El pasado jueves nos encontrábamos por la mañana con la noticia de que la Guardia Civil había ido el TNC a pedir “toda la documentación sobre el acto del referéndum del 4 de julio”. ¿Realmente hay que ir al teatro donde se hizo el espectáculo para “pedir toda la documentación” sobre una propuesta de ley que es de ámbito parlamentario? Pues, claramente, no. A no ser, que hubieran ido a ver el espectáculo de Albert Arribas 'Actos obscenos', que todo podría ser.
Así pues, ¿qué han ido a hacer al teatro? Pues eso, teatro. Escenificación de un compás más en un baile en silencio. Por desgracia, una situación que ya se convierte en normal en los últimos tiempos. Parece que la política catalana esté marcada por pasos simbólicos y escenificaciones de los gobiernos (tanto de uno como del otro). Y todo ello, mientras en la realidad de la privacidad no existe ninguna relación ni ningún gesto por parte de nadie. Donde nos encontramos con un Gobierno del estado al que le va bien ser sordo hacia Catalunya, y un Gobierno de la Generalitat maniobrando improvisadamente con un timón.
Ante este baile, ante este callejón sin salida, hay un elemento que rompe este marco. Y este elemento, le guste a quien le guste, debe ser la gente. Expresándose y participando. Y no lo será ni como dicen unos, ni como dicen los otros. Porque la gente estará en la calle por mucho que el Gobierno del estado no lo quiera. Pero tampoco será la “última frontera”, como el Gobierno de la Generalitat explica. Sino un paso más en la lucha por la autodeterminación y el autogobierno de Catalunya. Así pues, hablo de movilización no vinculante, ¿no? Resulta que 'vinculante' es un concepto jurídico, que ante un cuestionamiento del marco legal, pierde todo –o bastante– sentido. Por lo tanto, yo prefiero hablar de 'legitimidad'.
Entonces, hablamos de legitimidad. La legitimidad en el 1-O puede venir de dos elementos: los procesos democráticos y la participación. El primero depende en gran medida del Gobierno y de la correlación de fuerzas con el Gobierno del Estado. Cuantas más garantías se den, más legitimidad se muestra. El segundo, es la gente, que saliendo a votar da un paso y un empujón más para que las decisiones de Catalunya se puedan tomar en Catalunya. Por desgracia, parece que el primer elemento de legitimidad es lo que por ahora va más falto. Faltan menos de tres meses y no hay marco legal, comprar unas urnas parece el mayor de los problemas del Gobierno catalán y el propio Ejecutivo ofrece muchas dudas sobre el 1-O. Todo ello, haciendo un flaco favor al propio 1-O.
El segundo elemento de legitimación es la participación. Aquí es donde todas somos protagonistas / responsables. Entendamos como entendamos el 1-O, es importante que la izquierda transformadora de este país trabaje para legitimar las movilizaciones de la gente en la calle. Para ello, más allá de las deficiencias en el proceso, que son reales y que debemos denunciar, es necesario que a la hora de la verdad, en el espacio donde la izquierda nos deberíamos mover mejor, que son los barrios, los centros de trabajo y el tejido social, juguemos un papel movilizador. Sea para votar sí, no o NULO. Sea para denunciar las carencias del proceso o el inmovilismo del PP.
Por todo ello, dejemos de mirar los teatros donde actúan los supuestos “protagonistas” y empecemos a hablar de legitimación, tal vez es un concepto con el que desde el mundo del independentismo, como desde el mundo no independentista, se pueden tejer acuerdos, alianzas y sinergias desde abajo.