Una confesión, escribo desde la tristeza. Siempre he procurado razonar lo más fríamente posible y me parece peligroso dejar que te lleven las emociones en un espacio conflictual como es la política. No soy independentista ni estoy en contra. Estoy convencido que los pueblos de España no solo podemos convivir sino que además lo hacemos cada día. Convivimos en Catalunya autóctonos de generaciones con los “otros catalanes” de Candel, que Pujol lo asumió en los años 60 y añadió son “catalanes los que viven y trabajan en Catalunya”. Son los otros pero son de aquí sin dejar de ser también de donde llegaron sus padres o abuelos. Convivimos con el resto de España que en gran parte ya no hay “la España de la rabia y de la idea… que utiliza la cabeza solo para embestir” como escribió Machado. ¿Separarnos de la sociedad española para qué? Hace dos semanas estuve en Vitoria. Esta semana dos días en Valencia. La semana próxima en Madrid. Conferencias, debates, reuniones, hablando se entiende. Cordialidad, sintonía, amistad. Y sin embargo, tristeza. Ayer, sábado, en medio de la concentración de casi medio millón de personas en el centro de Barcelona, sentí mucha tristeza. Como muchos catalanes y creo también del resto de España. Como Xavi Doménech, el líder de los “Comunes” y portavoz en el Congreso de diputados. Estos días nos hacen regresar a la España oficial de hace más de cuarenta años.
No es necesario recordar la lamentable actuación del Tribunal Constitucional una vez se hubo refrendado por referéndum el Estatut de Catalunya (2006) y previamente aprobado por la Cortes Españolas y el Parlament catalán. Un pacto como lo fue el pacto previo a la Constitución entre el Estado español y la Generalitat de Catalunya. A instancias del PP promovió la denuncia ante el Tribunal Constitucional y a la vez inició una campaña “popular” contra Catalunya, uno de cuyos artífices fue Rajoy. Se manipuló el TC, la sentencia fue “interpretativa” y aprobada por 6 votos contra 4. Se recortó groseramente un texto aprobado por el pueblo catalán y por las instituciones representativas del Estado español y de Catalunya (2010). Fue la chispa que encendió la pradera. Hubo una reacción catalana, se consideró humillante, la indignación fue de muchos y de cada uno. No fue una iniciativa de las instituciones o de los partidos, fue un rechazo que salió de la mayoría de la ciudadanía. Si a penas había el 20 % de independentismo en pocos años llegó al 50%. La cuestión no era ni la fiscalidad ni el déficit acumulativo de las inversiones de infraestructura, ni el recorte permanente de las competencias, ni los intentos y amenazas gubernamentales de reducir la protección de la lengua. Son cuestiones que se pueden y se deben pactar. La reacción catalana lo provocó el no reconocimiento, el menosprecio, el abuso de poder, la negación a cualquier diálogo por parte de PP, Ciudadanos y la mayoría de los dirigentes del PSOE.
El gobierno español, el PP y Ciudadanos (C’s) han mantenido una línea agresiva y provocadora a lo largo de estos años. Entre otros ejemplos el gobierno ha acentuado la no ejecución de las inversiones programadas, el acecho a temas tan sensibles como la educación y la lengua, las amenazas e incluso la judicialización de las iniciativas políticas como la consulta “alegal” (2014) que ha procesado a los principales cargos públicos catalanes. A medida que se presionaba al gobierno y sociedad catalanas aumentaba el independentismo. Una estrategia de provocación que hay que suponer que se deseara la radicalización del catalanismo, muchos que no eran independentistas lo fueron en los últimos cinco años. A la vez se desarrolló una política por los medios de comunicación en especial las tv nacionales y regionales y las tv privadas de ámbito estatal destinada a provocar fracturas sociales que denunciaban todo tipo de discriminaciones tan falsas y absurdas en Catalunya como que no se enseñaba el castellano, que los originarios de otras partes de España serían discriminados, que vivirían aislados del mundo, etc. En el resto de España se han generado rechazos, desafección, aversión en sectores muy diversos, no solo atizados por las derechas políticas también bastantes dirigentes nacionales y regionales del PSOE. Los partidos autodenominados “constitucionales” utilizan a diestro y siniestro el populismo como arma arrojadiza y lo mezclan con el “totalitarismo”. En fin, una falta de responsabilidad de los medios y gran parte de la intelectualidad y del mundo académico, cómplice o silencioso. Aunque el ambiente no les es propicio para defender la causa catalana difícil de entender.
