vendió más de 15.000 copias. Así iban costeando aquel alquiler de 28.538 pesetas.
Radicalmente multiusos
Su apertura de miras y su vocación de servicio a las múltiples luchas del barrio ha hecho de El Lokal un espacio radicalmente multiusos donde el lunes llega un chico a devolver el micrófono que tomó prestado el viernes para la mani, el martes reciben a las nuevas doctoras del centro de salud que vienen para conocer las dinámicas del barrio, el miércoles entra un migrante que busca información sobre cómo conseguir papeles, el jueves dos abuelos preguntan por libros sobre el anarquismo o la guerra civil y el viernes un colectivo de Berga llama para saber si les pueden prestar una paella para 120 personas. “Todas estas cosas no pasan en una librería normal. Pero en este barrio el que tiene un problema se acerca a El Lokal”, celebra Iñaki.
Uno de los muchos altavoces que llenan los desbordados estantes del almacén es donación de Gambeat, ex-bajista de Mano Negra. Las ollas que alimentaron las acampadas universitarias contra el bombardeo de Gaza también salieron de aquí. “Prestar cosas es una forma de hacer política”, insiste Iñaki. Ofrecer un refugio, también. Y a lo largo de tantos años El Lokal ha sido lugar de reunión del Col·lectiu Gai, del movimiento zapatista, de la asamblea de insumisos, de la plataforma Raval Rebel… “En la naturaleza, si eres el más débil, el sentido común dice que eres el que más ayuda necesita”, reflexiona Iñaki. Y así pasa la vida en El Lokal, ayudando al que tiene más urgencias y tejiendo redes con otros espacios y colectivos a partir de los cuales, tarde o temprano, se establecerán nuevas alianzas.
Hace años que el barrio del Raval sabe que no puede dejar caer un espacio tan crucial como El Lokal. Para salvarlo han puesto dinero los gitanos evangélicos y las putas libertarias, los funcionarios y ‘los ex’, un término con el que Iñaki se refiere a “miles de personas que militaban en algo hasta que se cansaron, pero que te respetan y están dispuestas a hacer un esfuerzo para que sigamos existiendo”. En la campaña de financiación de la compra del local han puesto dinero centros okupados de la otra punta de Barcelona y sindicatos con sede a más de 600 kilómetros. Quizás El Lokal sea el único establecimiento que sienten suyo marxistas e indepes, punks y raperos, cristianos de base y lesbianas. “Aquí viene gente que quiere hacer un fanzine y gente que quiere ocupar”, especifica Iñaki.
Ni subvenciones ni medallas
“Lo único que nos marcaba mucho desde el principio era la idea de la autogestión”, recuerda el socio más veterano de El Lokal cuando intenta resaltar valores intactos hasta el presente. “Decidimos que nunca pediríamos ni aceptaríamos una subvención. Queríamos demostrar que es posible funcionar sin y lo hemos demostrado”, celebra con visible orgullo. Por eso mismo, cuando su activismo generoso y capilar motivó que el Ayuntamiento de Barcelona (durante el mandato de los Comuns) quisiera concederle en dos ocasiones la Medalla de Honor de la ciudad, no hubo manera. “Me da vergüenza tener una medalla. Yo creo en eso que cantaba La Polla Records de ‘las medallas son chapas de hojalata’. Le dije a Gala [la exconcejala Gala Pin] que entendía porqué lo hacían: sé que les jode que siempre sean los mismos los que se llevan los reconocimientos. Pero, para nosotros, la medalla ha sido el apoyo que hemos recibido ahora. La medalla nos la ha puesto la gente”.
Con 68 años, jubilado ya, Iñaki García sigue activo y motivado. “Aquí cada día aprendes algo nuevo. Es muy exigente y es mucha responsabilidad, pero es muy divertido”. Ni una reciente enfermedad ni el clima de derrota generalizado parecen hacer mella en su optimismo. “¿Cuántas acciones solidarias y de apoyo habrá cada día en una ciudad como Barcelona? ¡Miles! Hay que visibilizar estas cosas. En El Lokal simbolizamos eso muy bien. Y estamos muy orgullosos. Pero siempre decimos: cuidado, hay muchos más luchando contra el racismo en su escuela, en su bar…”, resalta.
Donde otros ven el abismo, él intuye una grieta. “En momentos de crisis es cuando mejor se mueve la gente como nosotros. Estamos acostumbrados a resistir en cualquier circunstancia y no cuesta tanto adaptarse. El que vive de una subvención y se la quitan, lo tiene muy jodido”, advierte. Su veterano olfato incluso le hace pensar en una remontada porque “en momentos de crisis es también cuando se agitan más las cosas. Hay mucha gente inquieta e insatisfecha que quiere hacer cosas. Tendrán que montar algo, tendrán que moverse. Tiene que pasar. Siempre es así”, insiste.
En cierto modo, el feliz desenlace de El Lokal confirma su tesis: “Yo pensé: igual se acaba el ciclo. Pero también pensé: otra cosa saldrá, tampoco se va a acabar el mundo por que El Lokal cierre. La paradoja ha sido que el momento más crítico haya sido el momento del gran impulso”.
Los abuelos anarquistas
Iñaki asume que con esta compra El Lokal ha “sentado un precedente”. Ya hay otros espacios del tejido contracultural barcelonés que, ante la amenaza de subidas de alquiler o rescisiones de contrato, se plantean algo impensable en los movimientos libertarios de antaño: la propiedad privada. “Nos están consultando y yo les digo: tantead, es una posibilidad”. Otros, claro, ya se burlan de Iñaki y sus socios llamándoles, despectivamente, propietarios. “Es una propiedad colectiva”, matiza él, encajando la broma. “Somos conscientes de que estamos gestionando un espacio que no nos pertenece”.
Y es entonces cuando, tras vivir décadas rodeado de literatura sobre movimientos sociales, Iñaki ata cabos con la historia. “¿Qué hacían los abuelos anarquistas de los años 30? Compraban el terreno y construían allí la cooperativa, la escuela racionalista, la casa del pueblo, el sindicato... Y además, como eran obreros, lo construían ellos mismos fuera de las horas de trabajo. En los pueblos, todo funcionaba así”, recuerda. “Nosotros, salvando las distancias, y con todo el respeto y la humildad, estamos haciendo algo parecido. Este es un espacio para la gente y aunque no nosotros solos no podríamos asumir la compra, colectivamente sí podemos”, celebra.
Aquellos 22.000 euros obtenidos durante la primera semana de campaña son hoy casi 40.000, de modo que El Lokal ya ha cubierto un 30% de la compra. Ahora falta pagar los 80.000 euros restantes. Para amortizar el préstamo cuanto antes, el 9 de octubre la sala Paral.lel 62 acogerá un concierto a beneficio de El Lokal con actuaciones, entre otros, de Joan Garriga y Muchachito. Será una velada para conmemorar el 37º aniversario de su inauguración. También, una fiesta de celebración de la victoria más trascendental de su historia. Y, cómo no, una invitación a defender activamente (entradas a 15 euros) el presente y futuro de un espacio de “producción, venta y distribución de materiales críticos para la reflexión y la lucha”.