Maxim Ósipov: “La sociedad rusa sólo despertará si hay una derrota militar”
Maxim Ósipov (Moscú, 1963) es uno de los máximos exponentes de la literatura rusa contemporánea gracias a su descripción cruda de una sociedad que asegura que está enferma. Ósipov se sirve del relato para contar historias aparentemente sencillas y sin trascendencia como las que conforman su último libro, Piedra, papel, tijera (Asteroide, 2022), pero que en realidad descarnan la esencia de todo un país. El moscovita decidió abandonar su hogar y se exilió a Alemania a principios de marzo, días después de que estallase la guerra en Ucrania, a pesar de que eso le aleja del mundo que tan bien conoce y describe. La represión que ya ha encarcelado a más de 15.500 personas no le dejó otra opción. Con respuestas breves y concisas, igual que sus relatos, responde a esta entrevista en Barcelona, ciudad que ha visitado para participar en los diálogos literarios de Sant Jordi.
Decide irse de Rusia pocos días después de empezar la guerra. ¿Quién se marchó, el escritor o el ciudadano ruso?
Cuando empezó la guerra daba la sensación de que se había acabado el aire y no se podía respirar. Pasó todo muy deprisa y me cuesta explicar qué pesa más, si el escritor o el ciudadano. Yo mismo me veo como una totalidad y me cuesta separar estas dos identidades.
En enero dijo en una entrevista que no abandonaría Rusia porque significaría dejar atrás la sociedad que tanto conoce. ¿Qué le hizo decidirse?
La amenaza de que volvieran a instaurar la pena de muerte. Y la amenaza de que empezara el estado de guerra, de no poder salir del país y no poder volver a ver a la parte de mi familia que vive en Alemania, a mi hija y mi nieto. Pero sobre todo fue la sensación de que nos vuelven a enviar a una zona oscura. La guerra ha convertido Rusia en una especie de lavabo sucio, con pelos y agua estancada que ya conocía, porque me crié en él durante la URSS. Es el miedo pegajoso de volver a aquellos años lo que hace que no tenga ganas de regresar a Rusia. Mi hijo, que tiene 34 años, no recuerda esa URSS y no tiene esa sensación de retorno, pero aún así también sintió que se tenía que ir. Estamos viendo cosas que dan mucho miedo, como cuando obligan a niños pequeños a colocarse en el patio de la escuela formando una 'Z' [símbolo de apoyo a la campaña militar de invasión rusa].
La guerra ha convertido Rusia en una especie de lavabo sucio, con pelos y agua estancada que ya conocía, porque me crié en él durante la URSS
¿Continuará escribiendo, ahora que se ha marchado de Rusia y estará lejos de esa sociedad que tan bien conoce y que protagoniza sus relatos?
No lo sé. Desde que empezó la guerra tengo la sensación de que tengo que servir a un propósito distinto al que servía hasta ahora. Antes sentía que un artista debía servir al ideal de la belleza, pero ahora tengo que buscar otra cosa. Quizás serviré a la justicia. Quizás a la verdad.
Explicar la verdad en Rusia es difícil. En marzo, un grupo de escritores entre los que se encuentra escribió una carta interpelando a los hablantes de ruso del mundo para que explicaran la verdad sobre la guerra a sus compatriotas en Rusia. ¿Funcionó?
Seguro que firmé esa carta, pero he firmado tantas que no recuerdo exactamente cuál debía ser. Pero todos estos actos tienen, sobre todo, una carga simbólica. Los llevas a cabo para que no te dé vergüenza mirarte al espejo.
Muchos refugiados ucranianos han contado que sus familiares que viven en Rusia no les creían cuando les decían que estaban bombardeando sus casas. ¿Hasta qué punto es difícil conocer la verdad en Rusia?
Hay un lavado de cerebro muy intenso y no tengo fe en que se pueda cambiar tan fácilmente la opinión de alguien. La sociedad sólo despertará si hay una derrota militar. No soy un experto, pero a la vez siento que no sé menos que un experto militar, porque al principio de la guerra se decían falsedades y cosas sin sentido como que lo mejor que podía pasar para acabar con el conflicto era que Zelenski saliera del país y se rindiera. No sé cómo va a acabar esto y es muy duro desear al ejército de tu propio país una derrota militar, pero una victoria sería mucho peor.
Muchas veces ha dicho que la sociedad rusa está enferma y ha asegurado que la historia de su país se está acabando. ¿Esta guerra es un nuevo colapso tras el colapso de la URSS o es el inicio de un cambio?
