Contrariamente a lo que desean hacernos creer, la dignidad perdida en el Parlament de Catalunya no es la de la sandalia ni de las palabras del diputado David Fernández (CUP), sino la de los elegantes directivos de distintos bancos que han tenido la desfachatez de presentarse ante la comisión parlamentaria que indaga sobre la quiebra de determinadas cajas de ahorros catalanas y su rescate con dinero público para afirmar de forma unánime que ellos no han tenido ninguna responsabilidad, escudándose en las autoridades reguladoras superiores o simplemente en la situación general. Comparecer en sede parlamentaria para ofrecer esa formidable explicación, sin el más mínimo reconocimiento de incumbencia directa, equivale a tratar de bobos –por decirlo con mucha suavidad—a los representantes de la sociedad democrática y saltarse a la torera la función práctica de una comisión parlamentaria de investigación. Equivale a perderle el respeto a lo que representa un Parlamento, a negarle su dignidad operativa. Los directivos bancarios implicados actuarán del mismo modo ante las imputaciones efectuadas por la justicia, cuando les toque comparecer en los tribunales, escarneciendo igualmente otro de los pilares básicos de la sociedad democrática, la cual ha encajado hasta ahora con infinita paciencia los estragos causados por la economia financiera y la corrupción.
En tales condiciones, la sandalia del diputado David Fernández es un símbolo minúsculo y moderado del repudio que merece la actitud de los directivos convocados por la comisión parlamentaria y encausados por la justicia. El escarnio proviene de las explicaciones que se han permitido ofrecer o dejar de ofrecer. Ocupar un puesto directivo y cobrar grasamente en consecuencia implica una responsabilidad aumentada en la misión de liderazgo, que debería empezar por una conducta socialmente ejemplar. Para eso son dirigentes, no para acumular beneficios de casta y sacudirse el peso de las desviaciones. El liderazgo no es el arte de pasar la responsabilidad a los demás, envolverse en tecnicismos o apelar a la presunción de inocencia como principal argumento. Se precisan demostraciones prácticas y resultados.
De otro modo esos responsables nos conducen a todos a la espiral del descrédito, a los contravalores de la corrupción y sus efectos devastadores en el tejido social, mientras se instala la convicción de que la crisis económica ha sido gestionada en favor de quienes la han provocado y no de quienes la hemos padecido. ¿Alguien ha pedido perdón por algo? Cuando se comparece por motivos concretos ante una comisión parlamentaria se está jugando con la credibilidad, con la eficacia comprobable del sistema democrático. La sandalia y las palabras del diputado David Fernández es el elemento que me escandaliza menos de todos.
Contrariamente a lo que desean hacernos creer, la dignidad perdida en el Parlament de Catalunya no es la de la sandalia ni de las palabras del diputado David Fernández (CUP), sino la de los elegantes directivos de distintos bancos que han tenido la desfachatez de presentarse ante la comisión parlamentaria que indaga sobre la quiebra de determinadas cajas de ahorros catalanas y su rescate con dinero público para afirmar de forma unánime que ellos no han tenido ninguna responsabilidad, escudándose en las autoridades reguladoras superiores o simplemente en la situación general. Comparecer en sede parlamentaria para ofrecer esa formidable explicación, sin el más mínimo reconocimiento de incumbencia directa, equivale a tratar de bobos –por decirlo con mucha suavidad—a los representantes de la sociedad democrática y saltarse a la torera la función práctica de una comisión parlamentaria de investigación. Equivale a perderle el respeto a lo que representa un Parlamento, a negarle su dignidad operativa. Los directivos bancarios implicados actuarán del mismo modo ante las imputaciones efectuadas por la justicia, cuando les toque comparecer en los tribunales, escarneciendo igualmente otro de los pilares básicos de la sociedad democrática, la cual ha encajado hasta ahora con infinita paciencia los estragos causados por la economia financiera y la corrupción.
En tales condiciones, la sandalia del diputado David Fernández es un símbolo minúsculo y moderado del repudio que merece la actitud de los directivos convocados por la comisión parlamentaria y encausados por la justicia. El escarnio proviene de las explicaciones que se han permitido ofrecer o dejar de ofrecer. Ocupar un puesto directivo y cobrar grasamente en consecuencia implica una responsabilidad aumentada en la misión de liderazgo, que debería empezar por una conducta socialmente ejemplar. Para eso son dirigentes, no para acumular beneficios de casta y sacudirse el peso de las desviaciones. El liderazgo no es el arte de pasar la responsabilidad a los demás, envolverse en tecnicismos o apelar a la presunción de inocencia como principal argumento. Se precisan demostraciones prácticas y resultados.