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Museos Privados en Barcelona, un modelo en auge que genera debate en una ciudad asediada por el turismo de masas

Entrada al Moco Museum de Barcelona

Jordi Sabaté

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El pasado 24 de mayo se confirmó la noticia: Barcelona tendrá un museo Thyssen propio, desligado tanto de la colección Thyssen-Bornemisza, actualmente propiedad del Estado español, como de las 330 obras posteriormente cedidas de forma temporal por la baronesa Thyssen al ministerio de Cultura para su ubicación en el museo Thyssen de Madrid.

La colección barcelonesa tendrá otras características. Se albergará en el edificio del antiguo Cine Comedia, que cerró el pasado enero, y se gestionará de forma privada, sin que por el momento se conozcan más detalles. No obstante, la presencia en el acuerdo, como respaldo financiero, del fondo hispano-suizo Stoneweg, muy activo en inversiones inmobiliarias en la ciudad, deja entrever que el retorno de la inversión se producirá por la compra de entradas.

Stoneweg es el mismo fondo que años atrás intentó el desembarco de una delegación del museo Hermitage de San Pertersburgo en Barcelona pero fracasó ante la firme oposición del consistorio entonces gobernado por Ada Colau. En el caso de Thyssen ha podido llevar su operación cultural a buen término y se espera que en los próximos meses se concrete el proyecto y se comience a habilitar el antiguo cine para las necesidades que requiere un museo de estas características.

Tradición de museos privados

El nuevo Thyssen Barcelona no será el primer museo gestionado de forma totalmente privada y sin intervención de las instituciones, que se instale en Barcelona. Un precedente muy antiguo, y arraigado en la ciudad, es sin duda el Museo de Cera de las Ramblas, un clásico que la mayoría de barcelonesas y barceloneses han visitado alguna vez en su vida.

Otro ejemplo de museo privado es el Museo del F.C. Barcelona, que atesora todos los objetos fetiche y los trofeos del equipo culé. Se trataba, al menos antes de la pandemia, del museo más visitado de la ciudad, ya que alcanzó los 1,7 millones de visitantes en 2019, junto a los museos de Fundació La Caixa: CaixaForum y CosmoCaixa. Este último alcanzó los 880.000 visitantes en 2023.

Actualmente, sin embargo, mandan en entradas vendidas los museos públicos municipales como el Museu Picasso que, según el Institut de Cultura de Barcelona (ICUB, organismo encargado de la gestión de la cultura municipal), acogió en 2023 a 1.032.000 visitantes. Le siguieron el Born Centre de Cultura i Memòria, con 888.800 visitantes, y el Museu d’Història de Barcelona (MUHBA), con 860.000 visitantes. La competición entre museos públicos y privados está así muy igualada.

Edad de oro de los museos privados en Barcelona

Los tres museos públicos citados están situados en el barrio Gótico de la ciudad, el de máxima afluencia turística, por donde pasan millones de personas cada año. No es de extrañar, de este modo, que un museo vinculado a un pintor como Picasso sea parada irrenunciable en todo tour turístico, como tampoco que un museo que cuenta la historia de Barcelona, recomendado en la mayoría de las guías, resulte atractivo para quienes pasan las vacaciones en la ciudad.

También al calor de esta afluencia masiva, han proliferado en la ciudad otros museos menores, con colecciones no tan extensas o de la misma calidad, a veces basados en copias de los originales del artista, a veces en artistas que no son famosos pero son del agrado popular por el motivo que sea. En la punta de este iceberg estará sin duda el nuevo Thyssen, que presumiblemente albergará la colección de pintores catalanes de la coleccionista.

