Después del shock de la foto Mas-Espalader-Fernández del pasado 12 de diciembre, en motivo del anuncio del referéndum, han comenzado las conversaciones en voz baja y en privado -comportamiento típico de la cultura de la Transición que llevamos en las venas por miedo a ser vistos como antiautodeterminación- entre amigos de la CUP, cupaires y excupaires. La pregunta principal que se hacen estos susurradores es: ¿Es necesario bajarse los pantalones para ‘tenerlo todo’?
A mí me viene en mente lo que ocurrió en Quebec en 2012. Los estudiantes y su organización, La CLASSE, mantuvieron una brutal huelga de 3 meses contra la subida de las matrículas y contra la Ley Mordaza del gobierno del Partido Liberal. Con manifestaciones diarias de 40.000 personas, los estudiantes echaron abajo al gobierno de derechas y sus leyes. Pero más importante: La CLASSE, que está a favor de una independencia anticapitalista, sin desigualdades y con justicia social, forzó al Partí Québecois (PQ, independentista neoliberal y políticamente parecido a ERC) a reducir en su programa la importancia de la cuestión nacional. La CLASSE son independentistas pero no entienden la idea de cambiar un estado capitalista (Canadá) por otro también capitalista (el que quiere el PQ).
Estos días, muchos en Cataluña, en los corrillos compuestos por amigos de la CUP, 15Merxs y rebeldes, piensan que la CUP podría haber mantenido su programa, su idea de una independencia justa, haciendo una propuesta alternativa de referéndum con sus ideas, por las que fue votada. Tal posicionamiento hubiera echado un pulso y puesto en cierto apuro a Mas que, como era de esperar, ahora se ve legitimado para seguir reprimiendo y llevando a cabo sus políticas que están creando tanto sufrimiento y hasta muertes (sí, la austeridad mata, como explican David Stuckler y Sanjay Basu en su libro; no solo los Mossos de Espalader, que ahora serán perdonados por todo). ¿Qué mejor legitimidad que tener a uno de los jóvenes que los Mossos desalojaron a palos de la Plaça de Catalunya, el que debería sacar la sandalia a Mas, a Boi Ruiz, a Espalader y a Padrosa, firmando la hoja de ruta de CiU?
Una valiente hoja de ruta alternativa por parte de la CUP hubiera reflejado lo que piensan los que les votaron, y también hubiera evitado que la formación se bajaran los pantalones ante estos crueles neoliberales (“cómo se comienzan las cosas, así serán”, dicen algunos sabios, y “el proceso es nuestro producto más importante”, dicen otros).
El proyecto de autodeterminación de la CUP ilusionó a miles. Miles que ahora se ponen una pinza en la nariz para aguantar el “mientras tanto”, o que se quedan en una esquina decepcionados esperando “a ver qué pasa”.
Pero algunos pensamos que hay otra manera de vivir este momento que no queremos que sea un paréntesis. Queremos seguir colaborando con compañeros de la CUP y muchos otros rebeldes en nuestra lucha para frenar las políticas de austeridad y para denunciar a los corruptos. Al mismo tiempo, diremos en voz alta y clara a los dirigentes de la CUP que no estamos de acuerdo con cómo están llevando a cabo este proceso. No nos gusta que se acuesten con Mas. No nos gustan decisiones tomadas con prisas entre unos cuantos hombres (sí, casi todos hombres) detrás de una puerta cerrada sin diálogo con los cientos de miles que luchamos por una Cataluña justa.
Mas quiere dividir a los de abajo. Pero no vamos a darle ese placer. Y los dirigentes de la CUP seguramente desean que “aguantemos” sus fotos hasta que…
Pues ninguno va a tener paz. Vamos a seguir luchando contra el gobierno represivo CiU-ERC, y vamos a seguir dialogando en voz alta con los de la CUP, diciéndoles en qué se equivocan y que tienen que escuchar a los de abajo, a los que pensamos que se puede construir una sociedad sin Mas ni Espalader desde ahora mismo. Decimos, las rebeldes, las sin-privilegios, las de las listas de espera, las desahuciadas, que estaremos juntos con los de la CUP en las mareas, porque nosotros no nos vamos, ni bajamos la voz, ni tenemos líderes.
Hay rebeldes que están esperando a ver qué hace la CUP ahora. Pero muchos hemos decidido que no, que no esperamos, que nosotros, los de abajo, somos los que seguimos trabajando para frenar el neoliberalismo y la CUP seguirá estando con nosotros; y si no están, les echaremos de menos.
Porque no creemos que ningún fin justifica el firmar la hoja de ruta de los defensores del capitalismo que privatizan, que favorecen a sus amigos y que aumentan las desigualdades; firma que es, en el mejor de los casos, una equivocación, y en el peor de los casos, una falta de ética.
Después del shock de la foto Mas-Espalader-Fernández del pasado 12 de diciembre, en motivo del anuncio del referéndum, han comenzado las conversaciones en voz baja y en privado -comportamiento típico de la cultura de la Transición que llevamos en las venas por miedo a ser vistos como antiautodeterminación- entre amigos de la CUP, cupaires y excupaires. La pregunta principal que se hacen estos susurradores es: ¿Es necesario bajarse los pantalones para ‘tenerlo todo’?
A mí me viene en mente lo que ocurrió en Quebec en 2012. Los estudiantes y su organización, La CLASSE, mantuvieron una brutal huelga de 3 meses contra la subida de las matrículas y contra la Ley Mordaza del gobierno del Partido Liberal. Con manifestaciones diarias de 40.000 personas, los estudiantes echaron abajo al gobierno de derechas y sus leyes. Pero más importante: La CLASSE, que está a favor de una independencia anticapitalista, sin desigualdades y con justicia social, forzó al Partí Québecois (PQ, independentista neoliberal y políticamente parecido a ERC) a reducir en su programa la importancia de la cuestión nacional. La CLASSE son independentistas pero no entienden la idea de cambiar un estado capitalista (Canadá) por otro también capitalista (el que quiere el PQ).