La lucha por la igualdad en las cárceles: “Trabajando a pico y pala acabaremos con el machismo de la prisión”
Aunque a menudo invisibilizadas, las cárceles no dejan de ser un reflejo de la sociedad. El machismo también traspasa los muros de las prisiones, tal y como constatan a diario las referentes de género, profesionales penitenciarias que velan por la igualdad en los centros. “Cuando yo empecé a trabajar en el módulo, para mis compañeros la mujer todavía era un estorbo”, cuenta a elDiario.es una de estas funcionarias con años de experiencia.
Una encuesta de la Conselleria de Justicia de la Generalitat de Catalunya ha puesto cifras a las percepciones. El estudio, pionero en España, arroja datos que el departamento que encabeza Gemma Ubasart quiere revertir: un 7% de las profesionales que trabajan en cárceles y centros de justicia juvenil catalanes han sido víctimas de abusos o agresiones sexuales –acercamientos, rozamientos, insinuaciones, tocamientos o exhibicionismo– por parte de un compañero de trabajo en los últimos cinco años, porcentaje que se eleva al 10% cuando el agresor es un interno.
Para poner en contexto la cifra, el 15,3% de todas las empleadas en Catalunya ha sido víctima de alguna agresión sexual en el trabajo a lo largo de su carrera, y un 3% en 2021, según la última encuesta de violencias machistas del departamento de Interior.
“En las cárceles los roles de género todavía están muy marcados, tanto con los internos como con los trabajadores”, expone la referente. “Se necesita trabajar a pico y pala, pico y pala, y mucha formación, para acabar con el machismo en la prisión”, agrega.
Las conductas sexistas entre compañeros, cuenta esta funcionaria, no solo se reflejan en los casos más graves, como las agresiones o el exhibicionismo. “Hay 'mansplaining', te dicen 'quédate aquí que ya voy yo' cuando hay que ir a hablar con algún preso, hay bromas machistas... y ahora solemos responder, pero hay compañeras que todavía no lo perciben”.
Las cifras dan la razón a esta trabajadora: un 51% de las mujeres encuestadas confiesa haber recibido o presenciado comentarios, bromas o chistes de contenido sexual que las han incomodado, así como exhibición de imágenes pornográficas. Entre un 16 y un 21% de las participantes en el estudio revela haber sido víctima de rumores o de comentarios sobre su vida sexual y situaciones de acoso o presión sexual pese a haber expresado su rechazo, o haber sentido miedo de quedarse a solas con algún compañero.
“Antes te decían que las mujeres tenían que estar fregando, ahora no es tan bestia, pero te cuentan un chiste machista que, simplemente, sobra... el sustrato está ahí”, reflexiona la funcionaria, que ha tenido que parar los pies a sus compañeros en ocasiones. El ambiente laboral también es distinto cuando en el turno hay mayoría de mujeres o de hombres. “La diferencia se nota. Cuando se lía, se lía aunque estemos trabajando más mujeres... pero la forma de abordar los problemas es distinta”.
En este sentido, el estudio muestra además una distinta percepción de los micromachismos en función de si quien responde es hombre o mujer: un 27% de los funcionarios encuestados cree que la opinión de las mujeres está menos valorada y se escucha menos, porcentaje que se eleva al 59% en el caso de las trabajadoras penitenciarias.
¿Y qué ocurre con el trato con los internos? En muchas ocasiones, explica la funcionaria, el trato que reciben de ellos es distinto en función del género del trabajador. “No es lo mismo que le dé una orden una funcionaria que un funcionario, hay veces que estando los dos se dirigen solo al él. Yo me tapo los oídos y cuando me ven así reaccionan, pero hasta entonces no lo ven. Es una forma de crear un vínculo con el interno, porque llegará un momento que estaré yo sola”.
Sobre la violencia sufrida por parte de presos o condenados a otras medidas de ejecución penal, el 63% de las trabajadoras afirman haber sido despreciadas por ellos; un 66% reportó haber sufrido situaciones de violencia psicológica −sexual o no− y entre un 9 y un 10% reveló haber sido víctima de abusos o agresiones sexuales por parte de internos.
Durante la presentación del estudio en Barcelona, la directora general de Prisiones de la Generalitat, Paula Montero, confirmó las impresiones a pie de módulo: “En las cárceles tenemos una cultura institucional profundamente masculinizada, no había denuncias presentadas ante Función Pública pese a que sabíamos que había situaciones de acoso”.
El estudio así lo refleja: la mitad de las trabajadoras de las prisiones catalanas ha soportado comentarios o bromas sexuales de compañeros, un 16% ha sufrido acoso y un 7%, agresiones o abusos, aunque en casi el 90% de los casos optaron por no presentar denuncia, ni interna ni externa.
Entre los motivos para no denunciar, un 2% de las víctimas se culpaba de la situación, un 5% no actuó por temor a represalias, un 21% consideró que era mejor resolverlo de otra forma y un 25% valoró que su caso no tenía importancia.
La difusión de estos datos, en palabras de la consellera de Justicia, Gemma Ubasart, quiere ser un primer paso para “garantizar entornos laborales seguros, cómodos y libres de machismo”. En los próximos meses la Generalitat reforzará en todos los centros la figura de la “referente del protocolo”, encargada de acompañar a la víctima y de derivarla a los recursos de ayuda tras sufrir una agresión machista. También se impartirán más formaciones y se harán más campañas para dar a conocer los protocolos antiacoso.
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