Las consecuencias de la matanza del Charlie Hebdo son incalculables. Sobre todo en la propia sociedad francesa, un mosaico forjado sobre los valores de la República y del que forman parte entre 5 y 6 millones de musulmanes, según estimaciones de 2010. El islam es la segunda religión de Francia, donde el Estado es laico desde la ley de 1905. La neutralidad de los poderes públicos y el respeto a la libertad de culto forman parte del ADN de la sociedad francesa. Un tesoro y un ejemplo.
En Francia la ley prohíbe censar a la población por sus creencias, raza o religión, pero se cree que un tercio (unos dos millones) son creyentes y practicantes declarados de la fe islámica. Ellos son las principales víctimas de la carga de miedo y odio dejada por los yihadistas que perpetraron la feroz carnicería de París en nombre del profeta Mahoma. Un saldo atroz que rebasa con mucho los nombres de los irreductibles caricaturistas de Charlie, que osaron desafiar al fanatismo religioso hasta las últimas consecuencias en nombre de la Razón.
Del naufragio social a la ‘yihad’
Por la edad de los dos principales sospechosos, una “célula familiar” compuesta por los hermanos Saïd et Chérif Kouachi, de 34 y 32 años, los autores de la barbarie pertenecerían a la tercera generación de la población francesa musulmana de origen magrebí. La más expuesta, sin duda,a derrapar en el explosivo escenario de la yihad global tras el naufragio social de buena parte de las generaciones precedentes. Aquéllas que nacieron en Francia tras el fin de los Treinta Gloriosos, el período del gran desarrollo económico y social entre el final de la II Guerra Mundial (1945) y la primera gran crisis del petróleo (1973).
Francia vive su propio 11-S en términos cualitativos, aunque lejos del estricto balance de víctimas de los atentados de Nueva York y Madrid, por citar dos casos. Sin embargo, el miedo ante el hiperterrorismo y el odio hacia sus promotores o autores son siempre los mismos y generan los mismos riesgos: el sometimiento de la democracia a los imperativos de la seguridad, por un lado, y la identificación y neutralización del adversario, real o potencial, ya sea en el exterior como, sobre todo, fronteras adentro. Es decir, en casa propia.
He aquí el espectro que se abre sobre Francia y gran parte de Europa (más de 44 millones de musulmanes), donde las movilizaciones y protestas ya rivalizan en direcciones contrapuestas como se ve en Alemania. Si Estados Unidos fue salvajemente atacado en 2001 en una operación contra los símbolos del poder económico de la primera potencia mundial, en Francia ha sido un ataque directo a los cimientos de la sociedad nacida de la Ilustración y la revolución de las ideas: la libertad de expresión y la laicidad. Las torres gemelas de la República.
La cohesión republicana en peligro
Francia porfía con gran dificultad por integrar al islam en el seno de la República y favorecer la creación de un islam moderno y compatible con los propios valores republicanos. Los sucesos del cambio de siglo en el escenario mundial, con el foco en Oriente Medio, han sido nefastos para este fin y han hecho aflorar las profundas grietas que socavan la cohesión republicana. Las apelaciones del presidente François Hollande a la unidad nacional son más que elocuentes.
La tragedia de Charlie Hebdo agrava de forma dramática este problema y alienta las incógnitas sobre las elecciones presidenciales de 2017. La irresistible ascensión de Marine Le Pen al frente de la extrema derecha nacionalista y xenófoba (Front National) planea como un fantasma sobre Francia y extiende sus sombras sobre la Unión Europea. El hundimiento del PS y la izquierda en general, así como la división y erratismo del centro-derecha están en el origen de este incendio, sobre el cual los fanáticos yihadistas han arrojado un océano de gasolina.
Malos tiempos para la sátira y hasta la prosa. La matanza del número 10 de la calle Nicolas-Appert de París, modesta sede de Charlie Hebdo coincide en día y hora, para más inri, con el lanzamiento del último libro de Michel Houellbecq, que explora al límite los fantasmas más atávicos del islam en Francia. Bajo el elocuente título “Sumisión” (ed. Flammarion), el corrosivo y brillante premio Goncourt recrea una Francia islámica en 2022 tras la inopinada victoria del virtual partido “Fraternidad Musulmana” en la segunda vuelta de las presidenciales.
A caballo de la ficción, la predicción y la provocación pura y simple, Houellbecq vuelve a trepanar por enésima vez la conciencia de las clases medias de Francia y, por extensión, la de quienes no podrían entender el mundo sin lo que representa Francia desde 1789. La definitiva entronización del lepenismo en la sociedad francesa sería la peor de las secuelas del brutal asesinato de Charlie.