El Park Güell es uno de los iconos de Barcelona. Obra de Antoni Gaudí, esta zona verde acoge muestras del famoso trencadís y al icónico dragón que da la bienvenida a los casi 4,5 millones de visitantes que recibe cada año. Por su importancia arquitectónica e histórica, el recinto fue declarado Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 1984.
Desde entonces ha estado sujeto a estrictas normas de conservación y prevención de daño entre las que se cuentan restricciones de acceso e, incluso, la prohibición de circular en bicicleta. De hecho, realizar una actividad, evento o grabación en el Park Güell es una tarea muy complicada. Pero la exclusiva firma de moda Louis Vuitton ha saltado todos los obstáctulos y ha conseguido organizar un desfile privado el próximo 23 de mayo.
Según se puede ver en la web del recinto, la normativa no permite autorizar peticiones para realizar eventos que no tengan finalidades científicas o formativas vinculadas al patrimonio. Igualmente, se especifica que sólo se permitirán actividades artísticas y musicales en casos excepcionales y con finalidades no lucrativas.
Según la normativa, pues, el desfile de Louis Vuitton no debería haber sido autorizado. Ni el Ayuntamiento ni B:SM, organismo que gestiona el parque, ha contestado a las preguntas de este medio sobre por qué esta marca de moda ha podido organizar un evento privado en el Park Güell.
Tampoco han explicado cuánto dinero ha costado el alquiler de la zona. “Son acuerdos sometidos a cláusulas de confidencialidad entre los promotores del evento y B:SM”, han dicho. Otra de las preguntas sin responder es cuánta gente asistirá al evento.
Este acontecimiento se había estado llevando con discreción pero saltó a los medios cuando se supo que, durante los preparativos, se dañó una parte de la coronación de un muro. Noticia que despertó el enfado y la rabia de los vecinos.
Lo que sí ha asegurado el consistorio es que que las preparaciones del desfile se están haciendo “bajo estrictas medidas de seguridad” y atribuyen el daño patrimonial a un “error humano”. Los gastos de reparación recaerán en Louis Vuitton, que “lamenta” el incidente. Pero ni la empresa ni el consistorio han comunicado a cuánto ascenderán los gastos.
El desfile de moda se realizará en el marco de las actividades de la Copa América de vela que este verano se celebrará en Barcelona. De hecho, Louis Vuitton, propiedad de Bernard Arnault (que en 2024 encabezó la lista Forbes como el hombre más rico del planeta), es también el principal patrocinador del macro evento, hasta el punto de que su nombre oficial es America's Cup Louis Vuitton.
“Esto roza lo absurdo. Damos prioridad a la firma de moda más elitista del mundo, que está detrás de un acontecimiento que saqueará la ciudad durante dos meses”, afirma Daniel Pardo, miembro de la Asamblea de Barrios por el Decrecimiento Turístico (ABDT).
La celebración también ha despertado el enfado de los vecinos, que consideran que el destrozo de las escaleras es lo de menos. “Nos privará de nuestra cotidianidad durante días. Y, si ya se han saltado la normativa, ¿quién nos asegura que no va a volver a pasar?”, se lamenta Aidà Almirall, vecino de la zona. “Con la impunidad de la Copa América, todo es posible. Si durante dos meses van a cerrar una calle entera de la Barceloneta ¿quién les impide volver a cerrar el Park Güell, una playa o una plaza?”, se pregunta.
“Elitización” del turismo
El de Louis Vuitton no es el primer desfile que se celebra en el parque. El pionero fue Paco Rabanne en 1970. Pero aquel evento se dio antes de que el Park Güell fuera declarado Patrimonio de la Humanidad. Entonces empezaron a establecerse ciertas restricciones que se hicieron más firmes en 2013, año en que el consistorio decidió privatizar la entrada al recinto.
En aquella época, el parque llegaba a recibir hasta 8 millones de visitantes anuales y, para proteger el patrimonio, se decidió que cualquier persona que no residiera en los tres barrios colindantes debería pagar entrada. Aquella decisión consiguió reducir a la mitad el número de visitantes que, a día de hoy se basa en turistas (que suponen más del 90% de entradas) y residentes de la zona. Sobre todo aquellos que forman parte de la comunidad educativa de la escuela Baldiri Reixac, que se encuentra dentro del parque.
Aidà Almirall es padre de dos criaturas del colegio y miembro de la AFA y lamenta que los preparativos del desfile hayan alterado el día a día de las familias de la escuela. “Sabemos que esto iba a pasar desde hace dos meses, pero hasta el jueves no hemos tenido información. Y cada día cambian las normas de acceso”, se queja Almirall.
Desde el Ayuntamiento han asegurado que la vida escolar no se verá afectada por el desfile de Louis Vuitton. La “única” alteración a la normalidad será que las actividades lectivas y extraescolares deberán finalizar a las seis de la tarde. Además, el próximo 23 de mayo, el parque estará cerrado para cualquier persona que no sean familias y alumnado de la escuela. Pero sólo podrán acceder “de manera transitoria, sin permiso para permanecer”, según se les ha comunicado.
Las familias hace años que exigen al consistorio medidas para que la vida escolar sea compatible con la “masificación turística” que hay en el parque que, según lamentan, les impide llevar a las criaturas a clase con normalidad y realizar actividades extraescolares en el recinto. “Los turistas se van a ir durante unos días, pero va a ser para que cuatro famosos disfruten”, apunta Almirall.
Las familias se muestran preocupadas por el precedente que este desfile privado sienta sobre la ciudad. Una preocupación que es compartida por diversas asociaciones de vecinos, que alertan del camino a la “elitización” del turismo de Barcelona. Daniel Pardo pone como ejemplo la carrera de Fórmula 1 que recorrerá (y cerrará) Passeig de Gràcia el próximo 19 de junio.
“Nos querrán vender la moto de que esto es para traer turismo de calidad. Pero tiene los mismos efectos de masificación e impacto climático”, apunta Pardo, que ve paralelismos entre la elitización y los procesos de 'descentralización' y 'desestacionalización' del turismo en Barcelona. “Es una trampa porque nada de eso genera decrecimiento. Al contrario: sólo sirve para ganar más terreno y mercado”, sentencia.