Cualquier persona que haya seguido con un poco de atención las vicisitudes del caso Nóos sabe que si la infanta Cristina ha acabado pasando por el mal trago de un interrogatorio judicial, en calidad de imputada, es en gran parte gracias a la torpeza de la defensa de su marido. Me parece sorprendente que este detalle no se haya recordado con profusión estos días, al menos en los medios que yo leo y escucho. Ahora hará aproximadamente dos años, Mario Pascual Vives, el abogado de Iñaki Urdangarín, recibió un escrito del juez en el que le informaba sobre la petición de Diego Torres librar de toda responsabilidad a su mujer. Y contestó con un recurso oponiéndose. Lo mismo hicieron el fiscal y la organización Manos Limpias, que ejerce la acusación popular, pero lo que sacó a Diego Torres de quicio fue la postura de Pascual Vives, es decir, de Urdangarín. ¿Desde cuándo un inculpado se erige en acusador?, declararía con sorna el abogado de Torres y Tejeiro, Manuel González Peeters.
Si hay algo que ha mantenido en pie de guerra y con sed de venganza del ex socio de Urdangarín, más aún que los intentos iniciales de que se comiera él solito todo el marrón de los seis millones de sablazo a las administraciones balear y valenciana, es que la instrucción haya arrastrado también a su esposa. Por ello ha presentado un montón de recursos pidiendo que la dejen en paz, todos ellos denegados, y pidiendo que si se mantenía la imputación de su mujer, con mayor motivo se debería imputar a la real señora de su ex socio. Anna Maria Tejeiro era responsable de las áreas jurídica y fiscal de Nóos, o sea empleada. Cristina de Borbón era vocal del Instituto Nóos, o sea administradora. El peor error de Mario Pascual y de su cliente fue oponerse a la desimputación de Tejeiro. A partir de ahí, Torres comenzó a desenterrar los cientos de emails que tenía de Urdangarín hasta demostrar al juez que, si su mujer debía estar imputada en calidad de cooperadora de lo que él hubiera hecho, la de su socio aún más.
El fiscal Horrach ya hace tiempo que se debió de dar cuenta de su error. Según se ha publicado, en los últimos escritos en que intentó evitar a la infanta el show del juzgado ya venía a decir que la presunta cooperación de Tejeiro en los hechos investigados se fundamentaba también en unos indicios muy débiles. Y ahora dicen los entendidos que el juez se lo tomará con calma, pero que acabará exculpando las dos mujeres, como pide el fiscal, para acabar de una vez con las odiosas comparaciones.
Los maridos lo tienen crudo, mucho, pero les quedará el consuelo de que las madres de sus hijos se salvarán. Y no digo que si esto acaba pasando no sea una medida justa. Es más, pienso que lo es, porque el instinto me dice que aquí el afán de lucro a toda costa la tenían ellos y no ellas. Pero al final de las dos mujeres hay una que se salvará no por haber aclarado muchas cosas en seis horas de interrogatorio o por alegar que confiaba en su marido, sino por ser hija de quien es. Y la otra, la que en dos años largos de instrucción y de imputación había visto cómo confiar en su marido no tenía la más mínima relevancia a efectos judiciales, al final posiblemente se libre para que no parezca que la primera lo consigue por ser hija de quien es.
Cualquier persona que haya seguido con un poco de atención las vicisitudes del caso Nóos sabe que si la infanta Cristina ha acabado pasando por el mal trago de un interrogatorio judicial, en calidad de imputada, es en gran parte gracias a la torpeza de la defensa de su marido. Me parece sorprendente que este detalle no se haya recordado con profusión estos días, al menos en los medios que yo leo y escucho. Ahora hará aproximadamente dos años, Mario Pascual Vives, el abogado de Iñaki Urdangarín, recibió un escrito del juez en el que le informaba sobre la petición de Diego Torres librar de toda responsabilidad a su mujer. Y contestó con un recurso oponiéndose. Lo mismo hicieron el fiscal y la organización Manos Limpias, que ejerce la acusación popular, pero lo que sacó a Diego Torres de quicio fue la postura de Pascual Vives, es decir, de Urdangarín. ¿Desde cuándo un inculpado se erige en acusador?, declararía con sorna el abogado de Torres y Tejeiro, Manuel González Peeters.
Si hay algo que ha mantenido en pie de guerra y con sed de venganza del ex socio de Urdangarín, más aún que los intentos iniciales de que se comiera él solito todo el marrón de los seis millones de sablazo a las administraciones balear y valenciana, es que la instrucción haya arrastrado también a su esposa. Por ello ha presentado un montón de recursos pidiendo que la dejen en paz, todos ellos denegados, y pidiendo que si se mantenía la imputación de su mujer, con mayor motivo se debería imputar a la real señora de su ex socio. Anna Maria Tejeiro era responsable de las áreas jurídica y fiscal de Nóos, o sea empleada. Cristina de Borbón era vocal del Instituto Nóos, o sea administradora. El peor error de Mario Pascual y de su cliente fue oponerse a la desimputación de Tejeiro. A partir de ahí, Torres comenzó a desenterrar los cientos de emails que tenía de Urdangarín hasta demostrar al juez que, si su mujer debía estar imputada en calidad de cooperadora de lo que él hubiera hecho, la de su socio aún más.