Sentado en una silla plegable, micrófono en mano y transmitiendo su serena sabiduría. La imagen que acompaña este obituario es una de las que quedará en la memoria colectiva del economista Arcadi Oliveres, fallecido este martes a los 75 años. Activista en favor de la paz y anticapitalista, con la muerte de Oliveres se va uno de los referentes progresistas de varias generaciones.
Desde que hizo público su cáncer terminal, Oliveres recibió mensajes de afecto de miles de personas, desde sus estudiantes de la UAB hasta los asistentes a las innumerables charlas que impartió a lo largo de toda su vida. Fiel a su estilo, y siempre que la enfermedad se lo permitió, siguió participando en iniciativas sociales y hasta pudo ser homenajeado públicamente por parte de la federación catalana de ONG, Lafede.cat, a la que siempre estuvo vinculado y que cambió el nombre de su sede por Espai Arcadi Oliveres Casa Justícia Global.
Al hacer balance de su vida, y de las múltiples luchas sociales en las que participó, aseguraba en una entrevista con elDiario.es que lo que las unió a todas ellas fue “el deseo de bienestar humano”. Sentado en su butaca, en el salón de su casa de Sant Cugat del Vallès, insistía en una de las máximas que siempre guiaron su acción: “Si no queremos este mundo, hay que buscar otro”. Y no escondía su felicidad al recordar a aquellos estudiantes a los que logró hacer ver a través de sus clases que la economía debía estar al servicio de las sociedad.
La familia ha comunicado la muerte de Arcadi Oliveres “con una mezcla de tristeza por el momento, de alegría por lo vivido y de agradecimiento por el amor recibid”, y ha querido agradecer las numerosas muestras de afecto que ciudadanos y entidades realizaron al economista desde que hiciera público que padecía cáncer.
De estudiante antifranquista a profesor de Economía
Nacido en Barcelona en 1945, de pequeño nunca jugó a soldados. Su padre, que defendió la República y estuvo preso por el franquismo durante un año, prometió al salir que sus hijos nunca tendrían juguetes bélicos. Ya de adulto, Oliveres se especializaría en el estudio del comercio internacional de armas, la financiación de la guerra y los ciclos armamentísticos de España.
Oliveres destacó por su compromiso con la democracia en su etapa de estudiante de Económicas en la Universitat de Barcelona a finales de los 60. En 1966 se enroló en el Sindicat Democràtic d'Estudiants de Barcelona y participó en el encierro de estudiantes e intelectuales conocido como 'la Caputxinada'. Algunos de sus participantes se acomodaron fácilmente al nuevo régimen tras la dictadura; Oliveres siguió siempre en los márgenes del sistema.
Vinculado desde siempre a los movimientos católicos progresistas, en 1974 empezó a participar en la organización internacional Pax Christi, dedicada a la promoción de la paz y la reconciliación de los pueblos del mundo, de la que llegó a ser copresidente en Catalunya. Desde la entidad abogó por la intervención eclesiástica contra los últimos asesinatos del franquismo, como el de Salvador Puig Antich, y promovió la libertad, la amnistía y el Estatut participando también en la Assemblea de Catalunya. En 1976 organizó la Marxa de la Llibertat, un ejercicio de desobediencia civil –había sido prohibida por el entonces ministro de Gobernación, Manuel Fraga– que le costó una detención y tres días en comisaría.
Su vinculación con el pacifismo continuó en 1977, cuando formó parte de la creación de la Associació Catalana de Solidaridad y Ayuda al Refugiado (ACSAR). En los años ochenta empezó a ejercer de profesor de Economía en la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB), centro en el que enseñó economía aplicada a futuros economistas y a estudiantes de ciencias políticas. Pero en sus clases no solo había los alumnos matriculados, sino también otros jóvenes que querían oír a uno de los profesores más queridos de la UAB.
Implicación contra las desigualdades globales
Dentro y fuera de la universidad, Oliveres mostró siempre un compromiso con los olvidados. Participó en las campañas a favor del 0,7% para los países menos desarrollados y fue uno de los mediadores de los encierros de migrantes en varias iglesias de Barcelona a principios de siglo XXI en protesta por la ley de extranjería. También se implicó en las campañas de objetores fiscales contra el gasto militar o en las movilizaciones contra la guerra del Golfo o la de Irak.
En 1999 fundó junto con otras activistas el Centre Delàs d'Estudis per la Pau J.M. Delàs, que desde entonces investiga sobre temas relacionados con la industria armamentística como el gasto militar, el comercio de armas y la financiación de la guerra. Dos años después empezaría a presidir Justicia i Pau, entidad cristiana de la diócesis de Barcelona, así como la Federació Catalana d'ONG per la Pau.
Soberanista declarado pero crítico con el independentismo mágico que prometía la república en un abrir y cerrar de ojos, en los últimos años formó parte del núcleo fundador de Procés Constituent, y también se sumó al movimiento 15-M, de quien fue uno de sus máximos defensores. A nivel electoral, apoyó primero a la CUP y después a los 'comuns'.
El legado de Oliveres en publicaciones y estudios es muy extenso. Este mes de enero ha llegado a las librerías Paraules d'Arcadi (Angle Editorial, 2021), libro en el que Oliveres repasa las luchas que han guiado todo su vida, ofrece una mirada de esperanza frente a este mundo incierto y aboga por “erradicar el capitalismo, un sistema que lleva a la desigualdad más absoluta” así como construir una Europa más solidaria y menos financiera.
Pero si algo caracterizaba a Oliveres era precisamente que no dejaba sus tesis solo en los libros. Pocas veces decía que no a la asociación de vecinos o entidad que le propusiera dar una charla. Y sin duda sabía hacerse escuchar. En sus conferencias, además de desgranar de forma didáctica las injusticias del capitalismo, recordaba que otro mundo distinto es posible. Oliveres lo ha dejado escrito: “La esperanza es el único motor para la acción”.