Si hay otro partido, además de CiU, a quien le interesa que se hable de banderas, de estados y de nacionalismo, es el PP. La comodidad que experimenta Artur Mas agitando la bandera catalana es la misma que sienten los populares con la bandera española en sus manos. No hay ninguna brecha ni ningún voto que se pueda perder por el camino. Además, mientras se habla de banderas no se habla de recortes. Es justo el escenario contrario que viven los partidos de izquierdas (a excepción de ERC) que pueden perder algún apoyo por abrazar el derecho a decidir, en el caso de ICV, o por defender el federalismo, en el caso de los socialistas.
Hasta el momento, los populares han tenido una campaña tranquila, centrada sobre todo en advertir de los riesgos que conlleva la deriva independentista de Artur Mas. Para esta misión tienen el apoyo de las primeras figuras del PP, que parecen haber abandonado Madrid para trasladarse a Barcelona. La lista es larguísima: Mariano Rajoy, José Manuel García Margallo, Dolores de Cospedal, Esperanza Aguirre y Javier Arenas, entre otros. En lo que fa falta de campaña, la lista continuará creciendo.
Los populares, que en las últimas elecciones autonómicas subieron de 14 diputados a 18, saben perfectamente que la campaña es básica para su formación. Es uno de los partidos catalanes que más progresión nota durante las campañas electorales y, por este motivo, hay que dejarse la piel. Los votantes independentistas más que movilizados están eufóricos y no van a perder la ocasión que se les brinda. Los españolistas o los no independentistas, ya se verá. Si la participación del 25 N no pasa del 60%, como en las elecciones del 2010, los convergentes podrán empezar en soñar con la mayoría. Pero si pasa del 65% es que el voto no independentista también se ha movilizado. Entonces habrá que esperar a las sumas de última hora.
Por ahora, las encuestas apuntan a que los populares pueden mantener sus 18 diputados y, quizás, pueden lograr ser la segunda fuerza pero no por méritos propios, si no por la caída libre de los socialistas. Existen 840.000 votos sin decidir, pero en Catalunya cuesta de creer que los votantes socialistas desilusionados con el PSC se pasen al PP. “Es como si alguien del Barça se pasara al Español porque su equipo no juega bien. Es impensable”, comenta un portavoz del PP.
La influencia de la huelga
Toda esta tranquilidad puede romperse. La huelga general y el debate de los desahucios han entrado en campaña y cada vez es más complicado el pasapalabra agitando la bandera, ya sea la española o la catalana. La tensión social es latente y, por mucho que insistan políticos y medios de comunicación, hay temas encima de la mesa que preocupan y mucho: el paro, la reforma laboral, los desahucios, los recortes sociales, los educativos… Ha quedado demostrado que hechos excepcionales, y una huelga general lo es, pueden cambiar el sentido del voto y más aún, cuando el porcentaje de indecisos es tan alto. Pase lo que pase en la huelga, alterará la campaña electoral y esto puede perjudicar tanto a CiU como al PP, que parecerán marcianos si siguen hablando sólo de banderas. Los partidos de izquierdas podrán aprovechar el rebufo y llevar el debate a su terreno, recordando quien ha liderado los recortes, la reforma laboral y quien ha dado largas al drama de los desahucios, al menos hasta que han llegado las elecciones. Pero Artur Mas confía en recuperar terreno apelando al voto útil que, paradójicamente, puede ganar adeptos como más duras sean las declaraciones de los líderes del PP y del PSOE.