Cuando cayó la URSS no tuve sensación de colapso, sino de liberación, de una sociedad que se volvía sana. Ahora tengo una sensación contraria, de muerte. No tengo claro cuándo empieza la enfermedad que achaco a la sociedad rusa, pero hay una frase muy famosa que dice que, en Rusia, las épocas no acaban nunca. Y hay otra que asegura que en 10 años Rusia puede cambiar mucho, pero en 200 años puede no cambiar nada. Es todo cíclico y la situación de ahora me recuerda a la guerra de Crimea de 1851, pero con la diferencia de que entonces no había bomba atómica.
Alguna vez ha explicado que en la pequeña ciudad de Tarusa, donde usted vivía, fue a una manifestación contra la guerra. ¿Hay menos represión en la Rusia rural que en Moscú?
Bueno, más que una manifestación fue un acto extraño, porque no despertó el interés de nadie. Ni siquiera de la policía, que nos miró y se fue. Y eso fue el primer día de la guerra, cuando nada estaba claro del todo y todavía podías salir a la calle con lemas contra la invasión. Pero no creo que haya menos represión, porque en los pueblos pequeños todo el mundo se conoce y los que protestan están muy identificados. Además, hay mucho control entre los mismos vecinos, que te pueden denunciar a la policía. Este control interno es muy peligroso porque la mayoría de la sociedad es pro Putin.
Como escritor que da tanta importancia a las palabras, ¿qué le parece no poder llamar 'guerra' a la guerra?
Es un retorno al doble pensamiento soviético que tan bien describe George Orwell en 1984, cuando dice que la paz es guerra y la mentira verdad. Este maquillaje de la verdad, junto con la represión que se ejerce sobre los periodistas, dejará el campo libre a la propaganda y puede acabar sembrando el terror entre la población. La Rusia que dejo yo tiene muchos más presos políticos que los que había en los últimos años de la URSS.
Sus relatos siempre muestran una sociedad decadente, triste. ¿Se imagina una Rusia distinta?
Me cuesta. Es el carácter de nuestra sociedad. Los alemanes limpiaron su culpa tras la Segunda Guerra Mundial con el trabajo. Empezaron a trabajar mucho, fue como una fiebre. Tenía un amigo alemán que nació en 1932 y en los 50 ya tenía un puesto importante en una editorial. Pero los fines de semana se iba a hacer de revisor al tranvía, a pesar de que no lo necesitara porque tenía mucho dinero. Era su manera de expresar su arrepentimiento. Pero esto en Rusia no me lo imagino. Me cuesta mucho pensar en una fuerza dentro del país, ni siquiera la Iglesia, que pueda servir para limpiar esta culpa.
¿Cree que la sociedad rusa siente o sentirá culpa?
Solo si es derrotada en la guerra. Aunque será un arrepentimiento un tanto tendencioso. Cuando atrapan a un criminal, cuesta saber si se arrepiente por lo que ha hecho o porque se le ha atrapado.
¿Qué piensa de la rusofobia que ha ido surgiendo tras el inicio de la guerra?
Depende de lo que entendamos por rusofobia. Que sea más difícil para un ruso abrir una cuenta en un banco lo entiendo como una medida de seguridad, no como rusofobia. Cuando me preguntan sobre esto, siempre respondo lo mismo: puedes pensar que no nos quieren en tal país o en tal otro, pero donde no nos quieren es en Moscú. El principal rusófobo es Putin, que en pocos días se ha cargado un país entero. Ha corrompido a una multitud de gente para que pensara que la mejor opción era una guerra en la que el valor de una vida es igual a cero. Muchas víctimas se están quedando sin entierro y sin que sus familias sepan cuál ha sido el destino de sus seres queridos. Es verdad que hay gente que no piensa así, pero la mayoría nos hemos ido.
El principal rusófobo es Putin, que en pocos días se ha cargado un país entero
Imagino que esta entrevista sería imposible en Rusia. ¿Alguna vez ha tenido problemas por decir lo que piensa?
A nadie en Rusia se le ocurriría hacer estas preguntas. Personalmente, no he tenido problemas, pero muchos amigos míos han dicho cosas mucho más leves que yo y han sufrido las consecuencias. Todo depende un poco de la suerte y de si alguien cercano a ti te denuncia. Es por eso que no pienso volver a la Rusia de Putin.
¿Y sin Putin?
Sueño con volver a una Rusia sin Putin, pero deben cambiar muchas cosas y tiene que desaparecer este sistema que ha montado, que lo impregna todo. Y eso no pasa de la noche a la mañana.
Los episodios traumáticos como las guerras suelen ser fuente de inspiración literaria. ¿Esta guerra lo será para usted?
Hay veces que alguien sufre un infarto de miocardio y, a pesar del susto, se siente mejor, porque empieza a moverse de casa, hace deporte, deja de fumar y de beber. Pero no dirías que ese infarto fue una cosa buena. Pues yo todavía no puedo mirar a la guerra como una fuente de inspiración. Quizás en un futuro.
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