Las mujeres pakistaníes, contra el matrimonio forzado: “¿Quién es mi primo para decir con quién acostarme?”
En barrio del Raval de Barcelona se concentra gran parte de la población pakistaní de la ciudad, la mayoría proveniente de Gujrat, la misma ciudad que vio nacer y morir a Arooj y Anisa, las jóvenes que fueron asesinadas el viernes pasado por oponerse a sus matrimonios forzados. La cara de estas dos jóvenes es casi omnipresente en el local de la ACESOP, la asociación cultural de mujeres pakistaníes de Barcelona, con sede en este barrio barcelonés.
Las fotografías de las hermanas se mezclan con carteles multicolor en los que se leen lemas como “el amor por encima de la violencia” o “tu familia no debe escoger a tu pareja”. Los han elaborado las mujeres pakistaníes que conforman esta asociación, que hoy ha protagonizado la primera protesta pública condenando el asesinato de las jóvenes. “Las mujeres de mi país tienen mucho miedo, ¿por qué crees que no se han hecho actos hasta hoy? Porque no nos permiten alzar la voz”, se lamenta Huma Janshed, fundadora de la asociación.
ACESOP está formado por una quincena de voluntarias, “mujeres valientes que se atreven a romper las cadenas”, asegura Janshed. Y es que, según apunta, las pakistaníes no suelen integrarse en las sociedades a las que migran ni aprenden el idioma. Eso no es por otra cosa que por miedo. “Temen occidentalizarse y perder sus valores culturales. Pero ese miedo no es suyo, sino que les es impuesto por sus maridos, que saben que si salen de sus casas, serán más difíciles de controlar”.
Es por ese temor a perder el poder sobre sus mujeres, que las familias pakistaníes siguen impulsando el matrimonio forzado, sobre todo, según afirman desde ACESOP, para mantener cerca a las jóvenes que ya han nacido en Europa, las que se han “empoderado más”. Son ellas, las que se dan cuenta de que estas uniones forzadas van en contra de sus derechos, quienes protestan. Pero la protesta puede acabar en asesinato, como en el caso de Arooj y Anisa.
“Vamos a alzar tanto la voz, que no dejaremos que maten a ninguna más. ¿Quién es mi primo para decidir con quién me tengo que acostar?”, se pregunta Janshed, quien llama a la desobediencia de sus compatriotas. “¿Si Dios nos hizo libres, por qué tenemos que aguantar patadas y empujones?”, cuestiona, emocionada y con la voz quebrada, ante las decenas de mujeres que han participado en el acto.
Aisladas ante la violencia
La protesta ha sido protagonizada por mujeres de diversas nacionalidades, entre ellas un grupo de estudiantes norteamericanas de la Universidad de Washington que se encuentran en Barcelona realizando una beca. “Venimos de la facultad de Estudios Internacionales y queríamos entrar en contacto con asociaciones de derechos para las mujeres. Cuando supimos de Arooj y Anisa, vinimos a ACESOP”, cuenta Kate. “Tenemos derechos que cualquiera debería tener. Queremos ayudar a que todas las mujeres del mundo sean libres”, añade Martha, una compañera suya, mientras sostiene uno de los carteles.
Y es que el matrimonio forzado no es solo propio de la comunidad pakistaní, sino que se da en diversos lugares como China, Turquía, Gambia o Afganistán. De este país viene Adeeba, quien asegura que el asesinato de las jóvenes hermanas “es noticia porque vivían en Terrassa. Pero esto pasa cada día. En muchos lugares, matar una mujer es como matar una hormiga”.
Adeeba vivió esa misoginia en sus propias carnes durante los 20 años que estuvo casada con un marido que la pegaba. Pero la gota que colmó el vaso llegó cuando su hija quiso ir a Pakistán a visitar a un amigo de su clase. “Mi marido llamó a su hermano y le pidió que reservara el billete de avión para que, en lugar de ir con su amigo, volara a Afganistán. Y una vez allí, le rogó que la violara y la matara porque no quería una hija que hubiera sido tocada por alguien que no fuera afgano”, recuerda.
Esta mujer pudo dejar a su marido y escapar. Cosa que no siempre pueden hacer todas las mujeres. De hecho, a ACESOP llegan cada semana diversas mujeres víctimas de violencia machista o matrimonios forzados. “Las acompañamos a poner denuncia a los Mossos d'Esquadra, pero las retiran enseguida y nunca vuelven con nosotras”, se lamenta Saher, mediadora cultural y voluntaria de la asociación. Y es que, según cuenta, muchas mujeres reciben amenazas, no sólo contra su vida, también contra la de sus madres y hermanas si no retiran las denuncias.
Sabedoras de este grado de violencia, en ACESOP tienen incluso camas para que las mujeres puedan quedarse, en caso de que tengan que “desaparecer” del radar de sus maridos y familiares. “Están en una situación muy vulnerable porque se les niega la posibilidad de hacer amigas fuera de sus casas. Están muy solas”, señala la Saher. Por eso, se lamenta de que muchas mujeres querrían acercarse a la asociación, pero no pueden. “Los maridos no ven bien que vengan, muchas lo hacen a escondidas”, explica. De hecho, la asociación es mixta, pero a penas hay hombres. “No quieren venir”, dice la voluntaria, quien también imparte clases de inglés de manera gratuita.
Preguntada sobre si cree que el asesinato de las hermanas puede estigmatizar todavía más a la sociedad pakistaní, Saher responde de manera directa. “No. No es estigmatizar si es cierto que tenemos una sociedad tremendamente machista que no nos deja ser libres”, se lamenta, apretando contra sí un ramo que le han traído vecinas del Raval que se han acercado a mostrar sus respetos a la memoria de las jóvenes Arooj y Anisa.
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