Este jueves en el Congreso de los Diputados se ha votado la renovación del Tribunal Constitucional, con los votos favorables del PSOE, PP y Podemos a una propuesta pactada en el despacho entre el PSOE y el PP.
Y que el PSOE y el PP pacten los órganos de la alta magistratura no es novedad. De hecho lo de hoy es antesala de la renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ). Y a pesar de que en las sesiones de control simulen ser gobierno y oposición para modificar las encuestas, cuando se trata del gobierno de los jueces todos van a una. Dos para ti y dos para mí. Y si uno está vinculado a la FAES, a casos de corrupción varios, y a otra se la recusa en la Gürtel, yo tengo los míos.
La novedad de hoy es Podemos. Y no porque sostengan una votación complicada en la coalición –ha habido otras, como la inexistente subida de impuestos a las rentas altas o la bajada de impuestos a las eléctricas. Hoy la noticia es que Podemos decide avalar un pacto de despachos en el Tribunal Constitucional. Hoy el fin del ciclo del 15M es una realidad tangible. La casta, la democracia secuestrada, y el gobierno de las togas han pasado a un plano discursivo. Ya no es condición necesaria para gobernar, ahora ya son discursos vagos.
Y es una mala noticia. Democrática. De izquierdas. E incluso independentista. Ya no queda nadie con más de 10 diputados en España que esté por la democratización honesta de este Estado que vuelve a ser una mazmorra de derechos. Y da miedo. Mucho.
La independencia se vuelve una cuestión de principio democrático, en un estado en el que se encarcela a gente por hacer referéndums y se salvan sistemáticamente personajes de las altas esferas del estado de casos de corrupción, de malversación de fondos, y que son devotos de la democracia militante de la extrema derecha.
¿Por qué se avala un Tribunal Constitucional que hace décadas que torpedea cualquier atisbo de apertura democrática?
En una entrevista en elDiario.es el Fiscal Carlos Castresana se preguntaba dos elementos claves para entender la tesis que expongo.
¿No podría el TC haber hecho una interpretación garantista y de derechos de la ley de amnistía del 1977 en vez de sellar las torturas del franquismo?
¿No podría el TC haber hecho un puente constitucional entre la Constitución de 1931 y la de 1978?
En vez defender la doctrina de los derechos fundamentales, el Tribunal Constitucional se ha dedicado a anular leyes del Parlament de Catalunya de forma obsesiva, a dar por buena la ley mordaza y las devoluciones en caliente, o a permitir la prisión permanente revisable.
Los discursos del PSOE en la cámara han sido de responsabilidad de estado para la renovación. Y los de Podemos de desbloquear la renovación de los órganos judiciales.
¡Ay del país en el que la razón de estado es exclusivamente la del poder!
¡Ay del país en el que los mandatos de orden se olvidan de los derechos fundamentales!
Ya lo decía Gil de Biedma: de todas las historias de la Historia la más triste es la de España porque termina mal. Como si el hombre harto ya de luchar con sus demonios, quisiera terminar con esa historia de ese país de todos los demonios.
Y lo peor de todo, es que si este es el mejor gobierno posible para una España de izquierdas, la extrema derecha tiene el camino despejado. La alternativa son ellos.
Lamentablemente, hoy, el 15 M ha muerto.