El malestar de las bases agita a los Comuns en la era post Colau: “Nadie da la cara por los malos resultados”
Nada hacía pensar que el último congreso de los Comuns no fuera una balsa de aceite. Una sola lista aspiraba a la ejecutiva, las ponencias llegaban muy trabajadas y se trataba de la asamblea que despediría a Ada Colau, una figura que ha unido como pocas ese espacio en la última década. Pero lo inesperado ocurrió el domingo por la mañana, cuando la votación sobre el informe de gestión de las tres coordinadoras salientes (entre ellas Colau) estuvo a punto de descarrilar y obtuvo menos del 50% de apoyos. “Fue un síntoma, la manifestación de un descontento, o de diversos, que se han incubado en la organización en los últimos años”, explica uno de los presentes en la asamblea.
Una práctica frecuente en los Comuns es llegar a sus asambleas con una sola lista candidata a la dirección. Así ha ocurrido en muchas ocasiones en Barcelona en Comú y, aunque no siempre, también ahora en Catalunya en Comú. Eso permitía que la lista única, que encabezaban en esta ocasión Candela López, que repetía, y Gemma Tarafa, no fuese votada por la militancia, sino que se aprobase por aclamación. En este contexto, reconocen fuentes de la propia ejecutiva, hubo personas que vieron en la votación del informe de gestión la oportunidad de dar un “toque de atención” a la cúpula.
Finalmente, solo 47 votos acabaron salvando el informe defendido por Colau, lo que permitió que quedara en una anécdota lo que podía haber sido un naufragio de las coordinadoras, tanto de las salientes como de las entrantes. Aunque la sangre no llego al río, fue la constatación de diversos “malestares transversales”, según define un miembro de la actual dirección. “Somos conscientes de esta situación, hemos tomado nota y el primer encargo que tenemos como ejecutiva es no ignorarlo”, agrega.
¿Cuáles son los malestares que aquejan a los Comuns que este año está cumpliendo su décimo aniversario? Como suele ocurrir, depende de a quién se pregunte. Pero hay dos ideas compartidas entre buena parte de las bases y la dirección: que la organización ha vivido demasiado centrada en la ciudad de Barcelona y ha descuidado el resto de Catalunya, y que ha faltado debate, que las decisiones fueran de abajo hacia arriba y, en general, que han faltado mecanismos de participación y democracia interna.
“Hay que tener en cuenta que todo esto se produce en un contexto de resultados electorales muy malos”, indica un destacado exdirigente. El último ciclo electoral ha sido duro para los Comuns, no solo por la pérdida de la alcaldía de Barcelona, sino por el estancamiento e incluso retroceso del proyecto tanto en municipales como en el Parlament. En este momento los Comuns han vuelto a números más propios de la antigua coalición ICV-EUiA que del partido de Colau en sus inicios, que conseguía victorias electorales y penetración territorial.
En las pasadas elecciones generales la candidatura consiguió aguantar, aunque no creció. Pero en las europeas el tortazo fue de los que duelen, cuando Podemos obtuvo más votos en Catalunya que la candidatura de Sumar, en la que iban los Comuns.
“Con estos resultados, ¿cómo no vas a votar en contra de la gestión que se ha hecho, sobre todo si es el único sitio donde puedes expresar el cabreo?”, reflexiona el exdirigente. “Lo que no se entiende es que después de que pase todo eso aún haya personas en puestos clave de la ejecutiva que repitan… ni que sea por decoro”, subraya.
El malestar territorial: Barcelona contra Catalunya
Una de las quejas que han llegado reiteradamente desde las bases a la dirección del partido tiene que ver con el centralismo barcelonés que, según dicen, sufre la organización. Hay varias razones que pueden explicar esto, como que el voto a los Comuns está mucho más concentrado en la capital catalana. En las últimas elecciones al Parlament, la candidatura que lideró Jéssica Albiach obtuvo uno de cada tres votos en la ciudad de Barcelona, pese a que solo concentra un quinto de los electores.
Esa desproporción tiene también que ver con la capacidad de conseguir alcaldías. Durante la última década los Comuns han aspirado a unas pocas alcaldías diferentes de la Barcelona, como Castelldefels, Montcada i Reixac o también El Prat y Tortosa, dos que aún mantienen. Todas ellas a años luz de la importancia y proyección que tenía la de Colau. “A la hora de destinar esfuerzos y recursos, Barcelona ha sido siempre la mimada por la organización y los demás nos teníamos que apañar”, explica un excandidato de una ciudad de la periferia barcelonesa.
