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El Born: ¿memorias compartidas o memorias excluyentes?

Andreu Mayayo

Catedrático de Historia Contemporánea y vicedecano de la Facultad de Geografía e Historia de la UB —

Pocas veces una exposición ha levantado tanta polvareda mediática y polarización política antes de ser inaugurada como la de 'Franco, Victoria, República, Impunidad y espacio urbano'. Pocas veces –por no decir nunca– una exposición merece la atención y la opinión del Govern desde el atril del Palau de la Generalitat. La portavoz Neus Munté considera que es un error grave el lugar escogido porque hiere el sentimiento de mucha gente y genera división. Pocas veces –ahora mismo no recuerdo ninguna– la crítica de una exposición se hace por su ubicación y no por su contenido.

Todo hace pensar que la exposición ha profanado algún espacio sagrado o, al menos, ha pisado el callo de los sacerdotes del templo, que confunden la Historia con la Historia Sagrada. ¿De qué lugar hablamos? Del Born Centro de Cultura y Memoria, un espacio público de titularidad municipal, que acoge un yacimiento único de la trama urbana de una ciudad europea de principios del siglo XVIII y que tiene su origen en la represión brutal de las fuerzas de ocupación borbónicas iniciada a partir del 11 de septiembre de 1714. Un lugar de memoria extraordinario que, asimismo, nos interpela sobre la derrota de una ciudad y de un país.

¿Cómo puede menospreciar u ofender la memoria de 1714 una exposición que habla de la derrota de 1939, de la victoria del franquismo y de la impunidad de la dictadura en el espacio público democrático (aún hoy vivo en Tortosa)? Al contrario, hacer patente la impunidad de la dictadura franquista refuerza la crítica al absolutismo borbónico, que justifica la pérdida de las libertades (de las instituciones de autogobierno) con el crecimiento económico. La memoria de 1939 da sentido y fortalece la memoria de 1714.

Lo que es un error grave es el sectarismo excluyente. Lo que hiere el sentimiento de mucha gente es la castración física y química del Memorial Democrática efectuada por el autodenominado 'Govern dels millors', que redujo el presupuesto de los 3,7 millones de 2010 a los 1,4 millones actuales (de los que sólo el 15% se para hacer actividades). Al president Mas –por propia biografía, bien seguro– no le interesó nunca el antifranquismo.

Lo que genera división no es la exposición sino el aprovechamiento de la oportunidad para escenificar las rencillas políticas, que habría que evitar que rezumaran a las entidades memorialísticas. En este sentido, es de agradecer la rectificación de la Amical de Mauthausen una vez recibió las explicaciones oportunas de los objetivos y los contenidos de la exposición.

Conozco desde hace muchos años a Manel Risques, el comisario de la exposición, somos compañeros de trabajo y buenos amigos. De hecho, compartimos la asignatura 'Franquismo, Transición, Democracia', en las aulas de la Universitat de Barcelona. Todo el mundo –¡faltaría más!– puede criticar su trabajo pero nadie puede dudar de su profesionalidad y de su compromiso cívico, antiguo y bien largo, con el antifranquismo.

Habría, pues, no coger el rábano por las hojas. Ni siquiera para lanzarlo contra una escultura para calmar una mala conciencia (los más mayores) o bien hacerse los niñatos (los más jóvenes) en una acción que sale gratis. Habría que hacer un esfuerzo y entrar dentro del Born para ver la exposición y la que la acompaña sobre la tortura (esto me pasó) para entender el precio que pagaron los que pintaban las paredes cuando Franco estaba muy vivo y muchos catalanes lo recibían con rosas.

Sería necesario, asimismo, que los huevos y tomates lanzados por los encarnizados antifranquistas (¿?) a la estatua decapitada del dictador no nos escondan la colocación (el día después de la inauguración de la exposición) de la placa de la calle dedicada a Antonio Ruiz Villalba, muerto a tiros (¡ocho!) por la policía franquista dentro de los talleres de la SEAT el 18 de octubre de 1971, a la edad (como la de Jesús crucificado) de 33 años.

Pocas veces una exposición ha levantado tanta polvareda mediática y polarización política antes de ser inaugurada como la de 'Franco, Victoria, República, Impunidad y espacio urbano'. Pocas veces –por no decir nunca– una exposición merece la atención y la opinión del Govern desde el atril del Palau de la Generalitat. La portavoz Neus Munté considera que es un error grave el lugar escogido porque hiere el sentimiento de mucha gente y genera división. Pocas veces –ahora mismo no recuerdo ninguna– la crítica de una exposición se hace por su ubicación y no por su contenido.

Todo hace pensar que la exposición ha profanado algún espacio sagrado o, al menos, ha pisado el callo de los sacerdotes del templo, que confunden la Historia con la Historia Sagrada. ¿De qué lugar hablamos? Del Born Centro de Cultura y Memoria, un espacio público de titularidad municipal, que acoge un yacimiento único de la trama urbana de una ciudad europea de principios del siglo XVIII y que tiene su origen en la represión brutal de las fuerzas de ocupación borbónicas iniciada a partir del 11 de septiembre de 1714. Un lugar de memoria extraordinario que, asimismo, nos interpela sobre la derrota de una ciudad y de un país.