Pero por debajo del proyecto de Carmen Cervera hay una infinidad de museos en activo que no siempre son bien vistos por los expertos y los responsables de instituciones culturales, aunque hay una gran disparidad de opiniones. Existe el Moco Museum, el museo del Arte Prohibido, que alberga la colección de obras censuradas del empresario audiovisual Tatxo Benet; el museo Erótico, el Museo Europeo de Arte Moderno, de corte neoformalista y que dirige el arquitecto barcelonés José Manuel Infiesta; el Museo Banksy, que contiene copias de las obras del misterioso artista realizadas por creadores locales.

También podemos encontrar The White Rabbit Collection, con obras de arte urbano; el citado de Museo de Cera, el del Modernismo, La Casa Ametller y algunos más. En ámbito de las fundaciones privadas o mixtas destacan el Museo del Barça, el Museu Egipci, CaixaForum o CosmoCaixa, el museo de la ciencia que tiene La Fundación la Caixa en la parte alta de Barcelona.

Moco, ¿modelo a seguir o a criticar?

Ahora bien, uno de los más controvertidos, seguramente por el éxito que ha tenido, es el Moco, un museo de arte moderno y contemporáneo centrado en arte pop, urbano y contemporáneo que alberga parte de la colección de Lionel y Kim Logchies, dos coleccionistas holandeses que tienen otras dos sedes en Amsterdam y Londres.

Se trata de obras de corte colorista y espectacular, además de formatos de grandes dimensiones y muy conectados con el arte urbano y lúdico, con nombres como Andy Warhol, Jeff Koons, la japonesa Yayoi Kusama, Keith Haring o Jean Michel Basquiat. Actualmente el Moco acoge una exposición de obras gráficas de Robbie Williams, el compositor e intérprete que se hizo millonario con temas como Angel.

Se critica a los Moco que funcionan como empresas dedicadas a vender entradas, a veces sin prestar atención al relato que hile su colección o a la coherencia temática de la misma. También su querencia por la espectacularidad. Este medio se ha puesto diversas veces en contacto con los servicios de prensa del Moco de Barcelona para conocer su punto de vista sin recibir respuesta.

La historiadora, crítica de arte y comisaria Victoria Combalía, una autoridad en la capital catalana, defiende al Moco de Barcelona argumentando que “aunque se diga lo contrario, sus obras no adolecen de calidad y además ofrece lo que el público busca hoy en día”. Combalía cree los museos deben estar conectados en lo posible con la sociedad en la que viven.

Mercantilización de la cultura

En una posición más o menos opuesta, Miquel Molins, historiador del arte, reconocido comisario y gestor museístico que fue director del Museu d'Art Contemporani de Barcelona (MACBA) entre 1995 y 1998, es de los que opina que no se puede otorgar el término “museo” a cualquier colección de arte por el hecho de serlo.

“Un museo es un espacio en el que se explica el arte, debe haber un relato que articule las obras expuestas”, argumenta Molins, que conoce bien el mundo de las colecciones privadas, pues en el pasado fue presiente de la Fundació Banc de Sabadell, que atesora un importante patrimonio artístico.

Para el experto, además, “un museo no puede centrarse en tener dos o tres obras icónicas y el resto de segundo orden”, para engañar al público. Similar pensamiento desarrolla la antigua directora del Born Centre de Cultura i Memòria, Marta Marín-Dòmine, que cree que el “crecimiento como champiñones” de los museos privados “obedece a un programa cultural bastante débil” y también a que “se está mercantilizando la cultura y el arte”.

Al hilo de este hecho, Marín-Dòmine opina que con este tipo de museos privados podría ocurrir un fenómeno paralelo al de Airbnb pero con la oferta cultural: esto es “gran cantidad de museos turísticos y a la vez una crisis de oferta de calidad”. Termina observando que “no presentan ningún vínculo con la ciudad que los alberga ni tienen ningún interés en ello, porque van dirigidos a los turistas, que son público que está de paso”. Este es el motivo, según esta gestora cultural, “de que se produzca el absurdo de un museo que se llame 'moco', una palabra que en castellano resulta poco adecuada”.

