El movimiento secesionista de Catalunya acelera los preparativos hacia una virtual declaración unilateral de independencia a partir del desenlace de la consulta de autodeterminación anunciada para el próximo día 9 de noviembre de 2014. Esta fecha ya emblemática abrirá de forma casi inexorable un escenario político tan desconocido como impredecible. Estamos en el año cero del llamado púdicamente proceso, según marcan casi todas las agendas de la vida pública y privada del país, sin que a día de hoy ninguna de ellas esté en condiciones de determinar, sin embargo, la secuencia de los números cardinales que vendrá a continuación. La incógnita es la sensación más extendida en el espacio público de Catalunya.
Prácticamente aceptado de antemano que la votación no tendrá lugar por razones legales, salvo sucesos hoy por hoy impensables, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, actuará sin duda en consecuencia tras agotar al límite el osado mandato asumido en su inesperado giro secesionista del 11-S de 2012, corroborado tras las elecciones de noviembre del mismo año pese a su descalabro en las urnas. Desde entonces, el líder de CiU cabalga a lomos de ERC en una trepidante carrera en la que ambas fuerzas se disputan el liderazgo del enorme espacio soberanista abierto en Catalunya en lo que va de siglo como consecuencia de la política regresiva y hasta autoritaria del PP, por un lado, y la debilidad e inconsistencia del PSOE como alternativa progresista y federal, por otro. Un doble lastre para España.
Escenarios posibles
El día después de la fecha señalada, que desde que fue pactada y anunciada de modo solemne en diciembre actúa como una bomba de relojería en la política catalana y española en general, Artur Mas hereda de sí mismo una situación extraordinariamente comprometida. Una vez constatado el fiasco de su arriesgada promesa electoral –la consulta-, el president podría optar entre dos opciones: 1) formar un nuevo gobierno de “coalición nacional” con ERC y, eventualmente, otros sectores soberanistas para conducir al país hacia unas elecciones plebiscitarias a medio plazo; 2) disolver el Parlament de nuevo y afrontar de inmediato nuevos comicios que determinen en las urnas el horizonte real de un eventual proceso constituyente, así como la fuerza política con mayor respaldo popular para dirigir esta nueva y delicadísima etapa.
Los sondeos sitúan a Oriol Junqueras (ERC) como gran beneficiario de la explosión del secesionismo en Catalunya, que en el presente año 2014 cumple con precisión milimétrica la estrategia casi litúrgica elaborada por los dirigentes del histórico partido de Macià y Companys. El tricentenario de la caída de Barcelona el 11 de septiembre de 1714, colofón trágico de la guerra de sucesión española, actúa de epicentro simbólico y político del proceso y como elemento catalizador del abrumador despliegue institucional y popular del soberanismo. Las “estelades” (bandera catalana independentista) que desde hace más de año y medio pueblan innumerables balcones de ciudades y pueblos de Catalunya, dan fe de la efervescencia nacionalista que vive el país en un clima de inusitada cotidianeidad.
La agenda de la ANC
La Assemblea Nacional Catalana (ANC), plataforma de amplia base popular cuya agenda marca el curso de los acontecimientos desde el 11-S de 2012 y, sobre todo, desde la formidable exhibición de fuerza de la “vía catalana” en la misma fecha de 2013, ya ha señalado el 23 de abril de 2015, Diada de Sant Jordi, como fecha idónea para la declaración unilateral de independencia desde el Parlament, al margen de lo que haya ocurrido previamente con la consulta del 9 de noviembre. Cabe decir que de aquí a entonces, la ANC exhibirá su capacidad de movilización con acciones no precisadas todavía, aunque con vocación de trascender las fronteras.
La estrategia de ERC y la ANC, que “marcan” al unísono a CiU desde dentro y fuera de la institución de la Generalitat, se basa en gran parte en acumular y explotar el rechazo y bloqueo de los poderes centrales del Estado como argumento para defender ante la comunidad internacional la legitimidad de la causa secesionista. El veto de la consulta no sólo no frustraría sus planes, sino que alentaría la vía de la declaración unilateral de independencia en el supuesto de que esta arriesgada opción lograse el respaldo ampliamente mayoritario del Parlament de Catalunya. Hoy por hoy, el soberanismo domina ampliamente la Cámara desde derecha a izquierda, aunque sin plena unidad de acción y bajo la amenaza de fracturas graves como es el caso notorio de la propia federación nacionalista CiUy la virtual descomposición del PSC.
Los ‘halcones’ mandan
Este hecho agrava si cabe la incomprensión y frustración que arrecia en amplios sectores de la propia sociedad catalana ante el exasperante monolitismo y pobreza de ideas del discurso público patrocinado por el PP, con el propio Mariano Rajoy a la cabeza. A la espera de que el desenlace de las elecciones europeas de mayo abra o no alguna fisura útil en este estado de cosas, el presidente del Gobierno ofrece la imagen de un dirigente petrificado por los acontecimientos, esclavo de su propia estrategia inmovilista y vigilado de cerca por los viejos halcones del partido.
En clima de tensión creciente, enturbiado aún más si cabe por sucesos externos como el referéndum escocés o la crisis de Crimea, la agria controversia catalano-española prosigue su incontenible deriva pese a la insólita oferta de un “alto el fuego verbal” del ministro de Exteriores, García-Margallo. El mismo, sin embargo, que pronostica una brutal caída del 20% del PIB de Catalunya en caso de secesión, cuando no la condena a “vagar en el espacio por los siglos de los siglos”.
El proceso acumula sin duda ya daños casi irreparables en el espacio verbal y sentimental del país, además de arrasar la credibilidad y respetabilidad de medios de comunicación públicos y privados. Algunos se han convertido sin rubor en factorías de propaganda a cargo del contribuyente y otros se han visto forzados in extremis a corregir el rumbo ante el imprevisible curso de los acontecimientos y la volatilidad ambiente. El riesgo de un conflicto de legitimidades o choque de trenes está servido y nada invita a pensar, de momento, que alguien con inteligencia, lucidez y sentido de la historia active el cambio de agujas.
El movimiento secesionista de Catalunya acelera los preparativos hacia una virtual declaración unilateral de independencia a partir del desenlace de la consulta de autodeterminación anunciada para el próximo día 9 de noviembre de 2014. Esta fecha ya emblemática abrirá de forma casi inexorable un escenario político tan desconocido como impredecible. Estamos en el año cero del llamado púdicamente proceso, según marcan casi todas las agendas de la vida pública y privada del país, sin que a día de hoy ninguna de ellas esté en condiciones de determinar, sin embargo, la secuencia de los números cardinales que vendrá a continuación. La incógnita es la sensación más extendida en el espacio público de Catalunya.
Prácticamente aceptado de antemano que la votación no tendrá lugar por razones legales, salvo sucesos hoy por hoy impensables, el presidente de la Generalitat, Artur Mas, actuará sin duda en consecuencia tras agotar al límite el osado mandato asumido en su inesperado giro secesionista del 11-S de 2012, corroborado tras las elecciones de noviembre del mismo año pese a su descalabro en las urnas. Desde entonces, el líder de CiU cabalga a lomos de ERC en una trepidante carrera en la que ambas fuerzas se disputan el liderazgo del enorme espacio soberanista abierto en Catalunya en lo que va de siglo como consecuencia de la política regresiva y hasta autoritaria del PP, por un lado, y la debilidad e inconsistencia del PSOE como alternativa progresista y federal, por otro. Un doble lastre para España.