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ENTREVISTA

Narcís Prat, catedrático de Ecología: “El modelo de regadío colapsará y nadie se atreve a replantearlo”

Narcís Prat, Catedrático emérito de Ecología de la Universidad de Barcelona (UB)

Pau Rodríguez

Barcelona —

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Narcís Prat (Amer, 1950) supera el medio siglo de investigación académica sobre el agua. Catedrático emérito de Ecología de la Universitat de Barcelona (UB), ha publicado centenares de artículos científicos, muchos de ellos centrados en la gestión de los ríos, y además ha asesorado a gobiernos y, durante un tiempo, también a la Fiscalía de medio ambiente de Barcelona. 

Prat ha estado en la génesis de los movimientos que han contribuido a replantear filosofía de utilización del agua, como la Fundación Nueva Cultura del Agua. Y hoy, a pesar de seguir los acontecimientos –como la sequía en Catalunya– desde un segundo plano, conserva un discurso muy crítico con el papel de los dirigentes políticos. 

Usted comenzó a investigar la gestión de las aguas fluviales hace más de 50 años. ¿Cómo ha cambiado el panorama? 

Hay que distinguir sobre todo el antes y el después del año 2000, cuando se aprueba la directiva marco europea. En España lo que cuenta es el recurso y, siempre que nos falta, tenemos que buscarlo. Primero lo hicimos con embalses, luego en los 90 con los trasvases, y así llegamos al planteamiento del trasvase del Ebro, con el Plan Borrell. Pero la puesta en marcha de la directiva en 2003, precedida por una presión social fuerte para replantear la cultura del agua, coincide con la negativa de Zapatero de hacer el trasvase. Aquí se abre la nueva etapa, con una filosofía en la que lo que importa es el buen estado del medio, no solo el abastecimiento de agua. 

¿Entonces, hemos mejorado la gestión del agua, si echamos la vista atrás?

Sobre el papel, sí. Se ha potenciado mucho el saneamiento, por ejemplo. Pero el problema llega cuando necesitas más recursos. Entonces cada Confederación Hidrográfica va a lo suyo. Y a diferencia de Madrid, Barcelona es muy deficitaria. En 2009, en Catalunya se hizo un plan de gestión en el que ya aparecían las desalinizadoras y la regeneración, pero con la llegada de Artur Mas se aparcaron porque decía que no había dinero. Y ahora cuando vemos que asoma el campanario de Sau, ¡ay! ¡Ay que los de Barcelona se quedan sin agua!

Sobre el papel, hemos mejorado en gestión del agua. Pero el problema llega cuando necesitas más recursos. Entonces cada Confederación Hidrográfica va a lo suyo

Con la actual sequía ha asomado el campanario y la iglesia entera. Pero ahora que se han llenado casi un 40% los pantanos en Catalunya, se ha levantado la emergencia. ¿Qué le parece la decisión?

Está pautado en el Plan de Sequía, que debería ser flexible. La Agencia Catalana del Agua (ACA) lo ha sido, pero se ha llevado las críticas por culpa de una conselleria de Acción Climática que en realidad es una conselleria de Agricultura, que solo tiene interés en que haya más regadíos y más cerdos. Tenemos una política del agua moderna, del siglo XXI, con una conselleria que todavía está en el siglo XX. 

No solo Catalunya, también Andalucía ha padecido una fuerte sequía. ¿Ve que hayamos aprendido alguna lección para futuros períodos de falta de lluvias?

En general, me da la sensación que la gente colabora. Pero los políticos solo ven a cuatro años vista. 

Sobre el papel de la ciudadanía, durante la sequía la opinión pública se suele focalizar en el consumo doméstico de agua, pero este no suele ser el factor diferencial. 

En Barcelona y en Madrid, sí. En otros casos, es el ámbito agrícola, evidentemente. Pero es que esta vez en Andalucía y en Catalunya no había ni para unos ni para otros. Se han alcanzado unos escenarios que no se habían visto hasta ahora. Y no solo por falta de lluvias, sino por el incremento de temperaturas, en el que no nos fijamos tanto. Por cada grado que sube, aumenta un 10% la evapotranspiración, con lo que las plantas sacan más agua del suelo. Así que necesitas echarles más agua. Los bosques piden más agua, la agricultura también… Y las temperaturas van a seguir subiendo, porque seguimos emitiendo CO2. 