Transparencia en cuanto a ayudas públicas

Aunque Molins no quiere referirse específicamente al Moco ni otros museos privados similares, sí apunta a que en general este tipo de negocios suelen requerir de ayudas públicas tarde o temprano y reclama transparencia a este respecto. Una opinión similar tiene Pedro Azara, arquitecto y profesor titular de Estética en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Barcelona, que además es experto en arte mesopotámico y ha comisariado diversas exposiciones.

Azara expone por un lado que su experiencia con museos como el Moco y similares es decepcionante, si bien reconoce que mantener un museo con altos estándares académicos “es tremendamente complicado desde el ámbito privado porque las exigencias son muy altas en conservación, seguridad etc”. Pone el ejemplo del Metropolitan de Nueva York, que a pesar de ser privado tiene acuerdos con entidades públicas, y aclara que no se opone a su existencia, pero reclama transparencia a los acuerdos que existan entre ámbitos público y privado, algo en lo que coincide con Molins.

Combalía, por su parte, defiende que el modelo de museo privado ha existido siempre y pone ejemplos de museos internacionales de gran prestigio como la Frick Collection neoyorquina. Defiende además que Carmen Thyssen quiera crear el suyo en Barcelona, si bien reclama “honestidad a la hora de elegir las obras que se expondrán, privilegiando la calidad por delante de las firmas”, algo que cree que la baronesa no ha hecho siempre“.

A requerimiento de este medio, el ICUB, explica que “los equipamientos privados pueden optar a las distintas líneas de subvenciones; pero aparte de la posibilidad de solicitar estas ayudas, no tienen una financiación específica”. El ICUB también ha facilitado el listado de subvenciones concedidas a todo tipo de entidades en los últimos años; donde no aparecen ayudas a museos privados.

Museo Egipci i Museo Banksy, ejemplos opuestos

Dos ejemplos tal vez opuestos de formato de museo privado son el Museo Banksy y el Museu Egipci. El primero es una franquicia de un negocio francés con distintas sedes en el mundo y que expone copias de las obras de Banksy realizadas por artistas locales. Se centra especialmente en ser una oferta de atractivo para el turista, por lo que su modelo de negocios es la venta de entradas. Así lo reconoce Agustina Guzmán, responsable de la administración de sede barcelonesa, que explica que “tenemos claramente un público internacional”.

No obstante, Guzmán matiza: “Nosotros consideramos que este museo es una buena oportunidad para conocer la trayectoria del artista, porque la mayoría de los murales que se exponen aquí hoy en día no existen como tales”. También explica que realizan actividades con colegios y talleres para aprender a pintar con spray dados por artistas. Respecto a tratos con la administración pública, asegura Guzmán –y así puede comprobarse en el listado municipal– que no tienen ni ayudas ni subvenciones.

En el otro extremo se sitúa el Museu Egipci, punta de lanza de una fundación privada que, a diferencia de CaixaForum o similares, no recibe ningún tipo de ayuda ni puede generar ningún lucro que no vaya destinado a su mantenimiento y el de los proyectos que realiza, entre los que se encuentran las excavaciones en Egipto junto a la universidad alemana de Tübingen, en las que descubrieron piezas de un templo dedicado a Ptolomeo I.

Así lo explica la directora del Museo, Maxaixa Taulé, que es también arqueóloga. Este museo, que acaba de cumplir los 30 años de existencia, se articula sobre la Fundació Arqueològica Clos, creada por el magnate hotelero Jordi Clos –apasionado de la egiptología– para albergar y gestionar su colección privada.

Taulé aclara que este pequeño y coqueto museo –“se creó en la trasera de los almacenes de la sastrería Santa Eulalia”, apostilla– es el único que existe en el Estado dedicado a la Egiptología. Añade que 250.000 personas visitan anualmente el museo, en su mayoría público local, y matiza que “140.000 personas participan al año en las conferencias y cursos organizados por la Fundació Arqueològica Clos, 22.000 menores entre ellas”.

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