Madres de futbolistas que saltan al campo: “Con la de veces que nos ha tocado mirar, ahora jugamos nosotras”
Con el sonido del silbato, los chavales abandonan el balón y se desprenden de los petos a medida que se dirigen al vestuario. Mientras, sus madres se levantan del bar desde donde veían el entrenamiento de fútbol de sus hijos. Algunas pagan la cuenta, se despiden de sus compañeras de tribuna y se disponen a irse a casa. Pero otras toman la dirección contraria y bajan al campo. Ahora les toca a ellas jugar y a sus hijos esperarlas.
Este grupo de mujeres de entre 30 y 55 años conforman un equipo de veteranas en la Penya Recreativa de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona). Nacieron en 2021 y se convirtieron uno de los primeros equipos de fútbol 7 Amateur femenino en Catalunya y dos años después consiguieron empezar una liga con diversos conjuntos de la comarca.
Cristina es la capitana del equipo y una de sus impulsoras. Conoce bien la Penya porque su hijo hace años que entrena allí. Horas y horas de ver a otros jugar hicieron crecer un gusanillo dentro de ella. Pero lo más determinante fueron las conversaciones en lo que estas mujeres llaman “la sede social”. En otras palabras: el bar.
“Te pasas las tardes charlando con 'papis' y 'mamis' sobre fútbol. Muchos de ellos juegan, pero de ninguna de nosotras lo hacía. Nos parecía injusto, así que pedimos un trocito de campo”, explica quien luego se convertiría en capitana. La intención inicial era tener un poco de césped donde “pegar cuatro chutes y ya”. Pero el presidente de la Penya, Sergio Coarasa, confío en la iniciativa de estas mujeres y les dijo que, si juntaban a 10, les daría un equipo, un míster y unos horarios de entreno. Se presentaron 30.
“No me malinterpretes, disfrutamos de ver jugar a nuestros hijos, pero nosotras también queremos”, explica Cristina. La mayoría de las integrantes del equipo aseguran que nunca antes habían jugado a fútbol. Pero en seguida empiezan a salir historias sobre cómo muchas habían bajado a la plaza o se habían mezclado con los niños en el patio. “Yo me colaba en un colegio de chicos, en el que no podía estar, para jugar con ellos”, recuerda Eulàlia, la más veterana del equipo con 54 años.
Cuando creció, a pesar de que le encantaba el fútbol y no se perdía ni un partido, tuvo que acabar jugando a básquet porque no había equipos femeninos. Cristina, de 40 años es más joven y ella es de las que sí tuvo oportunidad de jugar como parte de un conjunto, pero sólo durante unos meses. “Cuando me quedé embarazada, lo dejé”, se lamenta.
Auge de mujeres futbolistas
El objetivo de las jugadoras era aprender las normas básicas y saber dar algunos toques, pero sobre todo sentir por fin que pertenecían a un equipo. “Y ponerte una equipación con tus colores”, remarca Eulàlia. Ella le dijo al míster -un joven entrenador de 21 años- que con que la sacara “dos o tres minutos” por partido, ella ya estaba contenta. De eso han pasado unos meses y hoy presume ya de sus goles.
La capitana del equipo destaca la evolución de las jugadoras. Muchas, dice, tienen madera. Incluso hay una que aseguran que podría estar en el Barça. El problema es que “han nacido demasiado tarde. Si hoy tuvieran 20 años, quién sabe”, conjetura Cristina, que reconoce que se emociona cuando ve los entrenamientos y partidos de las niñas.
Estas mujeres reconocen que las sucesivas victorias del Barça y el éxito de la selección española han sido una gran inspiración: “A las niñas les ha dado referentes y a nosotras nos ha animado a hacer algo que siempre quisimos hacer”, resalta Eulàlia. Desde la Federació Catalana de Futbol también reconocen estos hitos como la chispa que ha animado a muchas niñas y mujeres a calzarse las botas.
“Las más pequeñas crecen ya jugando a fútbol como algo natural y las más mayores ven que ellas también pueden”, explica Laura Ràfols, responsable de la Comisión Femenina de la Federació. Asegura que el auge del femenino es tal que para la temporada que viene crearán la primera liga femenina federada de veteranas amateurs.
“Estas mujeres quieren jugar y les tenemos que dar el espacio que nunca se les ha dado. A los hombres nunca se les ha puesto problemas por salir de casa y apuntarse a una liguilla”, asegura Ràfols, quien anima a todas las mujeres a apuntarse a un equipo. “Nunca es tarde para empezar”, remacha.
La mayoría de las fundadoras de este equipo de veteranas se animó a dar el salto porque como sus hijos ya entrenaban, para ellas la Penya Recreativa de Sant Feliu ya era como su casa. Son madres, pero sólo fuera del campo. Sobre el césped son jugadoras. Por eso rechazaron algunas propuestas de nombres que incluyeran la palabra 'mami' -habiendo incluso quien les sugirió 'motomamis'-.
“Cuando jugamos no somos madres de nadie; somos como los demás y, aunque haya a quien le sorprenda, somos competitivas porque también nos gusta ganar”, reivindica Cristina. Por eso, pronto les quedaron pequeños los partidos amistosos que concertaban a través de redes sociales con otros equipos de veteranas, así que se, a falta de una liga federada, se pusieron en contacto con el Consell Esportiu del Baix Llobregat para iniciar lo que se convirtió en una de las primeras ligas amateur de veteranas de Catalunya.
Están muy comprometidas con el equipo y con la competición. “Nos lo pasamos pipa, pero también es una manera de demostrar muchas cosas”, dice Karen, otra de las integrantes del equipo. Ella reconoce que llega justa a los entrenamientos, que ya se celebran pasadas las ocho de la tarde para favorecer la conciliación. “A esa hora, los críos ya están colocados. Y los que no están en casa es porque están entrenando aquí. Así que se van al bar y cenan mientras nos ven a nosotras”, explica esta azafata de 45 años.
“Es justicia. Faltaría más, ¡con la de días que nos hemos quedado mirando, ahora nos toca jugar a nosotras!”, exclama Cristina. Pero, además, aseguran que a los chavales no les importa verlas entrenar. Muchos de ellos, como el hijo de Karen, ayudan a recoger pelotas durante las sesiones e, incluso, les dan consejos. “Son los mayores fans que tenemos”, presume Cristina, que asegura que hasta se plantan en las gradas con bombos.
Estas mujeres explican que, aunque el fútbol saca lo mejor y lo peor de cada uno, en sus partidos no suele haber comentarios desagradables. “Siempre te puedes encontrar algún energúmeno, pero en general se nota un mejor ambiente”, dicen. Y es que, a pesar de saberse muy competitivas, siempre se cuidan de mantener el respeto por las contrarias.
“El deporte debe ser eso. Un espacio de integración en el que todos seamos iguales. Con lo que nos ha costado poder jugar, no vamos a maltratarnos entre nosotras”, dice Cristina. “A ver, una faltita la puedes hacer, claro que sí, pero sin ir a hacer daño”, añade Eulàlia, provocando la risa de sus compañeras, mientras salen del vestuario y se dirigen hacia el césped para iniciar el entrenamiento.
2