Desde hace más de dos meses, las instituciones de Barcelona tienen en la mira a los chatarreros de Glòries. La Sunu Village, la última ocupación de chatarreros africanos, está siendo asediada. Primero, con un desalojo exprés en agosto, sin ruido mediático, sin una sola voz en contra, con las formas que se guardan en la ciudad. Al parecer fue una operación de limpieza más que el cumplimiento de un juicio por desahucio. Vinieron, destrozaron toda la ocupación, tapiaron las paredes de la casa ocupada, desocuparon los materiales y se marcharon. Los chatarreros reocuparon inmediatamente; habían entendido el mensaje.
Desde entonces, la tenaza día a día de la Guàrdia Urbana alrededor de la ocupación. Así llevan más de dos meses. Como los controles son continuos, los chatarreros no pueden llevar a cabo su actividad, se sienten ahogados, sus ingresos han bajado a límites cercanos a la supervivencia. Y hay que recordar que estos límites son elásticos, de no ser porque son un colectivo que tiene mecanismos de redistribución y cooperación hace tiempo hubiesen desaparecido.
La ocupación en Barcelona ha sido uno de los mecanismos políticos y materiales de auto protección que ha utilizado una parte de la comunidad africana. Como un cuento de nunca acabar, como lo muestra Ixia Mendoza en su texto Afriklando in the gueto, las ocupaciones africanas en Barcelona han sido una de las pocas herramientas exitosas para luchar contra las políticas racistas, la exclusión del mercado de trabajo y su invisibilización como actores sociales.
Ya en el año 2000, grupos de africanos, muchos refugiados no reconocidos, crean un campamento en la Plaza Cataluña, el cual es desalojado un año después. Este fue seguido por la ocupación de la plaza Ramón Berenguer el Gran y, tras su desalojo, por la ocupación de la plaza André Malraux. Situación no muy diferente de las que suceden actualmente con los refugiados en Grecia, Turquía o Francia.
A estas apropiaciones habría que añadir las realizadas en los cuarteles de Sant Andreu de 2001 al 2004, junto a espacios reivindicados para la comunidad africana como El Casal Popular del Guinardó, Guinarecords, Lukum-Taka en Fabra i Coats y Lukum-Taka en Consell de Cent. Y luego el desplazamiento hacia el Poblenou con la ocupación Bagdad en la calle Badajoz, al tiempo de Oshan Guin-I en la calle Zamora.
En Septiembre de 2011 se ocupa la que fue, tal vez, el estandarte de la ocupación africana en la ciudad: La Nave, Afriklando, Mount Zion o Cal Áfrika en la calle Puigcerdà. Su desalojo en el año 2013 desarticuló gran parte de la resistencia llevada hasta el momento en la ciudad. Por medio de una negociación con el Ayuntamiento de Barcelona se creó la cooperativa Alencop que dio soluciones laborales para una veintena de chatarreros, sin embargo, ocultó las formas de vida, reproducción y trabajo de cientos de chatarreros de la ciudad.
Después del desalojo de Cal Áfrika, una de las pocas ocupaciones en respuesta fue la Sunu Village ubicada al finalizar la calle Dos de Maig, justo antes de llegar a la plaza de las Glòries. El acoso sufrido por esta ocupación está pasando frente a los ojos de todos, en una de las zonas de mayor gentrificación de la ciudad actualmente. Se está llevando a cabo lo que en el argot del mundo laboral se conoce como acoso o mobbing, una estrategia que no parece propia de este Ayuntamiento, aunque obvia, si se sabe que el colectivo de chatarreros está totalmente desprotegido debido al desmantelamiento de unas estructuras organizativas construido a lo largo de más de 15 años.
El oficio de chatarrero se basa en la selección, transporte, mejora y venta de materias reciclables y objetos de re-uso. Es una actividad que le da valor a objetos que han sido desechados por parte de la ciudad y no reconocida por parte de las instituciones, sin embargo, crea y ha creado riqueza para la ciudad por lo menos desde el siglo XVIII, tal como lo documenta Ricard Fernandez Valentí en el Blog El tranvía 48.
Surge primero en la forma de trapero –recuperación de trapos para la industria papelera en las América–-, seguido por su transformación hacia chatarrero durante la Primera Guerra Mundial debido a la escasez de materias primas, al igual que en la Guerra Civil. Esta actividad fue posteriormente invisibilizada por la Barcelona olímpica.
De no ser frenado el proceso de ocultamiento institucional de la ocupación Sunu Village, la ciudad y los chatarreros perderán una herramienta de lucha política. No sólo por su importancia histórica, también porque es el último mecanismo de protección que tienen algunos de los colectivos más vulnerabilizados que hay en la ciudad.