La emisión del documental ‘Ciutat Morta’ ha provocado una verdadera conmoción colectiva en Catalunya. Más de 569.000 espectadores lo vieron la noche del sábado en el segundo canal de TV3 y la demanda de reapertura del caso es ya un clamor. El documental reconstruye el llamado ‘caso 4F’, en el que cuatro jóvenes fueron condenados y encarcelados por un incidente ocurrido en febrero del 2006 y que acabó con un policía municipal en estado de coma. Es un demoledor documento periodístico que pone en evidencia la cadena de errores, abusos y silencios del caso. El espectador intuye que acaba de presenciar el relato de una enorme injusticia. Y trágica, porque Patricia Heras, una de las acusadas se quitó la vida en abril del 2011.
‘Ciutat Morta’ interpela a la política, a la justicia, e incluso a los médicos que no reaccionaron ante unos casos evidentes de tortura. Y, por supuesto, interpela a los medios de comunicación y al periodismo. La web Desmontaje 4-F recoge una hemeroteca con los trabajos periodísticos publicados sobre el caso. Es la hemeroteca del espeso silencio de ocho años sólo roto por unas pocas excepciones. Un vacío que impacta en la prensa catalana cuando aún está en plena catarsis por treinta años de impunidad mediática del clan Pujol.
En un país con un amplio y extenso mapa mediático, con potentes periódicos, radios y televisiones públicas y privadas, resulta que una de las presuntas injusticias más graves cometidas en Catalunya emerge gracias a una modesta revista alternativa, La Directa, y, especialmente, a uno de sus periodistas, Jesús Rodríguez. Gracias a un documental, dirigido por Xapo Ortega y Xavi Artigas, que era prácticamente clandestino hasta que la presión social forzó a TV3 a emitirlo. Gracias a unas pocas voces libres como la de Gregorio Morán (en una de sus ‘Sabatinas intempestivas’ de La Vanguardia) o Jordi Mumbrú (Público, Eldiario.es y El País).
Si una historia como esta emerge por el compromiso de un modesto semanario y la tozudez personal de periodistas dispuestos a ir a contracorriente ¿Cuál es el papel de los grandes medios? Si la audiencia encuentra en la red, o en medios alternativos, el periodismo que mantiene su compromiso con la veracidad; el espíritu crítico y libre frente al poder; la honestidad y la independencia a la hora de informar y de establecer la jerarquía de la relevancia, ¿para qué necesitará a los grandes medios si no actúan de forma libre, independiente, y honesta? Si la prensa no es útil a la audiencia, ¿por qué los jóvenes deberían incorporarse un día a la lectura de los diarios que ordenaban la visión del mundo a sus padres y abuelos? Si los medios de comunicación repiten los errores del pasado, cuando estaban en Babia mientras la desregulación financiera, la burbuja inmobiliaria y la corrupción anidaban la crisis, ¿para qué los necesitan los ciudadanos? Si se limitan a reproducir las ‘versiones oficiales’, sin contrastar, sin investigar ¿por qué deberían fiarse de ellos?
El caso narrado en ‘Ciutat Morta’, como antes el caso Pujol, demuestran que el problema decisivo de algunos medios de comunicación no es ni la caída de la publicidad ni el impacto de las nuevas tecnologías. Es la pérdida de su valor más preciado, la independencia. Y con ella la credibilidad y la confianza de los lectores. Por eso el periodismo tiene que implicarse en la regeneración de los medios convencionales e impulsar nuevos medios libres, islas de credibilidad y confianza en la red.
Editores y periodistas saben ahora más que nunca que el presente y el futuro pasa por el ejercicio libre e independiente de un periodismo que impida la repetición de casos como el ‘4F’ o el del clan Pujol. Si no, quienes van a independizarse de los grandes medios van a ser los ciudadanos. ‘Ciutat Morta’ ha logrado romper la barrera del silencio gracias a la movilización de una minoría que forzó la emisión del documental y ahora ya es mayoría. Y ha sido posible gracias al periodismo, escrito en un modesto semanario, narrado en un documental, contado por periodistas que decidieron ir a contracorriente.