Pero el malestar no solo tiene que ver con el reparto de recursos, sino también con lo que algunos denominan como la “barcelonización del discurso”. “No todos los territorios tienen los mismos problemas ni las mismas aspiraciones”, asegura este excandidato, que considera que los Comuns “se han llenado la boca hablando de municipalismo sin practicarlo”.
“Cuidar la organización en todos los rincones de Catalunya, crecer donde llevamos tiempo trabajando y tener más presencia donde aún no hemos trabajado tanto como nos gustaría es uno de los objetivos más importantes que surge de la última asamblea”, explican desde la dirección.
Decisiones “desde abajo” y renovación
Otro de los “malestares” detectados tiene que ver con la falta de debate interno sobre cuestiones que afectan al conjunto del partido. Hay territoriales que se quejan, por ejemplo, de que la cúpula toma desde Barcelona decisiones sobre aspectos que les afectan sin apenas escucharles. En esta categoría, quizás lo que más escama es que se impongan candidatos paracaidistas, desconocidos en la asamblea local. Sonada fue la llegada de Eloi Badia a Girona para las elecciones al Parlament. Y aún más la llegada de Lilith Verstrynge, persona imposible de relacionar con Catalunya, que se introdujo en las listas a la fuerza como cuota de Podemos en las generales.
Las quejas continúan respecto a “pisar las asambleas”, tanto antes de las elecciones como después. “Nadie da la cara por los malos resultados. Todavía no se ha hecho un debate extenso de por qué se perdió Barcelona o por qué estamos sin representación en ciudades como Terrassa”, afirma una fuente que formó parte de la Ejecutiva de los Comuns, pero que ahora está desvinculada. Las críticas van más allá. “Llevan años sin tomar ninguna decisión desde abajo: desde investir a Collboni a tumbar los presupuestos de Aragonès, pasando por la integración en Sumar. Son decisiones que se toman en un círculo de no más de una docena de personas”, reprocha.
En este sentido, la “renovación” de los cargos ha emergido como otro de los debates en esta asamblea. Pese a que la lista que se llevó era de unidad y que desde la dirección se insiste que más de la mitad de los nombres son nuevos en la Ejecutiva, hubo sectores que se preguntaron por qué en los cargos de más visibilidad apenas se percibía ese esfuerzo por meter nuevos nombres.
“Solo Colau se marcha, y nos dice que podría volver. El resto de personas con cargos de visibilidad ya estaban en la ejecutiva, o en la nacional o en la de Barcelona, y por supuesto tienen cargos en instituciones desde hace prácticamente 10 años”, señala con fuerte carga crítica un exdirigente.
¿Vuelve la vieja guerra entre familias?
Uno de los fantasmas que planea de vez en cuando sobre los Comuns es la cohesión interna de una organización que se ensambló con el motor del grupo afín a Colau pero sobre el chasis de ICV. Dos piezas que, en tiempos de paz, forman un todo indistinguible, pero que cuando hay problemas tienden a evaluarse por separado. “Hay sectores ex-ICV que siguen teniendo una identidad muy fuerte, con muchas décadas de militancia a la espalda. Ese grupo nunca ha tenido demasiada simpatía por Colau y ahora se lo están haciendo pagar”, explica una exdirigente crítico.
Desde la dirección de los Comuns rechazan de plano que esto haya ocurrido. “Es la lectura fácil, pero no se corresponde con la realidad. En los Comuns hace muchos años que no se opera con este esquema y tanto entre la gente que proviene de ICV como de otras organizaciones o de ninguna hay opiniones diversas”, aseguran.
De hecho, según subraya esta fuente del puente de mando del partido, la vieja militancia de los ecosocialistas no tendría razones para protestar, porque la representatividad de los suyos ha ido en aumento. Un ministro como Ernest Urtasun, Candela López como única coordinadora que repite, Aina Vidal liderando las listas en el Congreso y Janet Sanz como coordinadora en Barcelona. Todas estas personas vienen de Iniciativa y son hoy cargos muy destacados de los Comuns.
Otras voces no tienen tan clara esta cuestión. “Se quejan porque todo lo que no sea ICV les parece poco. Eso lo han pensado siempre, pero es ahora cuando ven que el 'colauismo' aún mantiene un peso en la ejecutiva que no se corresponde con su representatividad real que tienen en la militancia”, explica un exmiembro de la ejecutiva, que ha analizado nombre por nombre la nueva lista.
Según su recuento, los afines a Colau representarían más o menos la mitad de los 47 nombres de la dirección, mientras que las bases afines a la antigua Iniciativa serían mayoría absolutísima debido a la desmovilización de la militancia 'colauista'. “Yo la votación del otro día la entiendo en este sentido, como un aviso: 'Si un día queremos, os tumbamos lo que sea'”, afirma.
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