A la Harijatou.
A las mujeres de Sant Pere y a la alegria del proyecto La Cuina.
El martes sonaba el teléfono a las 9 de la mañana y una voz nos comunicaba que Harijatou había sido asesinada por su marido. Tres hijos y una orden de alejamiento que nunca llegó a tiempo.
Rabia, dolor, estupefacción, desorientación.
Como la llamada del martes hay muchísimas. Y como los tres hijos del martes. Y las cuchilladas abundan.
La violencia machista y las muertes de mujeres a manos de sus maridos, compañeros y parejas sentimentales son la orden del día de una cotidianidad que se extiende por toda la península Ibérica, desde el estrecho hasta los Pirineos, sin distinción de patrias, banderas ni consultes.
La violencia machista es, por desgracia, una práctica habitual y extendida que tiene múltiples manifestaciones. Pero no nos engañemos, que sea una desgracia no quiere decir que sea inevitable, ni que sea excepcional, ni que sea cosa de locos.
Las muertes por violencia machista son la manifestación más extrema de un modelo de género, de relaciones y de construcción de patrones de amor machistas y patriarcales. Según el recuento de Feminicidio.net, con lo que llevamos de año se han asesinado más de 40 mujeres en el Estado Español por razones de violencia machista. “La maté porqué era mía es el extremo desfasado de ”¿Te pones muy guapa cuando no sales conmigo, no? ¿Con quién has quedado?“.
Josefa, María José, Olha, Andina, Raquel, Patrícia, Araceli, Rosa María, Isabel, Gisele, Sara.
Ana, Verónica, Fátima, Niufa, Susana, Haying, Rada, Laura, Rachida, Mari Carmen, Lala, Caridad.
Y podríamos seguir, mucho rato. Y decir nombres no es por morbo. Es para poner rostros. Porque la violencia tiene rostros, nombres, vidas, sueños. Porque poner rostros a los datos es hacerlos humanos, reales. Es lo que nos pasó el martes cuando sonó el teléfono. Los datos tomaron vida. Todos los datos tienen vida. Y si tienen vida tienen responsables. Los desgraciados que apuñalan, ahogan, humillan, golpean.
Y no nos engañemos, también la gente que tolera, la gente que guarda silencio, la gente que sabe pero no se mete. La violencia es una responsabilidad colectiva, es una patología social que explica que vivimos en una sociedad enferma y machista, es la manifestación de pequeñas cosas que hacemos y vivimos cada día.
Por todo esto ni un paso atrás, por todo esto no tolerar ni una, por todo esto ser intransigentes. Por todo esto firmes contra los micromachismos, por todo esto firmes para cambiar actitudes y renunciar a privilegios que son el principio de la deriva oscura de los feminicidios.
Esto es un artículo de amor y de rabia.
Rabia contra la violencia, contra el patriarcado, contra las agresiones, contra el silencio, contra el miedo, contra lo que ya no se puede echar para atrás.
Amor para las que lucháis cada día contra la violencia, para las que construimos relaciones libres de oscuridad y llenas de alegría y rebeldía, para las que creemos firmemente en un mundo de color lila.
Salud, lucha y feminismos.