Las razones de la indignación ciudadana catalana frente al Estado español se concretó en el Tribunal Constitucional. El Gobierno español, el PP y C’s lo asumieron con entusiasmo, así como la mayoría de los dirigentes socialistas. Solamente las instituciones y la mayoría de los partidos catalanes lo rechazaron. No hubo reacción contraria en la sociedad española. Pero en Catalunya el rechazo masivo nació y se desarrolló desde la sociedad civil, no por parte de los partidos políticos ni de las instituciones aunque luego se subieron en la ola practicando el surfismo político. La movilización ciudadana ha sido pacífica, con frecuencia festiva. Expresó aspiraciones, esperanzas, ilusiones que se concretaron en independencia. La consulta fue el objetivo inicial. El gobierno español lo rechazó y los partidos estatales también. Las movilizaciones a partir de 2012 fueron masivas. Se hizo una consulta alegal en el 2014 que demostró el apoyo mayoritario a un referéndum. El gobierno español nunca quiso dialogar sobre nada, y menos aún de independentismo, ni modificación del status existente y ninguna consulta. Un gobierno de leguleyos solo ven la letra conveniente de las leyes. La Generalitat entre la movilización de la calle y la negativa total del gobierno español se lanzó por un atajo que conducía a un callejón de imposible salida: la declaración unilateral de independencia (DUI). Una iniciativa, más inocente que audaz, que facilitaba la movilización en contra del conjunto de las fuerzas del Estado, Gobierno, las Cortes, los aparatos del Estado, los partidos estatales y los grandes actores económicos, con el apoyo de la Unión Europea. Un error continuado que solo podía terminar en una frustración ciudadana.
Pero cabe preguntarse ¿porqué a lo largo de 7 años el gobierno español no ha hecho propuestas a los catalanes? ¿Por qué no ha abierto puertas de diálogo ni tan solo cuando se lo solicita el presidente de la Generalitat días antes de decidir la suspensión de la autonomía catalana? También debemos plantearnos ¿por qué numerosos cargos públicos del PP y C’s e importantes dirigentes socialistas han excitado el anticatalanismo, mediante demagogia, falsedades y exabruptos? ¿por qué gobernantes que se supone responsables alimentan las tensiones territoriales y las fracturas sociales cuando deberían cohesionar la sociedad y facilitar la convivencia? Si no lo es por lo menos parece que se trata de una operación de Estado que va más allá de Catalunya.
Las derechas españolas necesitan “enemigos” que le sirvan de chivos expiatorios. Los comunistas lo han sido y de vez en cuando aún aparece el fantasma del anticomunismo anacrónico. La ETA antes y el terrorismo yijadista actualmente se utilizan pero no son muy suficientes pues no justifican ni la corrupción, ni las políticas antisociales, ni los privilegios de las elites políticas y económicas. Ahora el chivo expiatorio son los catalanes, los que pretenden “romper España”, los supuestos culpables de la recesión económica que nos acecha en los próximos meses y la deuda española acumulada por la pésima gestión del gobierno y del sistema financiero, los egoístas insolidarios que se aprovechan del conjunto de España. Es la estrategia de los “progoms”, desviar la atención de las clases populares y medias hacia un enemigo ficticio, al que se señala como diferente y perverso. Y se justifica el autoritarismo y la mala gestión pública.
Creo que hay también un proyecto político desdemocratizador y recentralizador del Gobierno español y compartido probablemente entre PP, C’s y dirigentes y barones del PSOE. Los cargos públicos territoriales de estos partidos aspiran a eso, los cargos, pero no tanto las competencias. España es un país vulnerable en el ámbito europeo y la conflictividad social puede resultar peligrosa. Se empieza con Catalunya, la Generalitat y los ayuntamientos. Luego seguirán en el resto de España. Con otras formas, con las complicidades de los partidos estatales, pero para empobrecer más la pobre calidad de nuestra frustrada democracia. ¿Hay una alternativa política? Podría haberla, con el PSOE y Podemos y sus aliados periféricos. Y con un apoyo parlamentario de los partidos de las nacionalidades históricas y con pedigrí democrático. Pero la dirección actual del PSOE se encerró en la jaula de los partidos conservadores y las elites económicas y de la alta administración. Todo ello acobijado por la bandera roja y gualda de la monarquía y del franquismo. Unidos espiritualmente todos por la España indisoluble, el españolismo de la pandereta de la sultana sevillana y el monopolio dogmático de la meseta. Se empieza por los catalanes, luego la desdemocratización llegará a todos los españoles.