¿Considera que el principal reto para gestionar el agua de forma sostenible es la agricultura? 

En la mayor parte de sitios, sí. En el Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Ebro… Las grandes cantidades se gastan en agricultura. Ahora la estrategia es regar con gota a gota, pero no es la solución. El problema es la concesión. Pueden hacer gota a gota, pero ¿qué hacen con lo que ahorran? Aumentar las hectáreas de regadío en vez de mandarlo al río para el caudal ecológico.

Con la sequía se han alcanzado unos escenarios nunca vistos. Y no solo por falta de lluvias, sino por el incremento de temperaturas, en el que no nos fijamos tanto

¿Cuál es el problema de no garantizar un caudal ecológico suficiente?

Que el estado del agua nunca será bueno, no tendrás biodiversidad y ni los peces que debería haber. No conseguirás regenerar el ecosistema. 

Habrá quien le dirá que eso no es tan importante.

Pues el agua que llega a los de más abajo es cada vez más asquerosa y tienen que hacer más tratamientos. También su salud dependerá de ello. ¿Que les den? 

Otro problema es la extracción de agua subterránea sin control. Hace poco lo advertía el hidrogeólogo John Cherry.

Es un problema generalizado en zonas sobre todo con escasez, como Doñana o las Tablas de Daimiel. Se ha hecho la vista gorda hasta llegar a extremos como mandar el Mar Menor a hacer puñetas, por culpa de los agricultores irregulares. Los científicos avisaban y eran ellos los malos. Agua para todos para ganar las elecciones. 

¿Y no tenemos países a nuestro alrededor que sean ejemplares en su gestión?

No hace falta ir fuera, tenemos casos aquí. La Comunidad de Regantes del Baix Llobregat es todo un ejemplo para que todo el mundo tenga agua. Tienen un acuífero de 50 hm3, pero está en contacto con el mar, así que si extraes mucha agua, entra agua salada. Pues bien, hicieron un acuerdo para evitar la salinización con agricultores, ayuntamientos, industrias, Estrella Damm… Actualmente, se saca agua en función del estado del acuífero y con eso la Damm hace sus cervezas y la operadora Aigües del Prat tiene un sistema público de abastecimiento, con una de las pérdidas más bajas en su red. 

Las fugas han sido otro gran motivo de debate durante esta sequía, al trascender que de media se pierde en torno a un 25% del agua en las canalizaciones. Hay urbanizaciones que superan el 50%.

Es que a los Ayuntamientos durante muchos años les daba igual. Muchos subcontratan compañías y, pese a que ellos son los responsables, si vas y les preguntas cuánta agua gastan o cuánta pierden en fugas, no lo saben. Las compañías quieren hacer negocio, y si deben invertir en tapar fugas a veces no lo hacen. Los que han hecho una buena política de agua, entre ellos el Ayuntamiento de Barcelona, esto no lo padecen. Creo que es uno de los cambios que quedarán para las próximas sequías: ningún ayuntamiento querrá ser señalado como el que pierde agua.

En las urbanizaciones extensas y poco densas, el coste de mantenimiento de las infraestructuras hídricas es muy elevado. ¿Cuál es la solución?

La solución de cara el futuro para ellas es que cuando caen 20 o 30 litros, sus tejados deben poder recogerlos con depósitos de recogida de aguas pluviales. Con ello tendrían agua para dos meses. Consumirían mucho menos. Y con los 600 millones de euros que cuesta una desalinizadora puedes cubrir muchísimas casas. 

Cuando caen 20 o 30 litros, los tejados deberían poder recogerlos con depósitos pluviales. Con ello tendrían agua por unos meses.

El conseller de Acción Climática de la Generalitat, David Mascort, ya habla de decrecimiento en el consumo de agua. ¿Usted cree que habría que avanzar en esa idea?

