Exactamente “Slow down you're here”. Esta recomendación dirigida a los turistas que visitan Nueva Zelanda a modo de señales de tráfico en las carreteras, resume la estrategia de una “política turística” que va mucho más allá de los datos cuantitativos (más turistas/más gasto per cápita), y que tiene como fines principales “capturar” al visitante mediante su interacción con los ciudadanos del país, la mejora de la calidad de vida de las comunidades locales, y el sostenimiento de los recursos.
Aquí mismo, en Barcelona, el 12 de agosto de 2015 se cumple un año de la “revuelta” de los vecinos de la Barceloneta que se movilizaron contra el descontrol del turismo masivo y los apartamentos ilegales, en definitiva contra el grave deterioro de la vida en el barrio que padecen. Visto en estos términos es el ejemplo opuesto de lo que los dirigentes del turismo en Nueva Zelanda (NZ) están aplicando.
¿Acaso tienen algo en común? Casi nada. La situación periférica austral de NZ, su cultura, sus recursos naturales, su más corto historial turístico o el tipo de visitantes que recibe, no lo hacen comparable a Barcelona o Cataluña. Sin embargo no se trata de confrontar estadísticas, sino de examinar y definir políticas con objetivos y estrategias asumidos por todos que permitan reconducir un fenómeno, el turismo, que está provocando la “desertización” de Barcelona, reducida al parque temático “Gaudí, tapas, playas”.
Objetivos, estrategias y herramientas de una política turística sostenible es lo que expuso en Barcelona, el pasado dia15 de abril, Simon Milne, director del New Zealand Tourism Research Institute (¿tenemos algún organismo de investigación similar?). Su intervención se produjo en el Forum TurisTIC encuentro profesional que trata del smart tourism, las tecnologías y el desarrollo económico local. Administraciones y profesionales del sector deberían mirarse el “plan Milne” con mucha atención (ver nzti.org).
Pocos días después, el 27 de abril, el filósofo y profesor de la Universitat de Girona, Xavier Antich, pronunciaba en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB) la conferencia “Turisme, ciutat i identitat”. Antic trascendía el diagnóstico para adentrarse en la identidad de la urbe escondida y negada detrás de la ciudad-marca, simplificada hasta el decorado y la caricatura. Una Barcelona que “se vende”, que reinventa su historia a la medida de las exigencias del turismo banal (bus turístico, vista superficial, fotos,fotos). Una ciudad deshumanizada en la que el “estás aquí” carece de sentido y que podría resumirse en “fast and flash”.
La moratoria
Las organizaciones sociales de Barcelona ya habían abierto amplios debates sobre la “invasión turística”, pero es a partir de las elecciones municipales de mayo pasado cuando se crea la expectativa de que Ayuntamiento y sociedad hablen a fondo sobre qué hacer con este problemático y al tiempo necesario asunto. No es ético plantear una disyuntiva de buenos y malos, quién está a favor del turismo y quién está en contra porque es falsa. Nadie está en contra pero muchos sí rechazan el “modelo” turístico y de ciudad que elogiaba el entonces alcalde Xavier Trias en una conferencia en el Col.legi d'Arquitectes, también el mes de abril, mientras abroncaba a quienes critican ese modelo.
La suspensión de licencias de alojamientos turísticos durante un año, decidido por la alcaldesa Ada Colau y su equipo, puede ser un primer paso para comenzar a elaborar un plan de políticas de calidad de vida y gestión eficiente del turismo, fuente de ingresos de la que no se puede prescindir. Curioso que a primeros de agosto la Cámara de Comercio de Barcelona se pronunciara en contra de la moratoria porque siguiendo a Simon Milne, una de las oportunidades del “Slow down” es la de “incrementar la conciencia de la industria (turística)” hacia los beneficios que produce (“building yield”) una gestión sostenible que arranca en los ámbitos locales más cercanos. Ahora bien hablar aquí de “industria” es muy discutible.
La ventaja de que disponemos en este momento reside en que instituciones, empresarios, vecinos, profesionales de la cultura y de todos los ámbitos participen en el debate. Quizá por primera vez se plantea tal nivel de participación con el fin de lograr una Barcelona mejor y que los turistas vivan experiencias más “ciudadanas”. Nos adentramos en la identidad, concepto tratado con clarividencia por Xavier Antich en su conferencia. Esta Barcelona tan atractiva para el visitante es así porque nosotros vivimos en ella, la hemos conformado durante generaciones.
El equipo de gobierno municipal está tomando otras medidas, el pasado día 6 el primer teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, decía que intentaban hacer sostenible el turismo en Ciutat Vella (distrito que incluye el Barri Gòtic) con medidas como la de incentivar a los propietarios de apartamentos ilegales a que los cedan para viviendas sociales. Los incentivos indirectos es sabido que dan poco resultado y habría que regular de una vez, como se ha hecho en Amsterdam, la actividad de Airbnb.
Esta plataforma de “sharing”, compartir pisos particulares con turistas, permite a éstos estar en contacto directo con los barrios, con sus vecinos, con el pequeño comercio, con la Barcelona de sus habitantes. Y aunque parezca paradójico, la actividad de Airbnb tiene una incidencia irrelevante en el número de reservas hoteleras.
Trabajar con las comunidades locales, facilitarles el acceso a las Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC), llevar al visitante a la Barcelona real con su vitalidad cultural que está ignorada, serían las claves para llevar a cabo una política turística sostenible, pero antes ha de existir una política turística y dejar de dar vueltas al “modelo”.
No alimentemos el parque temático monumental de brillantes decorados sin vida. El problema es que genera ingentes ingresos. Por ejemplo, Gaudí via realidad virtual: Marc Ciurana, responsable de Indoor Positioning de Eurecat, Centro Tecnológico de la Generalitat, refería el pasado mes de junio en el Barcelona Digital Global Congress, que tenían a prueba una experiencia de realidad aumentada en la casa Batlló. Este servicio servía a un responsable de la explotación privada de la finca de Gaudí, en un post publicado meses atrás en TripAdvisor, para justificar el altísimo precio de la entrada, superior a la del Museo del Louvre de París. El precio no es virtual.