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Comparecer sin responder y enfangar

Siscu Baiges

Barcelona —

Los responsables de las relaciones con los medios de comunicación en la cámara parlamentaria iban de cráneo. Tuvieron que habérselas con unos periodistas que ya llegaban enfadados porque les habían colado un primer gol. La comparecencia del ex-presidente Jordi Pujol para dar explicaciones de su comunicado del 25 de julio, donde confesó que tuvo dinero escondido en el extranjero durante todo su mandato, estaba anunciada para las cuatro de la tarde. Pujol, sin embargo, llegó al Parlamento un par de horas antes, sorteando la presión periodística, y comió tranquilamente con su presidenta, Núria de Gispert. Después la popular Alicia Sánchez Camacho pediría explicaciones de quien había pagado el almuerzo. Si el ex-presidente no ha cambiado, la cuenta habrá ido a cargo del erario público porque una de sus características era no llevar nunca dinero encima.

Finalmente, Pujol apareció cerca de la sala donde se reunió la Comisión de Asuntos Institucionales y de nada sirvieron las carreras de los periodistas y sus esfuerzos por arrancarle algunas declaraciones. Fracaso idéntico al que obtendrían los portavoces parlamentarios que esperaban que les respondiera las preguntas que le formularon. En vez de respuestas les cayó encima la bronca de un Pujol que se transmutó de la persona humilde que abrió el acto en el hombre enfadado y crispado que apareció al hacer la segunda y última intervención. “A mi edad, no me regaña ni usted ni mi padre”, le dijo el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Expresión que no gustó al convergente Jordi Turull, que argumentó que él aún aguanta que su padre le regañe. Pero Turull a quien regañó y mucho fue a la presidenta del PP, Alicia Sáchez Camacho. Turull le recriminó que no comparezca cuando se la llama para que dé explicaciones de su participación en la grabación secreta de conversaciones con la ex-amiga del hijo mayor de Jordi Pujol y, en cambio, osase criticar al ex-presidente en su comparecencia de ayer.

Entre las peleas de Turull y Sánchez Camacho, la prudencia de Joan Herrera, Miquel Iceta y Gemma Calvet, y un discurso denso de David Fernández que dio la impresión de que Jordi Pujol ni escuchaba, quizás pasó desapercibido que el compareciente dio unas explicaciones que no encajaban con el comunicado del 25 de julio.

Según las explicaciones dadas en el Parlamento, el dinero que Pujol tenía en el extranjero no tienen nada que ver con la famosa herencia que Florenci Pujol le habría depositado en Suiza para su mujer e hijos. La nueva versión es que el dinero procedía de unas acciones que Jordi Pujol tenía en una inversión de la que sólo dijo que no tenía nada que ver con Banca Catalana. El padre le habría dicho: “este dinero es tuyo pero lo pongo a mi nombre en Suiza”.

¿Es la versión definitiva?

O los parlamentarios no se enteraron de esta nueva confesión o estaban frustrados al ver que ninguna de sus preguntas era contestada por Pujol. Quizás los acabó de desconcertar la respuesta airada del ex-presidente a sus interpelaciones. O el recurso de Turull al verbo “enfangar”, el preferido por Pujol y los suyos para sacarse de encima las acusaciones de corrupción hechas durante los 23 años de su presidencia.

El caso es que harían bien los ponentes de la Comisión de hacerse con el texto que leyó Pujol en su intervención inicial y tratar de sacar algo en claro. Saber quiénes eran los gestores de la cuenta misteriosa de Florenci-Jordi Pujol en Suiza, la procedencia de este dinero o el porqué de la confesión del 25 de julio dependerá, ahora, del trabajo de periodistas o jueces.

Pujol dijo que se había desnudado ante la opinión pública. De la reunión de la Comisión de Asuntos Institucionales del Parlamento se puede concluir que algunas vergüenzas quedan por descubrir.

Los responsables de las relaciones con los medios de comunicación en la cámara parlamentaria iban de cráneo. Tuvieron que habérselas con unos periodistas que ya llegaban enfadados porque les habían colado un primer gol. La comparecencia del ex-presidente Jordi Pujol para dar explicaciones de su comunicado del 25 de julio, donde confesó que tuvo dinero escondido en el extranjero durante todo su mandato, estaba anunciada para las cuatro de la tarde. Pujol, sin embargo, llegó al Parlamento un par de horas antes, sorteando la presión periodística, y comió tranquilamente con su presidenta, Núria de Gispert. Después la popular Alicia Sánchez Camacho pediría explicaciones de quien había pagado el almuerzo. Si el ex-presidente no ha cambiado, la cuenta habrá ido a cargo del erario público porque una de sus características era no llevar nunca dinero encima.

Finalmente, Pujol apareció cerca de la sala donde se reunió la Comisión de Asuntos Institucionales y de nada sirvieron las carreras de los periodistas y sus esfuerzos por arrancarle algunas declaraciones. Fracaso idéntico al que obtendrían los portavoces parlamentarios que esperaban que les respondiera las preguntas que le formularon. En vez de respuestas les cayó encima la bronca de un Pujol que se transmutó de la persona humilde que abrió el acto en el hombre enfadado y crispado que apareció al hacer la segunda y última intervención. “A mi edad, no me regaña ni usted ni mi padre”, le dijo el líder de Ciudadanos, Albert Rivera. Expresión que no gustó al convergente Jordi Turull, que argumentó que él aún aguanta que su padre le regañe. Pero Turull a quien regañó y mucho fue a la presidenta del PP, Alicia Sáchez Camacho. Turull le recriminó que no comparezca cuando se la llama para que dé explicaciones de su participación en la grabación secreta de conversaciones con la ex-amiga del hijo mayor de Jordi Pujol y, en cambio, osase criticar al ex-presidente en su comparecencia de ayer.