Llegir versió en català
Uno de los falsos mitos más fomentados de la sociedad moderna, hasta convertirlo en un simple estereotipo, es la glorificación del espíritu emprendedor como modelo de conducta social, más concretamente el espíritu emprendedor reducido a la versión de creación de nuevas empresas a partir de una buena idea de mercado y un poco de suerte. No es solamente el sueño dorado de las escuelas privadas de negocios y los másters en dirección de empresas, que florecen como plantel de la supuesta élite económica. También las instituciones públicas se dedican a ello con fruición, por ejemplo el Ayuntamiento de Barcelona desde largo tiempo con la agencia Barcelona Activa o el Forum Impulsa de la Fundación Príncipe de Girona, que acaba de anunciar su segunda edición para el 26 y 27 de junio en Girona con 1.400 inscritos y conferenciantes de relumbrón.
Lo que denominan espíritu emprendedor no puede reducirse a la versión empresarial, por más loable que esta pueda ser en algunos casos. Todos no podemos o queremos ser empresarios. Debe dignificarse en la misma medida –o más aun— la actitud positiva y el espíritu emprendedor de los integrantes de la mayoría de la sociedad que no serán nunca empresarios más que de su casa, directivos ni cargos de responsabilidad más allá de sí mismos, pero que configuran la fuerza laboral, el nervio y la calidad de un país. El probo empleado y el funcionario eficiente, por ejemplo, son tan necesarios como los relucientes y bien pagados emprendedores y directivos.
Las calidades de dinamismo, inteligencia y creatividad no son patrimonio exclusivo de los dirigentes. La mayoría de los emprendedores no crean empresas, son los trabajadores que las sacan adelante con mucho menos reconocimiento social y gratificación económica. Estos emprendedores cotidianos, anónimos y baqueteados de la más amplia base social son quienes configuran una auténtica start-up nation, com se dice ara privilegiando en exceso una caricatura del concepto de emprendeduría. Tal vez los haya más abajo que arriba, fuera que dentro. Todos son necesarios, pero solo los de arriba y de dentro se llevan los laureles y los incentivos.
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Uno de los falsos mitos más fomentados de la sociedad moderna, hasta convertirlo en un simple estereotipo, es la glorificación del espíritu emprendedor como modelo de conducta social, más concretamente el espíritu emprendedor reducido a la versión de creación de nuevas empresas a partir de una buena idea de mercado y un poco de suerte. No es solamente el sueño dorado de las escuelas privadas de negocios y los másters en dirección de empresas, que florecen como plantel de la supuesta élite económica. También las instituciones públicas se dedican a ello con fruición, por ejemplo el Ayuntamiento de Barcelona desde largo tiempo con la agencia Barcelona Activa o el Forum Impulsa de la Fundación Príncipe de Girona, que acaba de anunciar su segunda edición para el 26 y 27 de junio en Girona con 1.400 inscritos y conferenciantes de relumbrón.