La idea es hacer lo mismo con el mínimo consumo posible. Para el Ebro, la solución es que los agricultores deben reconocer que no tendrán más agua en el futuro, sino menos. No pueden seguir pensando en hacer más regadío, sino rebajar sus hectáreas. Y repensarlo. Hoy el agua del Canal de Urgell sirve sobre todo para alfalfa y maíz para dar de comer a los cerdos. La mayor parte del agua se exporta en forma de cerdo o alfalfa. Si seguimos con este modelo de regadío, nos la pegaremos. El modelo colapsará. Nadie se atreve a plantearlo, pero la realidad es la que es y no nos podemos esconder de ella.

Nuevamente sobre el Ebro, durante esta sequía se ha vuelto a poner sobre la mesa un trasvase hacia Barcelona siempre que haya agua suficiente y durante períodos de escasez. ¿No es una propuesta digna de estudio?

Son los residuos de la vieja cultura del agua, que todo lo soluciona con tubos y obras. El trasvase del Ebro es una cuestión política y social, y antes debes convencer a la gente que vive allí, que no te dejará hacerlo. ¿Tú crees que una vez hecha la infraestructura, con tantos millones gastados, sólo se usará cada tres o cuatro años durante un mes? No se lo cree nadie, esto.

La mayor parte del agua se exporta en forma de cerdo o alfalfa. Si seguimos con este modelo, nos la pegaremos

Un discurso recurrente de los partidos contrarios a las políticas ambientales es que los ríos tiran agua al mar. Que la echan a perder. ¿Qué les diría?

¿Qué quieren ellos? ¿Un río o un canal? Un río debe tirar agua al mar. El caudal ecológico no es por capricho, es para mantener unas condiciones. En el Ebro hay mucha gente que saca agua de su acuífero. Si se la quitas al río, no habrá en el acuífero. El agua que va al mar es necesaria para la producción de sardinas, por ejemplo, y sin ella los pescadores se van a hacer puñetas. No tendrás agua para regar los arrozales, las bahías se irán a hacer puñetas… Es no entender cómo funciona la naturaleza. 

Una política que afecta a las reservas de agua que usted suele citar, y que se tiene poco en cuenta, es la gestión de los bosques. 

Claro, actualmente, por ejemplo, el pantano de Sau recibe la mitad de agua con la misma lluvia que antes. Esto se debe, por un lado, al cambio del paisaje. Antes había viñedos y pastos y ahora hay bosques, cuyos árboles se beben el agua. Además, los bosques son una masa enorme de árboles de todo tipo compitiendo entre ellos, con lo que unos matan a otros y acabas gastando gran cantidad de agua para nada. Hay que bajar la biomasa. Así hay más agua para cada árbol, para el embalse y de regalo tendrás más fácil controlar los incendios. Triple beneficio. 

Déjeme que para acabar le saque un tema totalmente distinto. Usted fue asesor de la Fiscalía de delitos ambientales en los 90. ¿En ese ámbito ha apreciado cambios?

En eso sí se ha mejorado mucho. En aquella época, la industria estaba acostumbrada a contaminar y a pagar alguna multa de vez en cuando si recibía inspecciones. Los efectos de la Fiscalía se comenzaron a notar cuando los industriales vieron que se tenían que sentar en el banquillo de los acusados. Entonces veías al empresario acusado que durante el juicio decía: “Señor juez, ya he construido la depuradora”. La que no había hecho nunca. Una vez con los Mossos fuimos a un viñedo donde un tipo tiraba todos los residuos al río y nos dijo: “Oigan, que yo conozco a Macià Alavedra [exconsejero y hombre fuerte de la CiU de Jordi Pujol]”. 

Los efectos de la Fiscalía de medio ambiente se comenzaron a notar cuando los industriales vieron que se tenían que sentar en el banquillo de los acusados.

¿Eran sobre todo vertidos a los ríos? 

Sí. El caso del río Besòs, que bajaba con espuma y se murió todo, fue gordo. En mi informe dije que el río estaba prácticamente muerto, que solo había bacterias. Y el juez vino a decir: si tú matas a alguien, eres culpable. Pero si luego viene alguien más y apuñala al cadáver, no tiene ninguna responsabilidad. Pues si tiras residuos a un río ya contaminado no pasa nada, porque el río ya está muerto. Esto hoy está mucho más controlado.  

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