He aquí el gran revuelo porque un cargo diplomático español secundario, exasperado por los silbidos al himno nacional de España durante la inauguración del campeonato del mundo de natación, se refirió desde su cuenta de Twitter a los catalanes como “catalanas mierda”. El ministro ya lo ha cesado y el interesado ya se ha disculpado. Como es debido. Pero eso no quita que el hombre tuviera todo el derecho a enfadarse por la cuestión simbólica de los silbidos a su himno. En sentido contrario habría pasado igual, si algún político de segunda fila catalán hubiera tuiteado un “españoles de mierda”. Quiero decir: si pitas el himno de alguien, es posible que ese alguien se enfade. Y hay que situar este enfado en su justo plazo. Es decir, no se puede silbar el himno de España y luego llamar a rebato porque alguien poco fino -parece mentira, la diplomacia de hoy en día- pierda los nervios y haga el ridículo. Pasan cosas mucho más graves que, como llaman poco la atención -no hay insultos directos- son mucho más graves y peligrosas. Mencionamos un par de ellas.
Primero de todo, la respuesta inmediata por parte de Carmen Chacón en su Twitter. Le dice al autor del insulto, de nombre Juan Carlos Gafo, que ha cometido un grave error y concreta: “los fanatismos no merecen un solo triunfo y tú, con tu error, se lo has regalado”. Cada paso que da Chacon está medido al milímetro. Le interesa mandar al PSOE. Y sabe desde hace tiempo que, en la cuestión catalana, hay mucho pescado que pescar. Su hoja de ruta le marca, a ritmo de golpes de mazo, que cada vez que tenga la ocasión debe referirse a cualquier forma de soberanismo con las palabras fanáticos, fanatismo... Le interesa muy poco el pobre desgraciado que dijo eso de “catalanas de mierda”. Le interesa marcar presencia española en este sentido. Y de esta manera.
Mucho más fino, habitualmente correcto, el ex fiscal de Anticorrupción, el señor Carlos Jiménes Villarejo, en el artículo publicado en El Pais titulado Convergencia Democrática, a juicio, se muestra exasperado y se le escapa: “Malos tiempos para los soberanismos. Dentro de unos meses, se sentarán en el banquillo 17 acusados, conspicuos representantes de la burguesía catalana y altos cargos de su principal representación política, Convergència”. No, amigo Jiménez, el soberanismo, por más que le pese, no tiene nada que ver. Tienen que ver unos presuntos chorizos, una presunta financiación irregular de CDC...
Que vayan hasta el fondo. Que se limpie toda la mierda. Y que salga todo. Sea soberanista, unionista o onanista. Es decir, señor exfiscal, que la frase correcta -humildemente le propongo- sería: “Malos tiempos para los chorizos, malos tiempos para los corruptos, malos tiempos para los políticos indecentes...” Y otros similares. Porque sino, aunque sea sin querer, se equipara soberanismo con delincuencia. Y eso no está nada bien, señor Jiménez. Y siempre partiendo de la base que, tanto la ambición desinhibida y un punto agobiada de Carmen Chacón como la opinión del enfadado exfiscal, son absolutamente respetables.
Estas manifestaciones son las que hacen daño. Y a la vez las más interesantes. Por lo menos, sitúan el debate en un nivel un poco más elevado que el de la exasperación derivada del hecho que alguien haya bordado eso de “catalanas de mierda”. Ya estamos acostumbrados. Y las formas, hay que mantenerlas. Por eso lo han cesado. Quizás también porque se parece demasiado al “todos los catalanes son una mierda” del señor Galinsoga, director de La Vanguardia y cesado por Franco por esta misma razón. Pero los exabruptos son como los pedos, el hedor de los cuales enseguida se lo lleva el viento.
Y no lo puedo evitar, desde mi profunda aversión al mondo Twitter: Muchas gracias. Tuitea y tuitea, Twitter, no dejes de tuitear. Es obvio que, gracias a los dedos calientes de más de uno y de una, nos seguirás ofreciendo grandes momentos.
He aquí el gran revuelo porque un cargo diplomático español secundario, exasperado por los silbidos al himno nacional de España durante la inauguración del campeonato del mundo de natación, se refirió desde su cuenta de Twitter a los catalanes como “catalanas mierda”. El ministro ya lo ha cesado y el interesado ya se ha disculpado. Como es debido. Pero eso no quita que el hombre tuviera todo el derecho a enfadarse por la cuestión simbólica de los silbidos a su himno. En sentido contrario habría pasado igual, si algún político de segunda fila catalán hubiera tuiteado un “españoles de mierda”. Quiero decir: si pitas el himno de alguien, es posible que ese alguien se enfade. Y hay que situar este enfado en su justo plazo. Es decir, no se puede silbar el himno de España y luego llamar a rebato porque alguien poco fino -parece mentira, la diplomacia de hoy en día- pierda los nervios y haga el ridículo. Pasan cosas mucho más graves que, como llaman poco la atención -no hay insultos directos- son mucho más graves y peligrosas. Mencionamos un par de ellas.
Primero de todo, la respuesta inmediata por parte de Carmen Chacón en su Twitter. Le dice al autor del insulto, de nombre Juan Carlos Gafo, que ha cometido un grave error y concreta: “los fanatismos no merecen un solo triunfo y tú, con tu error, se lo has regalado”. Cada paso que da Chacon está medido al milímetro. Le interesa mandar al PSOE. Y sabe desde hace tiempo que, en la cuestión catalana, hay mucho pescado que pescar. Su hoja de ruta le marca, a ritmo de golpes de mazo, que cada vez que tenga la ocasión debe referirse a cualquier forma de soberanismo con las palabras fanáticos, fanatismo... Le interesa muy poco el pobre desgraciado que dijo eso de “catalanas de mierda”. Le interesa marcar presencia española en este sentido. Y de esta manera.