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Opinión - Feijóo entierra a Mazón. Por Esther Palomera

Adiós España, adiós oligarcas catalanes

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Confirmado. Ya está decidido. La nueva República Catalana será un territorio donde no existirá el capitalismo. Será un país acapistalista. Y no será porque las CUP puedan arrebatar la mayoría al sexi-presi Mas. No. El capitalismo se evaporará de Cataluña por el anunciado y espantoso exilio de todos los capitalistas. Esto es lo que asegura en firme tanto la prensa borbónica como algunos prohombres catalanes dedicados al ramo del lucro. Los capitalistas, gente que hace negocios con la horda comunista china, que se sientan a cenar carne de mono con dictadores africanos. Gente que no pone objeciones a hacer dinero del dolor o del hambre, se ve que serán incapaces de trabajar con los catalanes. Piqué hace tiempo que no cena. Rossell quiere vender la torreta y comprarse un coto en Toledo. Hombres firmes, acostumbrados a tangar a jeques árabes y traficantes rusos, desfallecen ante la posibilidad catastrófica de hacer negocios en Cataluña. Adiós España, adiós oligarcas catalanes.

Y en cuanto se proclame la independencia, una triste caravana de Audis de alta gama enfilarán hacia Zaragoza con los balances en los maleteros y las acciones, hipotecas y preferentes en fardos atados al capó. Banqueros, financieros, industriales hacen ya una respetuosa cola en los peajes, donde los dueños de Abertis los esperan, agradeciendo con un humilde cabezazo la colecta de sus colegas. En la Franja, giran la cabeza por última vez. Algunos lloran abiertamente, otros rezan una oración por los pobres catalanes que no pueden huir. Catalunya se queda sin capitalistas. Oh! Ah! Uh! El Infierno se palpa. Como una larga cola de escarabajos, los patrones marchan del país, no porque quieran sino “porque los echan”. Adiós, millones, adiós.

¡Qué extraño milagro! El país vacío de magnates, los rascacielos desolados, las scort girls desconsoladas y el pueblo catalán desamparado porque sus explotadores le han abandonado. Es, verdaderamente, la imagen misma de la apocalipsis. O del comunismo. En España ya nadie se alegra de recibir esta fúnebre procesión, por mucho que nos tengan manía. El castigo ha sido demasiado duro. Los españoles, conmovidos, dan una manta y una tacita de caldo gallego a cada oligarca exiliado. Los yates de la marina de lujo de Barcelona zarpan como hiciera en su tiempo el barco Exodus con Paul Newman hacia Tierra Santa. Sus cubiertas están llenas de vips y celebrities a quien la vida palurda y tribal de la República les ha rasgado su agenda de eventos cosmopolitas, donde nunca hubieran imaginado hablando en dialecto.

¿Y qué debemos hacer, compatriotas, si las grandes empresas y los geniales emprendedores marchan uno tras otro? ¿En qué mundo viviremos si los capitalistas se ven obligados a exiliarse? ¿Cómo podremos ser felices sin el calor amoroso y paternal de Fainé, Brufau, Carulla y otros papanoeles del mundo económico? ¿Qué modelos éticos tendrán nuestros hijos?, ¿Qué educación recibirán si no pueden conocer de primera mano qué es una preferente?

Inevitablemente, Catalunya se convertirá en un lugar terrible donde no tendremos mas remedio que trabajar con una banca pública y ética. Donde la actividad industrial deberá espabilarse en forma de cooperativas a falta del “urdangarinesco” talento de los emprendedores de ESADE. Y los beneficios, que no tendrán ningún paraíso donde ir, ¡oh desgracia!, deberán invertir en esta tierra estéril. El mundo se apiadará de nosotros: “Mirad, allí un catalán, hijo de una tierra donde el capitalismo tuvo que marchar”. Y nosotros arrastraremos los pies por la tierra yerma de Sicavs y de capitales que huían hacia Andorra.

Los empresarios, con toda su buena fe, ya nos han avisado. Todavía estamos a tiempo. Lara, que es persona de buen corazón porque se dedica a los libros, lo explica con paciencia evangélica: ¡detened la libertad y os daremos la merced de continuar explotandoos! Hermanos, no dejemos que La Caixa o Banco Sabadell sufran en demasía. No se lo merecen. Nuestra crueldad ha sido excesiva con la vieja y apegada oligarquía catalana. ¡Indepes! ¡No al exilio de magnates! ¡Que el pueblo deje ya de chantajear a esta desvalida gente! ¡No se vayan millonarios, les queremos!

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Confirmado. Ya está decidido. La nueva República Catalana será un territorio donde no existirá el capitalismo. Será un país acapistalista. Y no será porque las CUP puedan arrebatar la mayoría al sexi-presi Mas. No. El capitalismo se evaporará de Cataluña por el anunciado y espantoso exilio de todos los capitalistas. Esto es lo que asegura en firme tanto la prensa borbónica como algunos prohombres catalanes dedicados al ramo del lucro. Los capitalistas, gente que hace negocios con la horda comunista china, que se sientan a cenar carne de mono con dictadores africanos. Gente que no pone objeciones a hacer dinero del dolor o del hambre, se ve que serán incapaces de trabajar con los catalanes. Piqué hace tiempo que no cena. Rossell quiere vender la torreta y comprarse un coto en Toledo. Hombres firmes, acostumbrados a tangar a jeques árabes y traficantes rusos, desfallecen ante la posibilidad catastrófica de hacer negocios en Cataluña. Adiós España, adiós oligarcas catalanes.