Sabíamos que no sería fácil. Sabíamos que no sería inmediato. Pero sabíamos que si se quería, se podía hacer más y se podía hacer diferente.
Hace dos años, conmovidos por haber hecho posible lo imposible, nos preparábamos para coger las riendas de la ciudad de Barcelona desde una candidatura formada por personas diferentes, con experiencias diferentes, con trayectorias diferentes, pero con un objetivo común: construir una ciudad, nuestra Barcelona, para su gente.
Veníamos de una situación de descontrol. Barcelona estaba en venta al mejor postor y el principal promotor era el gobierno de la ciudad. Turismo sin límites; en 5 años las licencias de alojamientos turísticos crecieron un 20% y los pisos turísticos ilegales se extendían por la ciudad sin ningún tipo de respuesta municipal. No había política de vivienda alguna, más allá de la permisividad para los grandes promotores. La gente era expulsada de sus casas frente a la pasividad del gobierno. Se aprobaban ampliaciones de centros comerciales por la puerta de atrás, sin debate ni control público. Eso sí, hubo algunas grandes inversiones centradas en la Barcelona de escaparate como la reforma de la avenida Diagonal y del paseo de Gràcia.
Mientras, la desigualdad se extendía y se acentuaba en aquellos barrios que peor lo estaban pasando producto de una crisis injusta. La ciudadanía exigía un gobierno dispuesto a pelear para acabar con situaciones de dolor insoportables, como los centenares de desahucios que sucedían.
Lo tuvimos claro desde el primer momento. Barcelona necesitaba un viraje en su agenda: la lucha contra la desigualdad debía ser la prioridad. Hemos multiplicado las ayudas y generado nuevos proyectos para reducir esta desigualdad y garantizar los derechos básicos. Hemos recuperado las políticas activas de ocupación y estamos impulsando un nuevo modelo productivo. También hemos puesto la inversión al servicio de la gente y hemos creado nuevos equipamientos de barrio para hacer efectivos estos derechos básicos. Además, estamos construyendo vivienda pública para alquiler como nunca se ha hecho, invirtiendo en la rehabilitación de nuestras casas, luchando contra la pobreza energética, y hemos creado una unidad específica para acompañar y asesorar familias amenazadas por los desahucios.
La recuperación de los barrios para su gente ha sido una prioridad para el área municipal de Ecología Urbana. El primer objetivo ha sido evitar la expulsión de vecinos y vecinas por causa de la masificación turística. Para ello, hemos impulsado una regulación (el PEUAT) que evita que la vivienda sea sustituida por alojamientos turísticos y estamos luchando contra los pisos turísticos ilegales, cerrándolos y multando a las plataformas que les dan publicidad.
No obstante, somos muy conscientes de que seguimos teniendo un problema con la vivienda. Los fondos de inversión están comprando edificios como valor refugio. Los precios del alquiler suben aceleradamente. Los instrumentos con los que contamos son insuficientes y el reto, mayúsculo. Necesitamos que todas las administraciones aunemos esfuerzos ante este importante objetivo, aumentando la capacidad de regulación y de intervención de los municipios, alargando los contratos de alquiler y fijando unos precios de referencia.
Pero si hay una forma de sintetizar el modelo de ciudad para el que trabajamos y que estamos impulsando es la idea de la ciudad para vivir. Queremos que la gente viva en la ciudad, que no se sienta expulsada y que lo haga con calidad y sin las desigualdades existentes entre los barrios. Para conseguirlo estamos repensando la ciudad, regenerándola y rehabilitando viviendas, edificios, calles y plazas a un ritmo como nunca, focalizando en las familias, los barrios y los entornos urbanos olvidados por gobiernos anteriores.
La ciudad para vivir también es la que cuida de su gente. Es la ciudad en la que se respira aire limpio. Es la ciudad que pasa del gris al verde. Barcelona tiene un reto importantísimo en relación a la contaminación. Sufrimos unas 660 muertes prematuras anuales por esta causa. Necesitamos espacio público para la gente, ganar espacio al coche, ganar calidad de vida. Por eso estamos acelerando la transformación urbana necesaria, impulsando el espacio verde, apostando por un nuevo modelo de movilidad reforzando el transporte público y construyendo una ciudad paseable y ciclable.
En dos años, el cambio de modelo de ciudad se puede ver en muchos ejemplos, pero sobre todo nos hemos preparado para un cambio más profundo que se verá en los años que vienen. Ahora la ciudad se piensa diferente: se piensa saludable, verde, cuotidiana, participativa y comunitaria. Barcelona está cambiando por y para su gente, siguen habiendo muchos retos, pero el cambio no ha hecho más que empezar.